Cultura

Nadia López: “Para muchos, hay historias que no tienen motivos para ser contadas”

La poeta narra en su reciente libro la historia de Apolinar, quien eligió ser mujer y llamarse Estrella, y la muerte de Vicente, su hermano cuyo cuerpo fue usado para la venta de órganos

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Con "Dorsal", Nadia López concluyó que si la poesía sirve de algo es para contar historias que quizá de otra forma no pueden ser escuchadas.

La historia de Apolinar, quien eligió ser mujer y llamarse Estrella, y la muerte de Vicente, su hermano cuyo cuerpo fue usado para la venta de órganos y del que todo un pueblo en la frontera culpó a Estrella porque ‘quién sabe en qué cosas está metido’. Ése es el argumento que la escritora Nadia López García (Oaxaca, 1992) narra en el poemario “Dorsal”, editado por el Fondo de Cultura Económica (FCE).

“Esta historia la presencié cuando tenía entre 6 y 7 años, viví muchos años en la frontera norte, en zonas irregulares y ese contexto hizo que hubiera mucha vulneración de derechos. Nos decían que éramos unos dejados, pero no había cultura de la denuncia porque tenías que recorrer una hora para levantarla, eso implicaba dejar la pizca, ¿para qué denunciar si no iba a pasar nada más que perder horas de trabajo?”, narra la autora.

Ante el silencio que propicia la violencia, López García pone énfasis en historias que para muchos “no tienen los suficientes motivos para ser contadas”, es decir, la vida de migrantes, de indígenas y de aquellos que llegan a vivir a predios de forma irregular.

“En ese panorama sucede esta historia, en los años 90, cuando había programas de televisión que atacaban a personas con VIH/Sida o las que trabajan en la mal llamada prostitución, esos programas permearon nuestro imaginario y la existencia de las iglesias que en Baja California había muchas con una idea muy acabada de lo que es el bien y el mal”, detalla.

El mal era qué una persona se pintara los labios o que se pusiera una blusa de mujer estando en un cuerpo de hombre porque era sinónimo de estar en el orden incorrecto de la naturaleza, añade la poeta en entrevista en el marco de la FIL de Monterrey.

“Lo que sucedió con Vicente, el hermano mayor de la familia, fue tráfico de órganos y en aquel momento mucho se dijo: ¿Apolinar qué anda haciendo? Esto es un castigo por sus cosas”, platica López García.

La también ganadora del XVI Premio Mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón 2021 comparte que escribió sobre Estrella desde la culpa porque en su adolescencia no hizo nada por ella y después, cuando regresó a su tierra natal (Oaxaca), olvidó su historia.

“Trece años después, cuando quise hacer una tesis de migración y educación, regresé a la frontera, fue cuando me pregunté ¿qué pasó con Estrella? era una persona que no estaba en situación de calle pero la veías y parecía que sí: estaba sucia y golpeada, era blanco de muchas violencias de niñas y niños, estaba normalizado que fuera alguien a quien podías golpear sin mayor problema”, explica.

Con "Dorsal", la autora concluyó que si la poesía sirve de algo es para contar historias que quizá de otra forma no pueden ser escuchadas. “Es doloroso, pero en México hay que aceptar que hay cosas que nunca tendrán justicia, por más que uno firme documentos o vaya a marchas, hay cosas que jamás tendrán una justicia humana o constitucional, entonces puede existir una justicia al nombrar y la poesía me dio eso”.

¿Por qué hablar de una cicatriz?

Cuando empecé a escribir lo hice enojada, sin embargo, me di cuenta que creé una fogata a la que le estaba echándole más lumbre, que estaba enojándome más y más, entonces el camino no era por ahí. Hay escrituras que necesitan un incendio pero "Dorsal" lo que necesitaba era una cicatriz, una posibilidad de decir: sucedió y ya veré la herida, no el rojo vivo, pero sí la señal de que algo pasó.

La cicatriz en Estrella, en su cuerpo físico, no significa que la herida desapareció, está ahí un registro como recordatorio de lo que puedes contar. Hoy, en el país se olvidan las violencias, por ejemplo, ¿cuántos años más durará el dolor sobre el caso Ayotzinapa? … para no olvidar tiene que haber cicatrices.