Cultura

“Principia”, una intersección entre ciencia, religión y poesía, dice Elisa Díaz

>Escribí sobre el cuerpo, la intimidad y lo cotidiano para mostrar que la ciencia no es de otro universo, explica la autora>

La escritora española Irene Vallejo, ganadora del Premio Nacional de Ensayo 2020
Llevé un diario donde trataba de trasladar ciertas ideas de la ciencia al mundo íntimo y a partir de ese diario fui escribiendo algunos poemas, cuenta Elsa Díaz. Llevé un diario donde trataba de trasladar ciertas ideas de la ciencia al mundo íntimo y a partir de ese diario fui escribiendo algunos poemas, cuenta Elsa Díaz. (INBA)

“Me interesa la poesía que está anudada al cuerpo y a la materialidad del lenguaje”, comenta en entrevista Elisa Díaz Castelo (Ciudad de México, 1986) a propósito de su poemario “Principia”, donde los versos están dedicados a los huesos y órganos que los cuerpos resguardan, a términos físicos como los puntos de Lagrange que anulan la gravedad o las escalas Ritcher que destruyen algo construido.

El libro que une ciencia, religión y poesía es editado por Elefanta Editorial y nació después de que la autora vio noticias, escuchó podcast y miró series documentales sobre ciencia.

“Llevé un diario donde trataba de trasladar ciertas ideas de la ciencia al mundo íntimo y a partir de ese diario fui escribiendo algunos poemas. Era importante que el concepto científico fuera la metáfora extendida del poema. A veces creo que la ciencia puede parecernos un lenguaje distante y árido, que es sólo para unos cuantos, quería socializar ese lenguaje y acercarlo a mi propia vida y a la vida de otros”, destaca.

En una primera parte del poemario, Díaz Castelo escribe sobre anatomía, biología celular y otras disciplinas propias de la medicina; en una segunda parte sobre astrofísica y geología.

“Se divide en dos: Sobre el sistema del mundo, y Sobre el movimiento de los cuerpos, dos de las tres secciones que tiene la Principia mathematica de Isaac Newton. Sobre el sistema de mundo plasmo el trasfondo de la vida de la enunciante como su niñez y sus ancestros; la segunda parte tiene más que ver con pérdidas de amistades y amorosas, siguiendo una línea vital”, explica.

Díaz Castelo comenta que su poesía reconoce al lenguaje como una expresión del cuerpo, como algo que está atravesado por la materia y que no existe fuera del mundo de lo tangible.

“Escribí mucho sobre el cuerpo, la intimidad y lo cotidiano para que no se sintiera que la ciencia pertenece a otro universo. Quise hacer evidente que la ciencia atraviesa nuestra propia vida”, indica.

-Somos obra negra y lo que devela la luz de una radiografía ¿es lo que somos?

-Me interesan las miradas que vuelven extraño al cuerpo y casi ajeno a nosotros. Me han fascinado siempre los diagramas donde aparecen los huesos, pensar que adentro tenemos nuestro esqueleto, cargamos con la muerte, con lo que queda de un cuerpo cuando éste se destruye o descompone.

-Comentas que las células se dividen y no podemos ver el proceso, pero creemos en ello como sucede con la fe...

-Me interesa la intersección de la ciencia y los sistemas de fe, de las religiones, porque ambos comparten premisas. En el poema Credo reflexiono cómo el conocimiento científico está atravesado también por una fe, especialmente para aquellos que no somos expertos en la ciencia.

“Creemos en muchos de sus principios pero no los podemos comprobar, entonces estamos atravesados por la fe en un sistema que en apariencia es ajeno a la fe y que se ancla sólo en el conocimiento. Me parecen interesantes esos puntos de encuentro entre disciplinas y sistemas tan diversos como la ciencia y la religión”, responde.

-¿Cómo piensas la muerte?

-Hablo de distintas muertes como la muerte de mi abuela, la enfermedad de mi madre y otras formas casi metafóricas de morir como el olvido. Me aproximo a la muerte y al duelo, por un lado, hablando de la muerte como un evento biológico y proponiendo otras formas de inmortalidad.

“Por ejemplo, hay un poema en el que hablo de los microorganismos que nos habitan, incluyendo virus y bacterias, y cómo nos van a sobrevivir, en ese sentido propongo que es lo más cercano que tenemos al alma. Trato de abordar la muerte desde un lugar dislocado, no como siempre ha tratado”.

Sin gravedad

La autora dedica un poema a los puntos de Lagrange, sitios donde la gravedad se anula. “Hay cinco puntos donde la gravedad entre dos cuerpos se anula y si un tercer cuerpo está colocado en cualquiera de esos cinco puntos, no va a estar imantado por ninguno de los dos cuerpos, permanecerá en el sitio”, explica.

Díaz Castelo pensó que cuando estamos a punto de tomar una decisión sería el símil de la ingravidez. “Quizá son los puntos en que estamos más vivas porque estamos cargadas con las dos decisiones”.

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