Cultura
El Colegio Nacional

"La responsabilidad de la economía y del economista" (Fragmento)

El próximo 24 de agosto se conmemora el décimo octavo aniversario luctuoso de Víctor L. Urquidi, eminente economista mexicano y miembro de El Colegio Nacional. En su memoria, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de su discurso de ingreso a esta comunidad académica, pronunciado el 18 de octubre de 1960, y contestado por el historiador Daniel Cosío Villegas.

Retrato de Víctor L. Urquidi.

Retrato de Víctor L. Urquidi.

El Colegio Nacional

Se ha escrito y hablado mucho sobre si la Economía es la ciencia de la riqueza y el bienestar, o si constituye más bien la ciencia de la pobreza y el pesimismo. Según muchos, no llega a ciencia siquiera, sino que es un simple método o arte. En realidad, es ambas cosas: ciencia y arte. Es ciencia en tanto que constituye una disciplina que pretende explicar de manera sistemática las causas de ciertos fenómenos y sus consecuencias, con apoyo en observaciones objetivas. Es arte en tanto descansa, especialmente por lo que respecta a su fase normativa, y también a la inductiva, en el falible juicio subjetivo del hombre y en su habilidad particular.

Pero la materia de la Economía no es ni la riqueza ni la pobreza, sino la escasez, o sea un concepto relativo por antonomasia, cuya valoración final escapa al ámbito de la propia Economía. La escasez existe en las sociedades ricas y en las pobres. La escasez está presente en las comunidades que conceden gran valor a la libertad individual y también en las que juzgan a ésta secundaria. La escasez existe desde que el hombre tuvo a su alcance la más rudimentaria técnica con la cual alimentarse, abrigarse y vestirse. La escasez de recursos y la escasez de tiempo son los pilares de la Economía. La persecución de cualquier fin, en cualquier sociedad, supone el sacrificio de otro, por infinitesimal que éste sea; el uso de un recurso —sea trabajo, técnica o materia— es siempre irreversible y supone el sacrificio de alguna otra aplicación del mismo. Mientras haya qué elegir, qué administrar —éste es, en efecto, el origen griego del término Economía—, esta ciencia tiene razón de ser.

En cambio, el hecho o la práctica de economizar o administrar los recursos, como acto positivo de la sociedad o de cualquier elemento integrante de ésta, no es Economía pura sino que se hermana con las disciplinas ideológicas. Salvo en la abstracción científica, la Economía es en realidad Economía Política, o sea economía normativa, uno de los aspectos de la organización de la sociedad. En este sentido, la Economía está al servicio de la Política y todo economista es poseedor consciente o inconsciente de un prejuicio. La Ciencia Económica podrá ser neutral en cuanto constituya una serie de principios abstractos de alcance limitado; mas en manos del economista no puede ser sino un antecedente de una política económica que persiga un fin social determinado.

Así como hay un principio científico que da cuerpo a la Economía, es una rama del saber que requiere una técnica y un método característicos. En este aspecto, la Economía se encuentra aún, por desgracia, en una etapa primitiva, y las consecuencias de esta situación son graves. Lo son en primer lugar porque lo que he llamado antes el empuje de la necesidad económica —sobre todo en las condiciones del mundo de hoy— no espera a que se produzcan refinamientos teóricos, estadísticos y normativos. Y, en segundo lugar, porque la afición a la Economía es en verdad mucho más común que la proverbial inclinación del hombre a ser médico y poeta. La Economía ha sido en general una disciplina mal expuesta y peor comprendida, y en su nombre, en manos de legiones de aficionados —cuyos méritos por otros conceptos pueden estar fuera de toda duda—, se han cometido costosos errores políticos y sociales.

Lo que reclama la Economía es que se distinga de manera bien clara entre su aspecto teórico, que es por fuerza una abstracción, y su aplicación a los problemas de la sociedad, que encierra, a través del propio economista o de cualquier otra persona, una visión política. Reconocido esto, la Economía como ciencia podría recuperarse del desprestigio en que ha caído en muchas partes del mundo por suponerse que no puede abandonar prejuicios ideológicos que no corresponden ya a la realidad ni contribuyen gran cosa a la solución de los problemas económicos de las mayorías postergadas. Sin embargo, sería también preciso que las técnicas y los métodos usados en la teoría económica y en la investigación se superen sin pérdida mayor de tiempo. Podría entonces la Ciencia Económica convertirse en un instrumento más eficaz de la planificación del porvenir de la humanidad. De otra manera, la Economía estará condenada a volverse el arte de la explicación a posteriori, con frecuencia de carácter apologético, en lugar de ser una de las guías del buen gobierno.

Cartelera de El Colegio Nacional

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