Publicar la obra de la poeta Alcira Soust, una tarea pendiente
Agustín Fernández Gabard, director del documental "Alcira y el campo de espigas", comenta que su tía abuela fue más que la mujer que estuvo encerrada 12 días en un baño de la UNAM durante 1968.
FILUNI 2024
Alcira Soust Scaffo (Uruguay, 1924-1997) no sólo fue la mujer que estuvo encerrada 12 días en el baño de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM durante la intromisión del Ejército a Ciudad Universitaria en 1968, fue una poeta, una maestra rural y una artista de la que aun está pendiente la publicación de sus obras.
En entrevista, Agustín Fernández Gabard, director del documental Alcira y el campo de espigas que se proyectó en la VI Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni), externa que no hay libros de su tía abuela, hoy lo más parecido a una publicación es el catálogo de la exposición Escribir poesía ¿vivir dónde? que el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) realizó hace seis años.
“Es un libro sobre ella porque tiene poemas y artículos. En vida, Alcira nunca publicó formalmente y hay amigos que quieren realizar esa posibilidad, sería interesante, pero hay que darle forma porque no se sabe qué tan constante fue su producción ya que el archivo es muy disparejo, no fue una autora que producía y guardara copias”, indica.
Actualmente el archivo de Alcira se conserva en el Centro de Documentación Arkheia de la UNAM y se conforma de documentos que guardaron amigos de la poeta, ya que una característica de ella es que sus versos los volanteaba y una de sus residencias fue el campus universitario.
“Es complicado hacer el trabajo curatorial y se tendría que decidir si sólo se publica la parte de poemas o también los dibujos o la parte de maestra en donde fue muy avanzada porque hablaba, en los años 50, de la importancia de la recreación en la vida de las personas y de los niños”, destaca.
Que la familia haya decidido dejar el archivo en la UNAM implicó un hecho simbólico: que la autora regresara a su casa, “pero también fue una cuestión práctica, queríamos que los materiales estén en un lugar bien conservados y donde sean valorados y consultados”.
Alcira llegó al país en los años 60 gracias a una beca de la UNESCO para hacer un posgrado en el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL) como maestra rural. Vivó en México más de 25 años.
“Estuvo dos años en Pátzcuaro, trabajó mucho con comunidades indígenas en la zona, publicó su tesis La recreación en la estructura de la personalidad y después viajó a la Ciudad de México donde se quedó junto con un novio o esposo, no tenemos claro el tipo de relación”, señala Fernández Gabard.
Desde que vivía en Uruguay, la autora tuvo un interés en las luchas sociales y siempre se interesó en la poesía, la docencia y el activismo. El director del documental narra en la cinta un episodio clave en el que la salud de Alcira se deterioró.
“No está claro qué fue lo que pasó, no está claro si perdió un hijo, no hay documentación sobre eso, lo que sí sabemos es que fue el momento en que hubo un clic en su vida, Alcira se hizo nómada”, comenta.
Otro momento que Fernández Gabard quiso abordar en la película fueron los 12 días en que estuvo encerrada en el baño de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para demostrar que ese episodio no desató el desequilibrio de su personalidad.
“No hubo un gran cambio en ella después del encierro en el baño de 1968, está el mito de que Alcira después de esos 12 días se transformó y enloqueció, Alcira tenía miedo de estar perdiendo la cordura mucho antes”, afirma.
El también fotógrafo le preguntó sobre el estado de salud mental a varios amigos de su tía abuela que vivieron el 68, entre ellos, al historiador Alfredo López Austin.
“Le pregunté si cambió mucho antes y después del baño, López Austin me dijo que no, que se puso un poco más intensa; pero, claro, era el centro de atención de todo el mundo, era la sobreviviente de la ocupación caminando por los pasillos del campus. Otros amigos me dijeron lo mismo, ya era la Alcira nómada antes del encierro en el baño”, destaca.
Esos testimonios también fueron los motivos para la realización de la cinta, agrega. “Sentía que debía hacer en el documental como un acto de justicia con su historia, con su vida tan rica y tan llena de aristas y contradicciones; de humanizarla más, contar cosas buenas y malas”.
-En su tiempo, ¿fue valorada la obra de Alcira?
Alguna gente la valoraba, pero también hubo quien no porque ella siempre se ponía en el borde, al margen, nunca quiso producir formalmente, estuvo repartiendo sus poemas a voluntad para obtener algo de comer.
No fue valorada no tanto por el contenido sino por la forma, capaz que esas mismas creaciones en un libro editado con tapa dirían: wow, qué lindos poemas; pero si te lo da una mujer que le falta un par de dientes y que está casi en situación de calle, no la valoras tanto.
-¿Hay documentación sobre su relación con Rufino Tamayo?
Está una foto y el relato de Pablo Cueto que fue muy amigo de ella, donde dice, no muy detallado, que Alcira era la única que podía acceder al búnker de Tamayo y la llevaba a pintar el mural Dualidad (del Museo Nacional de Antropología), pero no está claro lo que pasó.
Por último, Fernández Gabard señala que hacer la película le permitió conocer un familiar a través del relato de sus amigos.
“Conocía muy poco de ella y me quedo con la idea de que fue una mujer muy tenaz porque como ella decía: malgré tout (a pesar de todo) siguió y nunca dejó de ser maestra, poeta ni activista, a pesar de no tener dónde vivir ni qué comer; siguió, siguió y siguió a pesar de los problemas salud mental, siguió una línea de vida político-poético-activista”, expresa.