
¿Cómo identificar a una persona? Es la pregunta que lanza el artista Víctor Benítez (Xalapa, 1991) en la exposición Máscara, significación e historia, donde a través de 50 imágenes explora el significado del rostro mediante las máscaras, las sombras, la ausencia y las gestualidades.
La muestra que permanecerá hasta el 21 de septiembre en la Casa Universitaria del Libro (Casul), ubicada en Orizaba 24, Roma Norte, CDMX, uestiona si la imagen del rostro es la única manera de reconocernos.
“Es un proyecto que surge a partir de mi trabajo de hacer retratos a escritores y artistas porque me doy cuenta que el retrato es algo más que la configuración del rostro, es decir, que la manera de reconocernos a través de una imagen no sólo es posible a través del rostro”, comenta el fotógrafo.
Algunos ejemplos de esa idea, añade Benítez, son las fotografías que ha hecho a la escritora Yásnaya Aguilar donde la lingüista aparece de espaldas en medio de la Sierra Mixe o la imagen de la autora Marta Sanz tapándose el rostro con un libro.
“Fue darme cuenta que el retrato sigue ahí a pesar de que ellas no están mirando a la cámara”, indica.
Otra de las preguntas que dieron origen a la exposición fue por qué las personas hacemos una memoria visual y usamos la fotografía para tener una especie de diario o de identidad.
Algunas de las experiencias que el artista narra para responder esas inquietudes son las fiestas tradicionales.
“La foto del cartel es la fotografía de un pueblo veracruzano afrodescendiente que se llama Coyolillo que es muy famoso por sus máscaras, es decir, la muestra es una exploración de cómo suceden muchas cosas alrededor del rostro y en ese espectro hay fotografías sin rostros, máscaras de payasos, máscaras de animales, máscaras de danza…”, destaca.
Benítez plasma dos reflexiones más: las metáforas y las ausencias.
“En la exposición hay un par de postales de ciudades extranjeras y de la Ciudad de México. Recuerdo que cuando estaba en Europa pasé por el peor momento de mi vida, pero las fotos que tomaba estaban bien logradas, muy bellas. Entonces pensé que solemos usar la fotografía como una máscara y es lo que sucede en redes sociales, que usamos las imágenes para para no evidenciar una realidad”, explica.
Sobre la ausencia, el fotógrafo narra que hay dos obras sin título que aluden a los desaparecidos.
“No importa el rostro en la ficha de un desaparecido porque es muy difícil reconocerlo, quiero tener mucho cuidado con esta expresión porque no lo estoy demeritando, más bien cuestiono la utilidad y el efecto de la fotografía porque no creo que sea un recurso eficiente para la búsqueda de personas, es como si salieras del metro y quisieras recordar todas las caras que viste, pero eso se debe también a que la cantidad de desaparecidos en este país es altísima”, señala.
En ese contexto, el retrato cumple otra función: el de la memoria, añade Benítez.
“Otro tema doloroso es que los desaparecidos, en muchos casos, es un eufemismo para decir personas ejecutadas, en ese sentido, es importante entender que los cuerpos no se reconocen a través de fotografías sino través de huesos, dientes, cabello y ropa”.
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