Cultura

Leonardo López Luján ingresa a Academia de las Inscripciones y Bellas Letras de Francia

Es el primer latinoamericano en ser elegido para la AIBL, como miembro corresponsal extranjero, institución fundada por Jean-Baptiste Colbert

Leonardo López Luján.

Leonardo López Luján.

Colnal

El arqueólogo e integrante de El Colegio Nacional, Leonardo López Luján, fue electo como miembro corresponsal extranjero de la Academia de las Inscripciones y Bellas Letras (AIBL), en Francia.

El también profesor-investigador del INAH y Premio Crónica, es el primer mexicano y latinoamericano en ser parte de esta institución desde que esta renombrada sociedad científica fuera fundada hace más de tres siglos y medio, exactamente en el año de 1663 por Jean-Baptiste Colbert, el célebre ministro del rey Luis XIV.

La designación, señala el Colnal en un comunicado, se reconoce las más de cuatro décadas que López Luján ha consagrado al estudio de las antiguas civilizaciones mesoamericanas de Teotihuacan, Xochicalco y Tenochtitlan, así como a la investigación de los orígenes de la arqueología y el coleccionismo en México.

Se trata de una institución de gran prestigio en ese país y cuya sede está París, en el Institut de France. La AIBL está dedicada al avance y la difusión del conocimiento sobre las civilizaciones de la antigüedad Clásica y la Edad Media, así como al de las primeras civilizaciones extraeuropeas, incluidas las amerindias. Sus múltiples actividades comprenden disciplinas como la arqueología, la historia, la historia del arte, la filología, la lingüística y la epigrafía.

Además de sus muy distinguidos miembros regulares y asociados, la AIBL cuenta con 50 miembros corresponsales extranjeros, uno de los cuales será ahora el mexicano López Luján. De esta manera, la AIBL reúne a personalidades representativas de sus diversas disciplinas científicas. Se trata de expertos electos por sus pares en forma vitalicia y en razón a la calidad de su obra, de su productividad y de su renombre internacional.

TRABAJO.

Una muestra del trabajo de Leonardo López Luján, es la entrevista que realizó Reyna Paz Avendaño y publicada el 21 de enero de 2021, en la cual el director del Proyecto Templo Mayor, cuenta cómo se adentró en expedientes inéditos del Archivo Histórico de la Ciudad de México que narran el momento en que fue descubierto el monolito de la Coatlicue, la diosa de la tierra. Los detalles de ese acontecimiento los narra el arqueólogo en su libro “El ídolo sin pies ni cabeza”.

En esa ocasión explicó cómo el corregidor intendente del México virreinal, Bonavia, informó que la Coatlicue vio la luz el 13 de agosto de 1790 y que fue sacada a superficie el 4 de septiembre del mismo año, datos tan escuetos que al virrey Revillagigedo le fueron insuficientes, él quería conocer más detalles de la escultura mexica.

“En primer lugar, quisiera decir que estoy muy contento por la publicación en El Colegio Nacional de mi ensayo El ídolo sin pies ni cabeza: la Coatlicue a fines del México virreinal. Forma parte de la serie opúsculos, obras de muy pequeño formato y vendidos a 30 pesos, pero con un bellísimo diseño editorial del equipo de Alejandro Cruz Atienza”.

López Luján precisa que el ensayo tiene como origen un gran descubrimiento que, curiosamente, no es de carácter arqueológico, sino histórico.

“Me refiero a la aparición en el Archivo Histórico de la Ciudad de México de un expediente inédito que data del año de 1790. A este respecto, tenemos que recordar que el 13 de agosto de ese año emergió a la superficie el monolito de la Coatlicue, cando se hacían trabajos de remodelación en la Plaza de Armas, es decir, en lo que hoy llamamos Zócalo”, platica.

En el expediente se evidencia el interés del virrey Revillagigedo en conocer las características y las circunstancias del hallazgo, añade el arqueólogo.

“Así se tomó declaración al ingeniero, al maestro de obra y a testigos como los dueños de una mercería y una cacahuetería. En suma, este expediente es una maravillosa instantánea de ese momento memorable”, comenta López Luján.

En el libro, el arqueólogo narra que la Coatlicue se halló a escasa distancia de la superficie en el lado sureste del Zócalo, el monolito estaba recostado con su cara frontal hacia abajo, en una posición casi horizontal y tres semanas fue el tiempo que tardaron en extraer la escultura de más de 24 toneladas para colocarla de pie.