Cultura
El Colegio Nacional

Discurso de ingreso a El Colegio Nacional de Eduardo Mata (fragmento)

El 5 de septiembre de 1942 nació en la Ciudad de México el músico Eduardo Mata. Entre sus composiciones más importantes se encuentran el Trío para Vaughan Williams (1957), Sonata para piano (1960); Improvisaciones para clarinete y piano (1961), Sinfonía núm. 1 Clásica (1962), entre otras. Con motivo de su aniversario de nacimiento, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, que dictó el 9 de agosto de 1984

Retrato del compositor, fallecido en 1995.

Retrato del compositor, fallecido en 1995.

El Colegio Nacional

Ante todo, debo agradecer al distinguido grupo de intelectuales que forman El Colegio Nacional la invitación que se me ha hecho para incorporarme a esta institución. El honor rebasa con mucho las esperanzas de un músico que aspira a comunicarse con el público por medio de sonidos más que de palabras. Me doy cuenta de que, por definición, mi labor aquí tendrá que ser de divulgación, informativa e inevitablemente crítica. No existe en México ni una escuela ni una tradición musicológica propiamente dicha; son escasos en la actualidad, los verdaderos críticos o ensayistas sobre temas musicales. Los grandes temas de nuestra materia se abordan en círculos reducidos de profesionales, con base en textos, por lo general, en idiomas extranjeros. La disponibilidad editorial de estos temas en nuestro idioma, es limitadísima. Con tan pocos estímulos para el debate crítico, complemento indispensable de nuestro quehacer creativo, somos los propios músicos los que tenemos la necesidad de llenar este vacío, dejando de lado circunstancialmente nuestras partituras e instrumentos. Con este espíritu, acepto gustoso la oportunidad que se me brinda, para que por mi conducto, se ventile y analice aquí la problemática de los creadores musicales contemporáneos en general, y la de los mexicanos en particular.

Ya que intento bosquejar un programa posible para mi desempeño en estas aulas, comenzaré señalando el terrible problema del creador musical contemporáneo. Nuestro predicamento es, de hecho, no tener públicos a quién dirigirnos. Los medios masivos de comunicación, constituidos en industrias, han abierto una brecha genérica; se habla hoy de música popular y de música clásica, como en la Europa del siglo XVIII se hablaba de música religiosa y de música profana [...] El estado presente de cosas se da por la progresiva degeneración del producto que las industrias de la música, fenómeno típico del siglo XX, ofrecen al consumidor. Mediante un sistema de retroalimentación, se ha ido degradando paulatinamente la calidad de la música que se ofrece a través de los medios masivos de comunicación. “Al público hay que darle lo que pida”, dicen los comerciantes [...] Falazmente se confunde lo popular con lo comercial. Se ha utilizado lo vernáculo, entendido como la substancia yacente del alma popular, como ingrediente y señuelo de un producto final ramplón e intrascendente. Así, aun lo genuinamente popular va distorsionándose hasta diluirse. La música comercial, mientras tanto, es omnipresente: está en elevadores, pasillos, salas de espera, tiendas de autoservicio y hasta en los transportes.

En tanto, la música clásica, y en particular la de autores contemporáneos, se ha ido arrinconando en nuestra sociedad para convertirse en una subcultura de iniciados. Es un lugar común el que la apreciación cabal del arte superior por el gran público requiere tiempo y perspectiva, pero pocas veces en la historia la brecha entre lo que hacen los compositores vivos y el público ha sido tan grande.

Si los medios, erigidos en industrias, han ido acondicionando al público, juzgado por los denominadores comunes más bajos, los autores de música de concierto han seguido las rutas abiertas por los grandes avances técnicos del siglo XX. Buena parte de estos descubrimientos tienen que ver con la ruptura de los parámetros tradicionales que han sustentado a la música por más de 500 años: melodía, armonía, ritmo, forma, etc. Al entrar los compositores a estas zonas de experimentación, el oyente pierde pie, al no reconocer ninguno de los parámetros en los que fincaba su vivencia auditiva. El auditor se atemoriza y se aliena [...] Hay quien ve signos apocalípticos en la profunda transformación estética que sufre la música a mediados del siglo XX. El célebre director de orquesta y teórico alemán Herman Scherchen dice en un artículo sobre el estado de la música de los años cincuenta:

Una gran época de música creadora toca a su fin. Lo esencial de ella era transmitir mensajes inefables. Los ejecutantes —instrumentistas al igual que cantantes— no conocen hoy semejante misión. Se contentan, cada vez más, con la precisión de un virtuosismo rítmico. Se exalta la 13 técnica, se reduce al hombre. Lo mismo es válido para los creadores. La singularidad técnica tiende, cada vez más, a lo extraordinariamente peculiar; la intuición y la ocurrencia genial se han vuelto problemáticas. El prodigio de la creación artística se ha acabado. En su lugar aumentan de continuo el cálculo mecánico y la experimentación con material sonoro.

Cartelera del Colnal.

Cartelera del Colnal.