Cultura

La Fonoteca Nacional suma a su acervo ocho cilindros de cera grabados entre 1901 y 1902


Son los soportes sonoros más antiguos registrados para el país, señala el investigador Fernando Eslava Estrada 

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Los cilindros que son ahora parte del acervo de la Fonoteca Nacional.

Los cilindros que son ahora parte del acervo de la Fonoteca Nacional.

La Fonoteca Nacional agrega a su acervo ocho cilindros de cera que se grabaron y reprodujeron entre 1901 y 1902 con el recién inventado fonógrafo de Thomas Alva Edison y, hasta el momento, esos audios y soportes son los más antiguos registrados para el país. Así lo indica Fernando Eslava Estrada, investigador y coordinador del libro “Los surcos de la memoria. Máquinas parlantes y grabaciones comerciales en el México porfiriano”.

En entrevista, el experto platica que la investigación sobre las primeras grabaciones hechas con el fonógrafo dio con el hallazgo de estos cilindros, historia que se incluye en el libro coeditado por Secretaría de Cultura y la UNAM y en el que participan ocho autores.

Estos soportes eran de Reynaldo Mota Molina y su etiqueta menciona la marca J. Morales Cortazar, sin embargo, en México es imposible reproducirlos y grabar digitalmente su contenido ya que no existe tecnología para ello, motivo por el cual los cilindros fueron enviados a Francia.

“A partir de la investigación hecha para el libro pude determinar la antigüedad de los materiales por las etiquetas y por la hemerografía, ésta última indicaba que el comerciante Morales Cortazar cambió de dirección en cuatro ocasiones, pero los cilindros tienen una dirección en la que estuvo entre 1901 y 1902. Es decir, son las grabaciones comerciales más antiguas que hasta este momento conocemos, es el inicio de la industria de la grabación en México”, detalla Eslava Estrada.

¿Qué contienen?

Uno de los cilindros tiene el Himno Nacional Mexicano, eso significa que también es la grabación del Himno más antigua que se conserva hasta el día de hoy, tocada por una banda de alientos, la Banda de Zapadores. También hay canciones que remiten a un entorno rural como “Los amores de un charro”, pieza que sólo lleva voz y guitarra; fragmentos de zarzuelas y hay grabaciones sobre la Batalla del 5 de mayo.

FONÓGRAFO POPULAR

Eslava Estrada comenta que en el siglo XIX había un interés científico por perpetuar el sonido, la idea era capturar el sonido en un papel y poder observarlo.

“En 1855, el fonoautógrafo de León Scott logró eso, pero el sonido grabado no podía escucharse. En México, un señor llamado Miguel Rul decía en 1873 que estaba inventando un aparato que sería capaz de grabar y escuchar un audio, mencionó que esa tecnología se llamaría fonógrafo. Eso fue cuatro años antes de que Edison patentara su fonógrafo”, señala.

En México, el fonógrafo se presentó en 1878 en el Teatro de la Sociedad Nezahualcóyotl y a partir de ese momento generó mucho interés, lo primero que se grabó fue el Himno Nacional Mexicano, la voz de Angela Peralta y a Guillermo Prieto recitando uno de sus poemas.

“Esas grabaciones están perdidas porque se grabaron sobre láminas de estaño y no se sabe dónde están. En 1890 aparecieron los cilindros y es cuando el fonógrafo y gramófono comenzaron a utilizarse para divertir a la gente, para escuchar música”, indica el investigador.

El compilador del libro narra que entre 1900 y 1903 hubo cuatro compañías de grabación en el país y pertenecían a cuatro comerciantes asentados en la Ciudad de México: Javier Morales Cortazar, Julio Ayala, Joaquín Espinosa y Jorge Alcalde.

“Ellos grababan un repertorio destinado para que las capas populares lo escucharan, a diferencia de lo que se ha dicho, que las máquinas parlantes eran aparatos elitistas o suntuarios, destinados para unos pocos, cuando en realidad había fonógrafos ambulantes en toda la ciudad y a través de éstos las capas populares pudieron acceder a estas tecnologías y se acostumbraron a ellas”, precisa.

Entre 1890 a 1900 había decenas de fonógrafos en la Ciudad de México, se rentaba a 10 centavos la audición de una pieza y a veces había promociones de 5 centavos, con el tiempo el costo fue de un centavo.

El libro.

El libro.

“Había gente que se quejaba de los fonógrafos porque la gente se congregaba alrededor y se hacían tumultos, entonces ciertos sectores rechazaban eso diciendo que la plebe se amontonaba, que no desinfectan los audífonos y que escuchaban canciones obscenas. Al grado de que pidieron a las autoridades quitar los fonógrafos itinerantes”, comenta.

Eslava Estrada explica que lo que se reproducía en los fonógrafos era música religiosa, piezas musicales de diferentes géneros, por ejemplo, la habanera que en ese entonces era muy popular, también había cuadros de costumbres e históricos.

“Los de costumbres era la reproducción, por ejemplo, del pleito en una pulquería. Eran audios en los que había diálogos que llevaban a imaginar algo que pasaba en la cotidianeidad de una época. Los cuadros históricos que se hicieron, los producía Julio Ayala y decía que su interés era que en las escuelas tuvieran fonógrafos y que pusieran los cilindros donde estaban grabados los cuadros históricos y así los estudiantes pudieran aprender historia de manera amena y divertida”, indica.