
Antes que escribir y hablar, aprendemos a dibujar; sin embargo, conforme somos adultos nos volvemos huérfanos de ese conocimiento y hacemos creer a los niños que dibujar es una pérdida de tiempo, una actividad sin provecho. Esa es la idea que expresa en entrevista el artista visual Gustavo Ariel Rosemffet (Argentina, 1963), mejor conocido como “Gusti”.
“El dibujo es una forma de escritura y es algo que al principio nos pasa a todos, todos dibujamos y es curioso porque cuando somos más grandes, la gente no quiere dibujar, le da miedo cuando en realidad es lo primero que hacía. En el dibujo encuentro una herramienta fabulosa para comunicar lo que a uno le pasa, lo que uno siente, cómo miramos la vida”, señala.
Para “Gusti”, las personas necesitan quitarse los prejuicios de cómo tiene que ser el dibujo a través de los estigmas que establecen los colegios y la familia.
“Cuando eras chiquito tu dibujo lo pegaban tus papás en el refrigerador, a los seis años quizá el dibujo se lo regalan al abuelo y a partir de los ocho te ven dibujando y te preguntan: ¿qué estás haciendo?, deja de perder el tiempo, estudia matemáticas; y si en la escuela quieres hacer algo medio salvaje te dicen que no porque te puedes manchar o te vas a salir de la línea…te van condicionando”, afirma.
La batalla del Premio Bologna Prize en la categoría “Disability” por el libro “Mallko y papá” es estimular a que todos dibujen, así “podrán comunicar lo que sienten, eso es una herramienta fabulosa y no es necesario que la pongan como geografía o una materia más, el dibujo tendría que ser universal”.
Sueles dibujar en espacios públicos y siempre hay mirones ¿por qué ver el resultado nos llama la atención?
Me encanta porque con el dibujo me puedo animar a meterme a algún sitio, sabes que te van a mirar, pero es otra mirada, no es como la fotografía. Hay que tener espíritu para cualquier cosa, no es que simplemente te contraten, hacer el trabajo y después hacer tu vida. En mi caso, todo pasa a través del dibujo: los miedos, lo que entiendes, lo que ves, los colores, la ropa…todo es dibujable y te lleva a algún lado.
En su libro “Un viaje en lápiz”, editado por Océano, “Gusti” llama a no temer al fracaso ni a estar en la fila de la humillación de los premios, es decir, en la lista de los no ganadores.
“La gente tiene miedo a fracasar y cuando sientes ese temor no vas enteras. Un buen fracaso te sitúa y hace que no lo alimentes, que no te digas: no sirvo para nada. Los fracasos te ayudan a decir: lo vuelvo a intentar; te dan fortaleza. Imagínate que los bebés no se cayeran cuando aprenden a caminar, ellos corren y saltan, experimentan”, expresa.
PASOS POR EL MUNDO
“Gusti” es un amante de los viajes y en su larga lista de recorridos se encuentra México, en especial Chiapas y Oaxaca en donde aprendió palabras en lenguas indígenas y en donde su trazo se modificó.
“Los viajes te abren puertas que no conocías, quizá hay paisajes que los viste en televisión una vez pero estar ahí en directo y poder contactar con gente que son artesanos es increíble. No me gusta ir en plan turista, me gusta involucrarme con las personas, ver cómo viven, cómo piensan, es la manera en que concibo esos viajes y el dibujo me permite entrar a esos espacios”, comparte.
¿Te miras como el puente de imaginar lo que nunca conoceremos?
En Europa cuando un niño se cae, se pone a llorar, entonces los padres corren todos preocupados, pero en la selva el papá se va todo el día a chambear y se quedan los siete niños solos, entre ellos se cuidan y ahí hay serpientes y ninguno llora porque el papá se va todo el día, ellos se autogestionaban, esas cosas me las impregno y vuelvo a casa. No todo es perfecto, pero hay valores identitarios que me encantan.
El libro “Un viaje en lápiz” es un homenaje que “Gusti” hizo a sus padres quienes fallecieron en la pandemia por COVID.
“No dibujé nada para este libro, agarré mi libreta de dibujos y no busqué lo más bonito sino cosas que me pudieran hacer avanzar. Mis padres se fueron con el COVID y entonces el dibujo sirve para todo, no sólo para ilustrar un libro bonito o buena música, también sirve para ilustrar momentos duros”, señala.
Por último, el artista platica que su dibujo es intuitivo. “Lo que encuentro en mi bolso es lo que hay y con eso dibujo. Si voy a pintar y no tiene punta el lápiz, tomo otro, entonces puede que se mezclen colores. Vuelvo al inicio de nuestra charla: nacemos aprendiendo a dibujar, pero nos vamos volviendo huérfanos de ese aprendizaje, entonces me meto a una máquina del tiempo, cierro los ojos y pienso: qué hacía a los 5 años y empiezo mis trazos”.
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