
Si el escritor Juan Pablo Villalobos (Jalisco, 1973) tuviera un poder, éste sería anular la práctica de la herencia. “No debería de existir, a ver si es cierto que todo es meritocracia, que tengamos las mismas oportunidades sin que papá me haya dejado departamentos, una empresa o un millón de dólares en la cuenta bancaria”, expresa a propósito de su reciente novela “El pasado anda atrás de nosotros”.
La obra editada por Anagrama narra el momento en que el protagonista regresa a su pueblo, Lagos de Moreno, Jalisco, donde se reencuentra con su compañero de primaria, el buleador Everardo, a quien le da un puñetazo y eso marca el inicio de una serie de rumores: él es el causante de su muerte.
-¿Por qué colocar el dinero como un tema?
Me parece curioso que en muchas novelas no se hable de dinero y eso tiene una explicación: las escribe gente que no tiene problemas de dinero. La novela es un género burgués y así ha sido. Mucha gente que escribe es de una élite y tiene una posición económica privilegiada.
De pronto puedes leer novelas y si hay dinero aparece en plan de herencias, de desfalcos o de la miserabilización. El dinero como motor de las tramas tendría que estar más presente en la literatura mexicana porque vivimos en una sociedad muy inestable y precaria.
Las conversaciones en la novela son reales, mis hermanos y yo sólo hablamos de dinero, de quién paga qué, que ahora mis padres necesitan tales estudios y cuestan tanto.
Villalobos señala que en su libro la comedia se da a partir de enredos sobre el dinero, pero también hay una reflexión de cómo el dinero está asociado a la memoria.
“El dinero traspasa de generación en generación y para mí hay una cosa que es una aberración, si tuviera un poder anularía la herencia. Que todos juguemos con las mismas posibilidades. Lo que mantiene la memoria es el dinero y en la novela lo menciono en relación con la vida en Lagos, son los mismos apellidos: Román y Vega, los ricos desde el siglo XVI y siguen, ahí está la memoria del pueblo, es el pasado que está vivo a través del dinero”, afirma.
-¿Pero existe una facilidad de obtener dinero bajo todo tipo de consecuencias?
Hay una discusión que vale la pena tener como sociedad y es parte de lo que alimenta la cultura del dinero fácil asociada a la violencia: vivimos en una sociedad muy injusta.
No estoy diciendo que esté bien que alguien tome el camino de volverse un sicario o que lave dinero, pero a muchísima gente se la ponemos muy difícil o imposible para hacerse una vida digna. Vivimos en un país muy corrupto y desigual.
No le aceptaría a un empresario multimillonario que venga a darnos lecciones de moralidad, incluso ni al Chapo Guzmán. La injusticia y desigualdad acaban justificando que jóvenes y quienes se ve en una situación desesperada vean como coartada el decir ‘no está tan mal meterme en la violencia porque al final todo es una porquería’, ‘si al final este güey que tendría que pagar impuestos no los paga y este otro hizo una tranza con los contratos del gobierno por qué yo no”.
REGRESO A MÉXICO
Juan Pablo Villalobos vive en Barcelona desde 2003 y por el momento estará en México unos meses, así que comenta que esta novela es una deuda saldada con el país y con su ciudad natal.
“Además del regreso del protagonista a ver su familia que vive en Lagos para cuidar a sus padres, tenía necesidad de volver a escribir una historia situada en México porque no lo hacía desde 2014 con Te vendo un perro. Tiene mucho que ver con situaciones y circunstancias personales”, indica.
Al autor y Premio Herralde de Novela 2016, también le interesaba plantear la circunstancia del hijo, “alguien que de recibir cuidados de sus padres pasa a hacerse cargo de la realidad y cuidarlos porque ya que están grandes, es el momento en que la lógica se invierte, los hijos cuidan a los padres”.
-Cuando estamos con los padres, ¿nos convertimos en desobligados?
Me interesan las costumbres y hábitos, cada familia tiene códigos y protocolos que no vas a cambiar. En casa de mis padres se come a una hora y si llegáramos todos los hermanos y primos, a la fuerza, comeremos a las 2 de la tarde porque hay cosas que en cuanto atraviesas la puerta de una casa son leyes.
Aunque eres adulto esas normas te siguen tratando como un niño porque no puedes decidir. Es lo que le pasa al personaje, se va infantilizando y hay momentos en la novela en que crees que está hablando el adulto, pero está contando una cosa que le sucedió de niño.
-¿Eres un extranjero cuando regresas al hogar de infancia?
Por mucho que hayas cambiado, cuando vuelves a tu colonia, la gente que te vio de pequeño te mira con sospecha y dice: no eres escritor, no te hagas, eras un chamaquito que jugabas fútbol y estabas bien pendejo, cómo vas a ser escritor.
Esa gente te deja encapsulada en un momento y eso es lo que eres. Las personas tenemos miedo al cambio y no quieren que cambies por el temor a romper los vínculos.
VIOLENCIA
El protagonista de la novela tiene una historia de violencia con Everardo, quien de niño lo molestaba, práctica que sigue ejerciendo cuando regresa a Lagos ya que le hace pasar vergüenzas y miedos.
“Hoy le dirían el buleador, en mi época no existía la palabra ni el concepto, eran los abusadores y gandallas. Everardo es la figura que está presente siempre en los grupos ya sea de la escuela o amigos, siempre aparece esa persona que se quiere imponer a los demás, quiere que todos obedezcan su voluntad y alguien se niega, ejerce la violencia, se burla y es humillante”, destaca Villalobos.
Sin embargo, esa visión negativa es reciente, agrega el autor. “Cuando era niño esa figura era entre temida y admirada, se decía: éste es el chingón, ojalá yo lo fuera”.
Además, si ese buleador te está molestando, tienes que ver cómo le haces para imponerte ante la violencia o para convencerlo de que no te moleste: te alías y te vuelves su cómplice, añade.
“Esa figura me parece importante relacionarla con una cultura de la violencia porque es dominante y ahora se ve hasta en el kínder. Ahí empieza algo que tenemos mal resuelto en la sociedad, de nuestra relación con la violencia, lo que toleramos, lo que permitimos, alentamos y celebramos, porque decimos con orgullo: ése es el machito y el otro el marica”, expresa.
-En la novela también planteas violencias viejas o no superadas, ¿eso agudiza nuestra realidad?
Tiene que ver con lo que permitimos como sociedad o cuando asumimos que así son las cosas. ¿Cómo vas a solucionar un conflicto que tiene como uno de sus componentes la violencia con una violencia mayor?
Si no hemos privilegiado el diálogo, la empatía, la comprensión y la responsabilidad de los actos, sí hemos permitiendo elementos contrarios: la imposición, la arbitrariedad y el autoritarismo en lo micro, por ejemplo, en las familias o en los trabajos: el jefe que amenaza o que no te paga las horas extras.
Esas actitudes explican las otras violencias, las macros, porque funcionan con los mismos mecanismos: hay un poder sobre el otro. Si en la sociedad desigual no tenemos herramientas ¿realmente vas a dialogar con ese padre autoritario, con ese marido golpeador o con ese policía que tiene un arma? Es complicado.
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