Cultura

Develan pintura de “sacerdote judío” en ex convento dominico de Tehuantepec

El hallazgo se hizo tras un derrumbe de los sismos de 2017 · Aunque los arqueólogos no lo saben con certeza, proponen que se trata de la figura de San Gregorio Magno, aunque el estilo e iconografía los hace dudar

patrimonio y restauración 

La pintura mural debió de haberse facturado hacia finales del XVI o muy principios del XVII

La pintura mural debió de haberse facturado hacia finales del XVI o muy principios del XVII

INAH

Los sismos de septiembre de 2017 dejaron al descubierto una pintura mural en el ex convento de Santo Domingo, en Tehuantepec, Oaxaca. Se trata de la imagen de un personaje religioso realizada entre el siglo XVI y XVII con pigmentos importados de Europa. Fernanda Martínez Camacho, restauradora de pintura mural y de los acabados arquitectónicos del ex convento de Tehuantepec; y Armando Arciniega-Corona, responsable del Laboratorio de Conservación, Diagnóstico y Caracterización Espectroscópica de Materiales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), explican en entrevista los trabajos que realizan en dicho inmueble.

“Seguimos realizando la intervención y restauración del ex convento derivado de los daños que sufrió por los sismos de 2017, en particular el 7 de septiembre. Tuvimos que hacer muchas exploraciones en todos los muros para saber en dónde había pintura mural y en dónde no porque mucha pintura estaba tapada”, narra Fernanda Martínez Camacho.

A simple vista, los muros lucían blancos, pero debajo de ellos, los investigadores encontraron pintura mural.

“Gran parte del convento está policromado, es un convento dominico y no está tan profusamente decorado como otros conventos que tienen una decoración más elegante, hay que compararlo con Santo Domingo de Guzmán de la Ciudad de Oaxaca, con Yanhuitlán o Coixtlahuaca que tienen obras pictóricas impresionantes. Este ex convento en Tehuantepec es más somero en el aspecto estético”, indica la restauradora.

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Una de las decisiones que tomaron los especialistas fue liberar una capa pictórica ubicada en un luneto (espacio que resulta de la intersección de una bóveda con la pared), la cual se encontraba parcialmente expuesta y en un estado que no permitía su correcta apreciación.

“En estas superposiciones de capas se descubrió que existía una pintura subyacente en el luneto deambulatorio poniente. Se decidió liberarla, es decir, quitar todas las capas pictóricas que estaban encima porque ya estaban muy perdidas, no tenían una lectura y atrás se lograba vislumbrar una pintura completa”, indica Armando Arciniega-Corona.

La apuesta fue que la pintura mural no tuviera intervenciones para que pudiera analizarse en laboratorio y obtener la paleta cromática usada por los dominicos.

“Es una zona virgen de modificaciones. La capa pictórica que retiramos corresponde a una etapa pictórica posterior que estaba muy dañada, que era imposible de recuperar y realmente fue impresionante que al momento de que la quitamos encontráramos una pintura en muy buen estado de conservación”, expresa Fernanda Martínez Camacho.

La representación pictórica es de un personaje masculino barbado de pie ataviado a semejanza de un sacerdote judío: porta sobre un vestido azul una túnica verde con granadas y campanillas de color amarillo-dorado en la orla; sobre ésta, un efod con motivos fitomorfos en rojo, azul y negro, y en su cabeza, una mitra.

El personaje está descalzo sobre un piso de damero, en la mano derecha sostiene un incensario y en la derecha, a la altura del pecho, un elemento rectangular que posiblemente es un pectoral. El fondo de la imagen es de color azul claro y a los lados, entre árboles de copas oblongas, se aprecian dos edificios que semejan castillos o conventos.

Fernanda Martínez Camacho y Armando Arciniega-Corona encabezan la investigación.

Fernanda Martínez Camacho y Armando Arciniega-Corona encabezan la investigación.

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–¿Quién es el personaje?

Hemos tenido problemas para identificarlo por cómo está ataviado. Algunos expertos en iconografía me dijeron que muy probable es San Gregorio Magno porque tiene su tiara papal y porque están los conventos en la parte de atrás que lo relacionan con la expansión de la religión católica, pero llama la atención que está ataviado como si fuera un sacerdote judío. Eso nos pone en duda la iconografía.

–¿En qué año fue hecha la pintura?

