Cultura

Historia de la lengua y el Estado

Para la gestación del español general, cuatro son al menos, en mi opinión, los momentos oficiales clave, cobijados todos ellos por la monarquía

el colegio nacional

Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional

Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional

Concepción Company Company inaugurará su nuevo ciclo dedicado a reflexionar sobre cómo los espacios físicos y simbólicos influyen en nuestra comunicación y en la construcción de nuestra identidad lingüística. A propósito de este nuevo encuentro, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento del primer capítulo de su opúsculo “El español en América: de la lengua de conquista a la lengua patrimonio”.

Fragmento

Las lenguas que alcanzan altos niveles de generalización y estandarización, que se constituyen en vehículos de transmisión cultural, científica y tecnológica, respaldadas por la imprenta y los medios de publicidad, y que alcanzan en el mundo actual altos niveles de comunicación global en las redes, han tenido a lo largo de su historia iniciativas estatales que les han otorgado un estatus de oficialidad, sea de manera explícita en una constitución o carta magna, sea de facto en el funcionamiento real cotidiano de esas lenguas […]. En suma, la cabal salud de una lengua y su capacidad de constituirse en herramienta de calidad de vida cotidiana, a la vez que, de reflexión y creación científica y cultural, dependen en buena medida de que el Estado se preocupe o no por ella.

[…] Para la gestación del español general, cuatro son al menos, en mi opinión, los momentos oficiales clave, cobijados todos ellos por la monarquía; para la difusión del español en América y su variación, el tercero y el cuarto fueron fundamentales. No hay que olvidar, sin embargo, que toda comunidad de hablantes posee sus propios mecanismos niveladores y reguladores de lengua, cuente o no con respaldos estatales, pero, si carece de éstos, su estandarización suele ser más lenta y verse obstaculizada, su fragmentación dialectal se acelera, e incluso puede llegar a estar en peligro de extinción.

El primer respaldo oficial provino de Fernando III el Santo a inicios del siglo XIII […] Fernando III […] decretó que la lengua de la Real Chancillería —institución o dependencia de gobierno equivalente a la actual Secretaría de Gobernación, en México, o al Ministerio del Interior o Ministerio de Gobernación, en otros países— fuera el castellano y no el latín. Evidentemente, no lo hizo por gusto, sino por necesidad, porque la documentación en latín ya nadie la entendía y, en consecuencia, nadie acataba las órdenes de los documentos expedidos por el rey desde la Chancillería. Las necesidades fundamentales eran —antes como ahora— dos: primero, que entrara dinero a las arcas de su reino, es decir, que los súbditos contribuyeran con trabajo e impuestos —tributos, como se les llamaba— a mejorar el Estado; segundo, que los súbditos acataran normas básicas de convivencia social.

[…] El segundo momento oficial fundamental para la historia de la lengua está representado por Alfonso X el Sabio […] Gracias a él, el español, todavía castellano, accedió a la condición de lengua de cultura. No hay posiblemente en toda la historia de nuestra lengua una promoción tan consistente, tan deliberada y tan bien lograda con el fin de estandarizar y generalizar una lengua como la herramienta única para hacer literatura, ciencia, historia, derecho, filosofía, esto es, cultura en todas sus manifestaciones. La obra alfonsí, como se la conoce, la componen decenas de miles de páginas escritas en “la nuestra lengua castellana” —como constantemente dicen los textos de la época, señal de que esa lengua “nuestra” era bastante nueva y requería, por ello, de una constante autoafirmación—. Decenas de miles de páginas de crea de creación lírica y épica, de historiografía, de ciencia, de cultura, de hagiografías —vidas de santos—, de narrativa, de filosofía, de fueros y leyes, etc.

[…] El tercer momento oficial compete a tres reyes, los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a finales del siglo XV e inicios del siglo XVI, seguidos por el nieto, Carlos I, el primer monarca de la dinastía conocida como los Austrias, en la primera mitad del siglo XVI. Con ellos, el español desbordó sus fronteras castellano-leonesas y se tornó, en verdad, la lengua española: una lengua ecuménica porque se volvió el vehículo de comunicación de extensos territorios, en Aragón, en los Países Bajos, en Italia, en parte de Asia y, desde luego, en América.

El cuarto momento oficial corresponde al monarca borbón Carlos III, compete a América y se produjo a mediados del siglo XVIII, hacia 1755-1760. Este rey poco tiene que ver con los anteriores porque la actividad cultural que respaldó, aunque nada desdeñable, fue más exigua. Sin embargo, se trata de un rey crucial para los americanos, puesto que las medidas políticas adoptadas por Carlos III para los territorios americanos fueron un indudable disparador de la mayor diferenciación del español en América y de su progresivo distanciamiento respecto del español peninsular.