Los mayas plasmaron su escritura no sólo en estelas o altares, también lo hicieron sobre peldaños que daban acceso a templos. El arqueólogo Octavio Esparza Olguín platica sobre los recientes estudios hechos en Dzibantunich y El Resbalón, sitios arqueológicos ubicados al sur de Quintana Roo que conservan escaleras jeroglíficas.
El también investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explica que estos monumentos esculpidos no son comunes.
“Se conocen menos de medio centenar de escaleras jeroglíficas en todo el mundo maya. Si comparas esto con el número de sitios que se han registrado, que son muchísimos, o con el número de inscripciones en piedra que conocemos es un número pequeño”, afirma.
Los análisis epigráficos hechos en El Resbalón y Dzibantunich, publicados en el libro “Evocaciones del pasado. Nuevos estudios arqueológicos y epigráficos en Campeche y Quintana Roo”, indican que la narrativa de las escaleras versa sobre el poder de la dinastía Kaanu’l o Cabeza de Serpiente.
“Durante el período Preclásico Tardío (400 a.C.- 200 d.C.) se piensa que esta dinastía pudo haber estado en el sitio de El Mirador, Guatemala, uno de los más monumentales del área maya. Sin embargo, no es tan claro porque no se han registrado ejemplos contundentes del glifo emblema de la Cabeza de Serpiente, pero por lo grande e importante, la hipótesis más fuerte es que ahí surgió la dinastía Kaan”, explica.
Esparza Olguín comenta que donde sí está documentada la presencia es en Dzibanché, al sur de Quintana Roo, desde el Clásico Temprano (250 d.C.- 600 d.C.) hasta el 635 d.C.
“En ese tiempo, los Kaan pasaron de Dzibanché a Calakmul periodo que los arqueólogos conocemos como Clásico Tardío (600 d.C. - 900 d.C.). En Calakmul lograron su expansión más grande, tuvieron bajo su poder a muchos sitios pequeños sobre todo en la región del sur de Campeche y parte de Guatemala”, detalla.
Ahí la dinastía Kaan tejió una red de contactos con fines comerciales para abastecerse de materiales como jadeíta y también para dominar asentamientos cercanos a Tikal, su gran rival.
–¿Se tenía identificado que El Resbalón y Dzibantunich eran parte de esa dinastía?
–En El Resbalón sí porque en la década de los 70 se documentó el glifo de Cabeza de Serpiente y se sabía que la dinastía había tenido un acercamiento o un vínculo con los señores de esa ciudad.
“Pero en el caso de Dzinbantunich no lo sabíamos, fue hasta el 2014 que el arqueólogo Javier López Camacho y su equipo del proyecto Prácticas de Prospección Arqueológica en el sur de Quintana Roo encontraron estos bloques jeroglíficos y posteriormente tuve la oportunidad de documentarlos entre el 2018 y 2019.
En una de las inscripciones aparece el nombre de un gobernante de la dinastía Kaan y muy probablemente su glifo emblema”, responde.
En 2013, tras el aviso de pobladores, arqueólogos visitaron por primera vez el conjunto de bloques con inscripciones al pie de un montículo y decidieron nombrarlo Dzibantunich, que en maya yucateco moderno significa “piedra escrita”. Posteriormente realizaron levantamientos topográficos y ubicaron que los bloques eran peldaños de una escalera jeroglífica asociada a la Estructura 12.
Esa estructura es un montículo de planta rectangular, de 29 metros de largo por 17 de ancho y 4.8 de altura, y tiene una escalinata de 12 peldaños donde originalmente se situaban 10 bloques con inscripciones que fueron hallados.
“No pudimos localizar la escalera completa, los bloques estaban fuera de su lugar y eso podía deberse a actividades de saqueo, ya que los escalones son lajas delgadas que se pueden transportar sin problema. Otra opción es que se deba a una perturbación del contexto donde las piezas fueron alteradas en la época prehispánica”, indica Esparza Olguín.