No podríamos datarla con exactitud. Sabemos que es la primera capa pictórica que decoró el edificio y sabemos que el convento se terminó a principios del siglo XVII porque tuvo varias reconstrucciones. Entonces, consideramos que esta pintura mural debió de haberse facturado hacia finales del XVI o muy principios del XVII.

Los investigadores analizaron los colores de la pintura mural: azul, amarillo, verde, negro, rojo y café. Los resultados arrojaron que varios de los pigmentos eran de alto costo en ese momento como el oropimente (usado para el amarillo) y el bermellón (usado para el rojo).

Nos sorprendimos al encontrar pigmentos de alto valor en ese momento porque lo más común era verlos en pintura de caballete como el bermellón y el oropimente. Una de las teorías que tenemos es que el pintor fue alguien que pintaba en caballete por los materiales que empleó”, expresa Armando Arciniega-Corona.

Otro color que sorprendió a los especialistas fue el azul.

“Los azules por lo general tienden a ser a base de cobre o si fuera un esmalte (que no sé si en ese momento se manejaban) son vidrios coloreados de cobalto, pero son elementos que no encontramos en el estudio y no encontramos algo que nos indicara algún pigmento”, añade el químico.

El experto detalla que el equipo de fluorescencia de Rayos X no detecta elementos ligeros como el carbono, por lo tanto, el color azul no arroja alguna lectura y propone que los dominicos usaron algún elemento orgánico.

Fernanda Martínez Camacho apunta que esperaban encontrar cobre para los azules, pero éste nunca apareció.

Usar estos pigmentos para las decoraciones murales que son tan extensas es un gasto impresionante porque es traer pigmentos de Europa a Tehuantepec; el oropimente no se estaba produciendo en México en esa época y el bermellón tampoco, esto es algo completamente importado”, afirma.

Eso habla del poder económico que tenían los dominicos, agrega la restauradora. “Ya lo sabíamos, pero aquí se está demostrando cómo ellos querían evidenciar todo lo que tenían y lo plasmaron en estas pinturas”.

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–¿Fijaron la pintura de este mural?

La estabilidad de los pigmentos es impresionante e influye que ha estado cubierta muchos años. La intensidad de los colores es impresionante, tienen mucho brillo. No se le ha hecho ningún proceso de fijado a la capa pictórica precisamente para no alterar nuestros resultados, pero tampoco lo necesita.

–¿Qué recomendaciones emitieron para que la pintura se conserve?

–Que exista un mantenimiento. Es una pintura mural adosada a un edificio y si nosotros no tenemos un mantenimiento adecuado del inmueble, la pintura mural empezará a sufrir daños, si tenemos filtraciones de humedad y empezamos a dejar que las aves o murciélagos hagan sus nidos ahí, la pintura mural resultará afectada.

“De repente los nuevos usos de los edificios son muy exigentes, pensemos que son históricos con deterioros y por más que seamos los especialistas y tratemos de repararlos, hay cosas que no podremos regresar como estuvieron en un principio. Cuando este inmueble funcione de nuevo como casa de la cultura, recomendamos que haya un plan de manejo”.

Los pigmentos sorprendieron a los arqueólogos, principalmente el azul.

Los pigmentos sorprendieron a los arqueólogos, principalmente el azul.

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AVANCE DEL PROYECTO. 

La restauradora Fernanda Martínez Camacho comenta que la restauración de la pintura mural lleva un avance del 70 por ciento. “La situación es que lo que nos falta es porque el convento quedó muy dañado a nivel estructural, no puedo acceder a ciertas áreas que siguen apuntaladas”, indica

El ex convento de Santo Domingo, Tehuantepec, Oaxaca, es una construcción de dos niveles, edificados alrededor de un patio central de formato cuadrado. Su claustro bajo tiene espacios de uso común para los frailes como el refectorio, la sala de profundis y la cocina, así como otros salones a los cuales se ingresa a través de un corredor o deambulatorio. En su claustro alto se distribuyen los lugares privados: las celdas.

Los investigadores comentan que este recinto tuvo gran relevancia religiosa incluso hasta el siglo XVIII, ya que el poblado era el paso obligado hacia la región del Soconusco en la ampliación de las rutas de comercio y evangelización hacia el sur.

En 1859 funcionó como cuartel por parte de las tropas de Porfirio Díaz, después fue cárcel y en 1990 se estableció la Casa de Cultura.