
Los jóvenes tienen una inquietud por las técnicas antiguas, porque hoy la fotografía está saturada de exactitud, de la fidelidad de lo digital, existe una dependencia que te cuesta dinero, por eso lo que hay más son imágenes que fotografías, porque las fotografías existen per se, si se va la luz, siguen estando ahí”, opina Tomás Casademunt, quien durante tres años fotografió la zona arqueológica de Teotihuacán, trabajo de 40 imágenes en blanco y negro hecho de forma artesanal que se dará a conocer en un libro editado por RM.
Sobre la técnica, el también autor del libro Maya Puuc —trabajo que fue expuesto en 2010 en el Museo Nacional de Antropología—, explica que las fotografías fueron tomadas en placas de 8 x 10 pulgadas y están basadas en la libertad de error y experimentación que le ofrece la sobreexposición, así como el revelado y la ampliación en un cuarto oscuro.
“Estuve trabajando tres años en este proyecto, especialmente hubo un año muy intensivo cuando renté una casa a un costado de la Pirámide del Sol, ahí monté todo el laboratorio, así como le hacían los pioneros y viajeros, fue un proceso sin interrupción. Tuve carta abierta del INAH, entonces de las seis de la tarde a las ocho de la mañana estaba solo, sin asistente para que no interviniera la palabra, para no racionalizar el proceso”, comenta el fotógrafo catalán que en abril celebrará con una exposición sus 20 años de trabajo en México.
En las fotografías de Casademunt se podrán observar las pirámides de la zona con sobreexposiciones de luz, ya que el creador mantuvo varias tomas durante tiempos prolongados. “Por ejemplo, hice una exposición nocturna con luz de luna, una posición que mantuve durante tres meses hasta que resolví problemas técnicos, porque mi apuesta en esta serie no es diversificar y generar muchas imágenes, sino apostar por un cuadro y una vez definido, ir al fondo con él”.
Otras fotografías tienen un efecto multidimensional que el artista logró al encimar una misma imagen captada en horarios diferentes. “Es una percepción de ir más allá de la realidad, de donde hay algo extraordinario, esa era mi intención: ir más allá de lo que podemos ver. Esta serie no tienen una ambición científica, no es lógica, es una percepción personal, pero me di cuenta de paralelismos”.
En el caso de la múltiple exposición o de encimar las tomas, trató de ilustrar el fenómeno del movimiento. “En el México antiguo construían una estructura sobre otra para propiciar un ollin, el movimiento, era el motor fundamental de la vida, de la ilusión, de no concluir nunca, de estar siempre trabajando y construyendo sobre lo construido sin denostar la herencia, por eso en cada templo había una separación entre uno y otro, no es que anularan lo hecho, sino que en base a lo hecho seguían adelante”.
—¿Por qué los cielos de Teotihuacán no son negros como los cielos de la zona Puuc?
—Teotihuacán está envuelto por varios pueblos y existe una contaminación lumínica muy fuerte. A diferencia del área maya, aquí se generan otros cielos a pesar de que las fotografías están sobreexpuestas. Hubiera estado bien preservar un área más grande de luz natural, porque además siempre hay cohetes y en esos casos resultó más difícil imaginar cómo era la vida hace dos mil años.
Sobre la edición del libro, Casademunt señala que aunque se tenía planeado concluirla en 2015, a pesar del interés que mostró el Fondo Editorial del Estado de México y el INAH, se tuvo que detener por falta de presupuesto.
“Hasta que no haga el libro, no expondré la obra ni subiré nada a mi página. Pero la idea de las imágenes es algo que se va materializando, es una serie mostrada desde la vista de una serpiente, siempre a ras de piso, es la mirada que siempre está ahí y que estuvo. Es una serie de mucha reiteración”.
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