Exhiben objetos de las colecciones de Diego Rivera y Frida Kahlo que no se habían expuesto nunca
El Museo Anahuacalli ofrece la muestra “Agua que quema”, que también incluye piezas de Graciela Iturbide, Chavis Marmol-Celestial Brizuela, Marta Roberti…
Museo Anahuacalli
Un mar de lava, producto del volcán Xitle hace cerca de 2000 años es ahora cimiento del Museo Anahuacalli, donde la exposición “Agua que quema” explora la dualidad fuego-agua.
“No somos un museo cuya misión sea hacer exposiciones de arte contemporáneo, pero tenemos una historia porque es muy interesante y llama la atención a muchos artistas", comenta la curadora Karla Niño de Rivera, en recorrido por la muestra.
Hasta el 21 de enero, el público puede conocer piezas de fotógrafos y artistas contemporáneos Graciela Iturbide, Cristina Kahlo, Estrid Lutz, Chavis Marmol-Celestial Brizuela, Marta Roberti, Jimena Schlaepfer y Jacobo Toledo, puestas en diálogo con objetos de las colecciones de Diego Rivera y Frida Kahlo que no se habían expuesto nunca.
Desde hace unos años el Museo tiene un programa de arte contemporáneo, "como mínimo una exposición al año, y tratamos de mezclar cosas de nuestra colección con el acervo”, según explica la curadora.
Gracias a ello, en esta ocasión se convocan artistas que no necesariamente viven en México y se exhiben junto a piezas del acervo que "generalmente están en bodega”.
Recientemente, el Museo inauguró en sus instalaciones una bodega, oficinas y nuevas salas de exposición, construidas por el arquitecto Mauricio Rocha, por lo que Karla Niño de Rivera apunta que todavía están en proceso de catalogación.
“Apenas estamos entendiendo cómo rotar la colección permanente. O sea las 1974 piezas que están actualmente en el Anahuacalli llevan aquí desde el 64. Cuando se hizo -o se empezó- el inventario del INAH se registró esto y después comenzaron la bodega, pero ese registro lleva sucediendo 15 años y no hemos terminado. Ahora que tenemos bodega, tenemos la facilidad de entender nuestras colecciones y cómo las vamos a organizar”, sintetiza.
ALT- TLACHINOLLI.
El Anahuacalli fue concebido para exponer objetos y cuadros, entre otras actividades, por lo que la misma construcción marca gran parte del recorrido y la forma curatorial de todas las exposiciones que se llevan a cabo.
“Es un recorrido súper claro: una espiral que se está desenroscando. Si vas por abajo, te das cuenta que - ahora hay una nueva puerta por seguridad, pero antes- regresabas sobre tus propios pasos y se acentuaba más este desenroscamiento de cola de serpiente”, considera Karla Niño de Rivera
Por otra parte, respecto del título y tema curatorial indica que el término atl-tlachinolli usado por los mexicas hacía referencia a una forma serpenteante de agua y fuego.
“Se cree que es una interpretación de esta forma serpenteante lo que derivó en el escudo nacional, que quizás del águila salía una atl-tlachinolli en algunos objetos mexicas y en realidad era este símbolo dual de agua y fuego”, ahonda.
El concepto se puede traducir como agua que quema o que arde y la curadora subraya que se trata de una contradicción que lleva a la creación. A su parecer, esto continúa presente en la construcción arquitectónica ideada por Diego Rivera y Juan O’Gorman: “Anahuacalli significa casa entre dos mares o rodeada de agua”, recuerda “una alusión a estas cosas que parecen sin sentido, pero tienen un sentido mayor, como es un mar de lava”.
“Es raro el asunto oceánico en el Anahuacalli, pero en la colección tenemos conchas y chalchihuites –piedra verde jadeíta- y tenemos representaciones o aplicaciones de cerámica teotihuacana que tienen formas de conchas y estrellas de mar”, continúa.
En cuanto a las piezas del acervo que sobresalen en el recorrido se encuentra una Sirena, adquirida por Diego y Frida y que estaba en la Casa Azul desde 1935/40.
“Es muy rara, tenemos como tres en Casa Azul. Les llaman Tlanchanas, decían que aparecían en canales, entre las milpas, campos y sembradíos. Empezaron a hacer esta figura a finales del siglo xx. Tiene también una connotación mística exótica, de un personaje marino en medio de una sala de piedra”, precisa la curadora.
Para ella, este recinto es un contenedor metafísico (y físico) para la colección de Diego Rivera, así como un espacio que permite conectar tanto en niveles superficiales como profundos del trabajo del artista con otras culturas “madre”.
“Con gente que puede llegar de China o que puede venir de India y ya hay estas formas en el Anahuacalli, que son inherentes en el ser humano. Se pueden desmembrar muchísimos conceptos a partir del movimiento, el acompañamiento de la serpiente que va reptando a las salas superiores”, agrega.