En el archipiélago de Vanuatu se cuida el crecimiento de los colmillos inferiores de los cerdos ya que estos animales son una medida de valor, en Río Sepik de Papúa Nueva Guinea el cocodrilo es un animal mitológico que ayudó a formar la tierra firme con los movimientos de su cuerpo y cola, y en Polinesia aún se preserva la elaboración de telas de corteza tapa. Ésas son algunas historias que se narran, a través de 160 piezas, en la exposición “Oceanía. Culturas de mar e islas”.
La muestra que se exhibe en el Museo Nacional de las Culturas del Mundo presenta parte de los acervos del Musée du Quai Branly-Jacques Chirac (MQBJC), de Francia, y del Museo Nacional de las Culturas del Mundo de México, de este último son piezas que en 1952 se adquirieron por intercambio entre el Field Museum de Chicago y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En aquel momento, la selección de las obras estuvo a cargo del pintor, antropólogo y museógrafo Miguel Covarrubias, quien integró la primera exposición de culturas extranjeras en el Museo Nacional de Antropología, en 1954.
“Oceanía es una parte del mundo que sentimos lejana y desconocida. Esta exposición es una oportunidad para acercarnos a esas islas, a ese continente azul que se divide en tres grandes áreas geográficas y culturales: Melanesia, Polinesia y Micronesia. Actualmente algunos investigadores, sobre todo arqueólogos y lingüistas, proponen una división de Oceanía cercana y Oceanía lejana”, señala en entrevista Claudia Harriss, co-curadora.
La muestra inicia con la exhibición de proas, por ejemplo, una hecha en la Isla Wakde o Isla Jamna del siglo XIX, que es triangular con una escultura de pájaro con cabeza humana que representa a ancestros míticos que garantizaban el éxito en la pesca. También se observa un plano de navegación rebbelib de las Islas Marshall hecho con carrizo y conchas de caracol marino.
Después hay un núcleo dedicado a las danzas que implican procesos culturales, creación de música, utilización de máscaras y el resguardo de diversos tótems. Es el caso de una escultura de cocodrilo de la cultura latmul del Río Sepik en Papúa Nueva Guinea en donde cada clan poseía una de estas esculturas, la cual era sacada de las casas ceremoniales cuando uno de los miembros fallecía.
“Se quedaba junto al difunto durante la preparación de su cráneo, un ritual funerario llamado ‘minjango’ donde los cantos totémicos invitaban al cocodrilo a acompañar al espíritu del difunto río abajo, hacia el país de los muertos”, destaca Harris.
CERDOS Y TATUAJES
Unas de las piezas que llaman la atención son los colmillos de cerdo procedente de la Isla Ambrym, Vanuatu (que resguarda el Musée du Quai Branly), con datación entre el siglo XIX y XX.
“Los cerdos resultan ser un hecho social total porque abarca muchos aspectos: prestigio y hay un sistema de intercambio, de préstamo y uno puede ir mejorando su estatus. Es un sistema de creencias”, destaca la co curadora Harris.
La exposición detalla que la cría de cerdos de colmillos es un arte, ya que sus caninos superiores les son cortados para darle espacio a los caninos inferiores y que éstos crezcan hasta formar uno o dos círculos. Dependiendo de cuánto y cómo crezcan, es el valor de los colmillos que además de ser adornos, sirven de intercambio de alimentos, dote de esposas, celebraciones rituales y circuncisión de jóvenes.
Otro tema que aborda la exposición es el tatuaje. “Los tatuajes fueron un signo de prestigio, sin embargo, durante las misiones, los misioneros empezaron a prohibirlos y hoy han resurgido en la modernidad con motivos culturales, simbólicos e identitarios. En Polinesia y Nueva Zelandia hay muchos tatuajes”, indica.
A través de un video se muestran los diferentes tatuajes en las Islas Marquesas y Aotearoa-Nueva Zelandia, por ejemplo, trazar dos grandes bandas sobre los ojos y la boca, o dejar libre la mitad de la frente hasta una edad avanzada para denotar una aptitud o un trabajo específico como pudiera ser el de marinero.
“En Polinesia, los misioneros también trataron de suprimir las danzas de las mujeres porque las veían eróticas, pero hoy son símbolos de identidad; las danzas son historias orales con las manos, tienen muchos cuentos en las danzas”, destacó Harriss.
TEXTIL DE CORTEZAS
Otras piezas que destacan por su tamaño y detalle son las telas de corteza que como su nombre lo dice se realiza con la corteza interna de la morera del papel (Broussonetia papyrifera) o del árbol del pan (Artocarpus altilis) que se cultiva para esta producción artesanal.
“Una vez librado de la corteza exterior, el líber, es decir la corteza interior se macera y golpea con un mazo sobre una base de madera dura. Las mujeres expertas en este arte, confeccionan tiras de un material suave y blanquecino, cuya textura recuerda a un pergamino. A través del almidón de tubérculos, estas tiras son pegadas”, detalla la cédula de la exposición.
Hay dos ejemplos de este arte en el museo: una ‘ngatu’ de más de 4 metros que pertenecía a una familia real de Tonga y una tapa impregnada de un colorante marrón con plantillas talladas y con decoraciones de flores y estrellas.
EXTINCIÓN
Del siglo XIX a la fecha, ¿qué tanto ha cambiado la cotidianidad de estas islas?
Algunas cosas siguen vigentes, por ejemplo, hay materiales que escasean por la globalidad y hay problemas contemporáneos como la desaparición de algunas
islas, ¿qué pasará con Fiyi en donde ya desaparecieron ocho islas? Y la gente es trasladada a Nueva Zelanda
Es una migración forzada por el cambio climático cuando esas islas tienen formas muy sustentables de vivir, no es su culpa, pero son las víctimas del cambio climático. En Tuvalú está subiendo el mar, tienen dos metros de agua en su capital.
¿Hay alguna protección internacional a estas islas?
Hay mucha gente que dice que se irá de su territorio porque su alma está conectada al mar y a la tierra, su fuerza vital está ahí. En Fiyi y en las Islas Marshall, la gente nombraba a sus hijos por sus ancestros míticos y ahora los nombran por toponimias: el cerro tal, el río tal, es decir, lugares simbólicamente significativos porque están desapareciendo sus islas.
Es algo trágico y al mismo tiempo algo hermoso. Es una forma de llevar en la memoria y a las siguientes generaciones a esos lugares.

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