Cultura

Ignacio Solares y Pepe Gordon raspan las hendiduras humanas para entender el gran misterio que es la vida

“Novelista de lo invisible” es un libro que conjuga cuatro décadas de conversaciones de los escritores sobre la existencia humana: ese gran misterio que va más allá de nuestra percepción, bello, inmenso… y donde está el otro 

Ignacio Solares.

Ignacio Solares.

Paola García.

Ignacio Solares cuenta que una noche en la Sierra Tarahumara le preguntó al padre Blanco qué veía en el racimo de estrellas que tenían sobre ellos. El jesuita las miró  con sus ojos escrutadores y pugnaces detrás de los lentes,  y le contestó: “Veo vida”.

¡Vida! Ese breve tramo de tiempo que el hombre pasa en la Tierra y cuyo gran misterio busca entender desde sus primeros pasos en la posición erecta, es el tema de conversación entre Ignacio Solares y Pepe Gordon que se concreta en el ensayo “Novelista de lo invisible”.

Pero también es un libro que camina por los meridianos literarios de Solares: sus exploraciones sobre la muerte y lo sagrado, los encuentros con Octavio Paz, Julio Cortázar, Erich From y Luis Buñuel, su alcoholismo y el poema como nave que nos saca de la tristeza, “porque la poesía debe ser como la buena leña: seca, para que nos ilumine y dé calor”. Y en este misterio que es la vida, entra la amistad, el gran refugio humano y el encuentro con el otro, eso que nos permite ser nosotros mismos a través del que está enfrente.

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Así, el ensayo se convierte en una especia de novela de la conversación. Conversación que se extiende en esta entrevista con Solares y Gordon que así fue:

“El novelista de lo invisible es un ensayo sobre la existencia humana, ¿cómo hurgar en las hendiduras de la vida?

Pepe Gordon (PG): El libro es una conversación que gira en torno a las claves de la obra literaria y el mundo de Ignacio Solares, donde están sus exploraciones a los mundos internos, los mundos invisibles de los sueños, los fantasmas que persiguen sus personajes, de la trascendencia descendente que se llama delirium tremens que se genera por el alcoholismo, pero también de la búsqueda de lo sagrado.

Porque cuando llegamos a lo más oscuro y terrible de la existencia, resulta que en ese infierno a veces aparece, de manera extraña, la trascendencia. Y resulta también que se pule la vida, digámoslo así, donde la existencia alcanza ese nivel al que se refería Aldous Huxley: la materia se convierte en una piedra preciosa que tiene la capacidad de filtrar la luz y nos recuerda que más allá de que nosotros también somos máscaras, también tenemos la posibilidad de filtrar la luz.

Es ahí donde se mueve todo este registro literario de Ignacio Solares, para tratar de atrapar el lado invisible de lo visible, como dijera Amos Oz. Se trata del doble registro donde no se deja de ver el problema de la máscara: como nos ocultamos a los otros y no queremos que el otro nos perciba ni queremos percibir al otro.

Y también es un sitio donde se retratan las búsquedas de Nacho: esas zonas donde los personajes, más allá de sus angustias, pueden dar esa transparencia que nos recuerda que, aunque somos también materia opaca y oscura, tenemos la capacidad de filtrar luz, de ser transparentes.

Ignacio Solares (IS): Yo diría que todo eso que dijo Pepe de alguna manera tiene que ver con algo: con la poesía. Soy fan de la poesía y creo que es el gran consuelo de los seres humanos. Cuando tienes un problema o tienes una depresión, un rompimiento amoroso, nada como un poema para sacarte del problema. ¡Nada! Entonces creo que, de alguna manera, eso se traduce en poesía. En mi caso, la poesía me ha nutrido en buena medida para lograr todo eso y que no lo hubiera logrado por mí mismo. Una vez Octavio Paz me dijo que yo tenía buen oído para la poesía y me lo creí -jajajaja-.

No sé si sea cierto o no y a partir de ahí he sido un gran lector de poesía. No escribo poesía, mis respetos, pero me llega mucho la poesía de Quevedo, Lope de Vega, Góngora, Alberti, Jorge Guillén, Pedro Salinas, por supuesto García Lorca, y la poesía mexicana con Villaurrutia…

Por ejemplo, oye este poema corto de tres líneas:

Mis pasos en esta calle

resuenan en otra calle

donde sólo es real la niebla

Oyes, es el reflejo de que la poesía debe ser como la buena leña: seca para que nos ilumine y dé calor. Hay un poema que casi me lo sé de memoria, pero no me atrevo a decirlo, estoy un poco desvencijado, es “Elegía a un compañero muerto en el frente de Aragón”, que le escribió Paz a Miguel Hernández, y muestra como la amistad es uno de los grandes refugios que tenemos los seres humanos, porque la amistad no te exige, no te pide, nada te cobra

Paz escribió este poema cuando mataron a Miguel Hernández y verdaderamente, aunque no lo publicó en sus primeras obras completas y luego sí, cada vez que los decía, lloraba. Una vez lo leyó junto a mí y se le pusieron los ojos rojos.

De este recuerdo sólo te puedo decir que sin la poesía este diálogo no hubiera sido posible, por qué, porque en el fondo, como ves, hay una música secreta en todo lo que decimos, una música que quiere y se transforma en palabra y quiere llegar a lo más hondo de los corazones quienes leen. Ahí estamos, ahí estaremos, ahí estarán los lectores, a dónde podemos llegar juntos no lo sé, pero llegamos juntos, porque un libro, sobre todo, es un misterio compartido y en este caso si algo busca nuestro libro, es ese misterio compartido.