Los arqueólogos plantean que la Estructura 12 tuvo una primera fase arquitectónica en el clásico temprano (250 d.C.-600 d.C.), otra del clásico tardío (600 d.C.-900 d.C.) y una tercera en el clásico terminal (800 o 900 d.C.).
Los peldaños, plantea el investigador de la UNAM, estarían asociados probablemente a la última fase arquitectónica, pero faltan trabajos de consolidación y excavación para corroborar dicha hipótesis.
Sobre lo que se puede leer, el experto identificó palabras aisladas ya que los peldaños están fragmentados. Una de las inscripciones refiere al día 3 Ajaw, otra nombra a Yax Yopaat (gobernante de la dinastía Kaanu’l) y una más refiere al título “yajaw k’ahk’” que define a comandantes de guerra y que por primera vez se registra en el sur de Quintana Roo.
Otro texto hace referencia al título “ajaw”, planteándose dos hipótesis: que se trate del glifo emblema de Dzinbantunich o que pueda tratarse de una variante tardía del glifo de la Cabeza de Serpiente.
“Aunque no podemos fechar la escalinata, el estilo de los cartuchos jeroglíficos, su forma y material arqueológico nos hablan de que es tardía, probablemente del siglo IX d.C., no lo sabemos bien, pero lo interesante es que Yax Yopaat fue un gobernante del siglo VI; entonces ¿cómo tenemos el nombre de un gobernante temprano en una escalera tardía, cuando han pasado 300 años más de su reinado?”, cuestiona Esparza Olguín.
El arqueólogo indica que los mayas eran afectos a las menciones retrospectivas, es decir, en momentos históricos como en siglo VII y VIII hacían referencias a gobernantes del pasado que fueron prestigiosos.
“Dzibantunich, por su ubicación geográfica, formaba parte de la red de sitios con los cuáles la dinastía Kaan tuvo vínculos durante el 250 d.C.-600 d.C. Llena un vacío geográfico de esta red que llegaba hasta Belice”, expresa.
EL RESBALÓN
Uno de los sitios mayas con registro de inscripciones en escaleras jeroglíficas más extensas es El Resbalón, Quintana Roo; sin embargo, a 50 años de descubrimiento, Esparza Olguín es uno de los pocos investigadores interesado en el desciframiento de su escritura.
“Es raro que no se hayan estudiado las tres escaleras porque esos monumentos se descubrieron entre 1973 y 1974, la última escalera se descubrió en 1978 y son cientos de bloques con inscripciones, muchas de ellas en buen estado de conservación”, destaca.
Las escaleras I y III son las más grandes, cada una tiene 100 o más bloques con inscripciones, muchos encontrados fuera de orden, al parecer, desde época prehispánica fueron removidos y se sabe que fueron erigidas durante el siglo VI d.C.
Algunos bloques se llevaron a la escalera jeroglífica II, durante el siglo IX, porque los pobladores de El Resbalón los tomaban como objetos de prestigio, aunque para esos años el arqueólogo propone que la gente ya no sabía leer las inscripciones ya que varios bloques estaban al revés, es decir, no supieron cuál era la posición correcta.
Esparza Olguín analizó los bloques de la escalera II donde identificó aspectos calendáricos de la cuenta larga y antropónimos. También se percató de distintos estilos de caligrafía.
“Es como cuando escribes a mano y comparas los cuadernos de varios estudiantes, te das cuenta que una sección fue hecha por cierto escriba y en otra parte de la misma escalera tiene detalles diferentes”, narra.
Gracias a otras zonas, el investigador sabe que para la preparación de textos primero un escriba pintaba el grabado sobre la piedra lisa y luego un escultor seguía esos contornos para realizar el grabado.
“No sabemos si pudo haber sido un equipo de escultores que tuvieran conocimiento sobre la escritura jeroglífica que un solo individuo pudiera esculpir o si era un equipo de artesanos calificados quienes cortaban y esculpían los bloques de piedra”, expresa.
*Proyecto Prácticas de Prospección Arqueológica en el Sur de Quintana Roo
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