Cultura

Mirada al cine rumano

El cine rumano en particular ha mostrado en las últimas décadas ser una fuente, como decía Andrei Tarkovsky, para recuperar el tiempo perdido

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Dr. Rafael García Pavón. Dr. Rafael García Pavón. (La Crónica de Hoy)

Rumanía no solo es una isla de latinidad como se suele decir, tampoco es solo el pueblo que tiene en sus entrañas el sentimiento del Dor (Nostalgia, dolor) y de resignación cósmica de la que hablaba el pensador rumano Mircea Eliade; lo cual sería el resultado de una historia y un destino, porque al ser Rumanía la bisagra entre occidente y oriente, ha tenido siempre que estar en el dilema entre la defensa y la asimilación de los cursos de otros pueblos. Si bien todo ello es parte del espíritu rumano, Rumanía es algo más que eso, es una fuente de esperanza, y como decía el periodista Robert D. Kaplan, un ejemplo existencial para los tiempos que vivimos y los tiempos venideros. Porque a través de su cultura, sus actitudes, el arte y el cine, Rumanía ha generado y mostrado al mundo que el terror de la historia -como le llamaban Mircea Eliade y Emil M. Cioran al curso involuntario de los hechos que cambian radicalmente las formas de vida- puede transformarse en belleza; puede convertirse en un aprendizaje de hospitalidad y de convivencia multicultural, en donde el tiempo no se queda detenido en los pasados, en los resentimientos, en los arrepentimiento no realizados, si no que con una buena dosis de ironía y de humor la creatividad del espíritu rumano crea una cultura que genera ese sentido que sobreviva a la muerte, como nos ha dicho Mauricio Wiesenthal; y el cine rumano en particular ha mostrado en las últimas décadas del siglo XXI ser una fuente, como decía Andrei Tarkovsky, para recuperar el tiempo perdido.

¿Cuál tiempo perdido? El de la intimidad, como la sacralidad de la vida, y por lo mismo tan rumano como universal. Lo cual es, según palabras de algunos directores muy connotados como Cristi Puiu o Cristian Mungiu, el sentido mismo del cine: recuperar el misterio de lo inefable. Lo inefable de aquello que en las relaciones cotidianas genera encuentros y mundos de sentido, no porque sean aconteceres grandilocuentes -como los del sueño americano que ahora se ha extraviado en los filmes de Marvel Comics- no porque sean héroes solitarios, sino porque como diría el pensador danés Soren Kierkegaard: es el individuo ordinario el verdadero hombre extraordinario, es decir, aquél que en cada segundo se juega la vida entera, dependiendo de si en ella encuentra su propio misterio y alegría, o solo la ve superficialmente bajo el ojo de lo útil y el espectáculo.

Si bien el cine rumano tiene una larga historia, la llamada Nueva Ola Rumana, que según Dominique Nasta en su libro Contemporary Romanian Cinema. The History of an Unexpected Miracle consiste en un estilo minimalista, irónico, de humor negro y de absurdo realismo, originado en los filmes de Cristi Puiu, logran captar el deseo de salir de la fragmentación y la enajenación histórica, viendo cómo en lo cotidiano lo extraordinario sucede como presencia de algo que justifica la existencia más allá de los discursos dominantes, y que solo se puede comunicar y comprender en la intimidad del perfomar del amor, en otras palabras, la recuperación de la realidad de la interioridad del espíritu humano.

Es el caso de los filmes de Cristian Mungiu en los cuales puede verse un estilo de documental que nos engaña haciéndonos sentir que vivimos una crónica, con un minimalismo que igualmente nos engaña haciéndonos creer que no sucede nada, y entre esos tejidos ordinarios y formas de filmar, sucede un gesto de algo extraordinario, como un afecto, una realidad absurda, algo inesperado, que despierta a los personajes y al espectador de la inmanencia de lo rutinario, de lo histórico propiamente y lo introduce en el tiempo de la ficción que es el de la relación espiritual. Lo cual se representa como relaciones de amor entre padres e hijos, entre amigas, entre compañeros, de tal forma que el humor negro y la ironía sirven para ver en profundidad lo que a simple vista no se ve; y es ahí donde el espectador se recupera a sí mismo, recuerda su tiempo y su Dor tiene sentido como regreso al hogar; un hogar, que sin embargo, siempre ha existido, existirá y por lo cual trasciende cualquier historia de terror histórica. Son los pequeños detalles en los que se entreteje la esperanza de que el mundo tenga sentido, es lo que el filósofo rumano Lucian Blaga llamaba el espacio Miorítico, y es así como la potencia de ser se realiza de nuevo como una mirada radicalmente nueva sobre el mundo y que, como ejemplo para el mundo, se alza contra la resignación resentida, regalándonos esta mirada cinematográfica durante este ciclo de cine rumano bajo la dirección de connotados directores contemporáneos: la mirada intima del alma rumana.

* Dr. Rafael García Pavón, Coordinador de Investigación

Universidad del Claustro de Sor Juana, Vicerrectoría Académica.

Correo: rgarcia@elclaustro.edu.mx

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