-Esto, Ignacio y Pepe, lo que tengo en la mano -el libro- es el gran misterio, ése que nos gusta entrar a cada rato, porque le decía a Pepe, es la plática, es tomarnos una coca cola, comer galletas, es encontrarte con el otro, es mostrar todas las debilidades y bondades del hombre, por ejemplo, tú, Nacho, todo tu espiritismo y alcoholismo, que nos relatas, y Pepe, cuando usas el “I Ching” y le preguntas como superar las vulnerabilidades, entonces lo que ustedes bordean en este ensayo es el gran misterio de la vida. Mostrarnos al otro como somos. Es una delicia lo que hacen, porque es la celebración a la vida. Es como oír música.

IS: Escribe eso.

Pepe Gordon.

Pepe Gordon.

Belinda Garen

PG: Lo planteas perfectamente. La conversación se parece a la música y entonces, el libro es música y una celebración de la vida, una exploración de los misterios de la vida, de los claroscuros de la vida, porque, efectivamente, hay momentos en que simplemente sentimos que perdemos la brújula completamente y entonces la poesía y sus palabras nos dicen que tenemos una soledad acompañada.

Es nos muestra el poder que tiene el libro, instrumento de palabras, que cuando se refinan y pulen hasta la transparencia, tal vez nos puedan reflejar la inmensidad que nos habita, la grandeza que está ahí adentro y los vasos comunicantes que podemos tener frente a la muerte y la vida.

Y eso es lo que exploramos juntos. Nacho Solares, como bien lo dices, ha estado investigando lo que está, de alguna manera, alrededor del misterio de la muerte. Y de repente nos entrega conclusiones sorprendentes porque no están basadas únicamente en la imaginación. Uno podría pensar que, frente a la tragedia de perder a un ser querido, como en el poema que nos acaba de leer Nacho, las palabras serían frente a la muerte sólo una especie de consuelo, pero no es así porque que percibimos al mundo de manera muy limitada. No es miramos todo lo que podríamos ver o como decía el poeta William Blake: “Si limpiáramos las ventanas de la percepción veríamos la realidad como es: infinita”.

Entonces la búsqueda de Nacho tiene que ver con esas fronteras entre la vida y la muerte, fronteras que también exploró, por cierto, León Felipe, que hablando de poemas también tenía su forma de plantear el misterio de la muerte. Decía, lo estoy parafraseando, “somos como un caballo sin memoria/ como como un caballo que no se acuerda ya de la última valla que ha saltado/venimos corriendo por la larga pista de siglos y de vez en vez la muerte, el salto/ y nadie sabe cuántas veces hemos saltado para llegar aquí/ y cuántas veces saltaremos para llegar a Dios que está sentado al final de la carrera esperándonos/

Y esta exploración aparece una y otra vez en las novelas de Ignacio Solares y, lo que podría pensarse que nada más es un subterfugio de la imaginación para tratar de enfrentar el dolor, resulta que está basado en experiencias reales de Nacho.

Entonces, una parte clave de este libro es revelar lo que únicamente en la amistad se puede revelar: meternos a ese campo íntimo donde podemos hacernos las preguntas más íntimas y, en este caso, las preguntas más íntimas al I Ching para tratar de ver cómo en estas preguntas de alguna manera desatan el nudo que hemos estado enfrentando en todo el libro, que es el nudo de la existencia. De qué se trata, cómo la abordamos, cómo la enfrentamos y, sobre todo, de los hallazgos que aquí y allá nos da los atisbos de la literatura: atisbos de trascendencia, atisbos de una luz que se filtra más allá de la materia.

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Por esto, Nacho y yo queremos pensar que en los lectores mismos también esta profunda incógnita, de cómo nos enfrentamos a la existencia con todas nuestras vulnerabilidades y, si es posible, ir más allá de ellas.

IS: Ya quiero terminar porque se me agotó la pila. El libro no tiene culminación ¡ehh!

Sólo para terminar Nacho y Pepe, ¿el gran misterio de la vida no sería el compartir lo que nos gusta con el otro para eliminar la crueldad e indiferencia humana?

IS: Mira, por ejemplo, la droga se consume solo, dentro de un baño u otro sitio. Una copa de vino la compartes con alguien. Y creo que va por ahí. En ese sentido me pregunta Pepe por la tarahumara donde yo era un asiduo visitante. Iba con el padre Blanco, que era jesuita y con el que había estudiado. Entonces una noche le pregunté qué veía en el racimo de estrellas que teníamos sobre nosotros. Las miró un momento, con sus ojos escrutadores y pugnaces detrás de los lentes y contestó, en un tono dulce y convincente: “Veo vida”.

Entonces, creo que más lejos no puedes ir.

PG: En el misterio de la existencia siempre hay algo, en lugar de que nada haya absolutamente. Ese es el gran misterio y ese algo que está ahí implica vida, que va más allá de nuestros límites de la percepción, implica belleza, implica abrirnos a una inmensidad que nos habita y cuando descubrimos esa inmensidad, entendemos que ser trata de apreciar el estar con el otro y apreciar su existencia.

El libro.

El libro.