Cultura

"Vicente Rojo, con su espíritu lúdico e irreverente, formó generaciones de artistas"

El Colegio Nacional reabrió su sala de exposiciones temporales con la muestra Vicente Rojo: Volcanes, integrada por quince obras, creadas entre 1998 y 2005

Retrato de un hombre
Develación del retrato de Vicente Rojo. Develación del retrato de Vicente Rojo. (Colnal)

La tarde de este jueves 17 de marzo, El Colegio Nacional recordó a Vicente Rojo, una de las figuras públicas más importantes del arte mexicano en la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, definido por Juan Villoro como una “persona inagotable”.

La conmemoración, a un año de la partida del pintor y escultor, nacido en Barcelona en 1932, se llevó a cabo en dos momentos. Primero se realizó la inauguración de la muestra Vicente Rojo: Volcanes, que sirvió como reapertura de la Sala de exposiciones temporales de El Colegio Nacional. En la breve ceremonia inaugural participaron Vicente Quirarte y Teresa Vicencio, presidente en turno y secretaria administradora de este órgano colegiado, respectivamente.

Posteriormente, se realizó la mesa redonda Vicente Rojo: In memoriam (1932-2021), que coordinaron y en la que participaron Felipe Leal y Juan Villoro. En una sesión híbrida, con transmisión en vivo a través de sus plataformas digitales de la institución, se reunieron también los colegiados Christopher Domínguez Michael y Vicente Quirarte, además de los escritores Arnoldo Kraus y Jaime Moreno Villarreal; el caricaturista Rafael Barajas “El Fisgón”; la diseñadora Azul Morris y la curadora Pilar García.

Durante la inauguración, Vicente Quirarte recordó las ocasiones en que se contó con la presencia del maestro Vicente Rojo en ese mismo espacio, con esa timidez, con esa discreción tan suya, que “de manera inmediata conquistaba todos los corazones de manera inmediata”.

“Una muestra posible gracias a la generosidad del artista, quien donó la serie Volcanes a la institución. Desde siempre supo que vivimos en un país con una gran actividad volcánica: la labor de la tierra es tremenda y Vicente Rojo siempre supo traducirla en estructuras donde quiso no domesticar a la fuerza, sino ofrecer su testimonio de amor a la tierra que hizo suya y que lo hizo, también, orgullosamente suyo.”

En 2018, Vicente Rojo decidió donar la serie a El Colegio Nacional, de ahí la idea de recuperarla para el disfrute de los espectadores durante los próximos tres meses que permanecerá en la Sala de exposiciones temporales, anunció Teresa Vicencio, quien agradeció la presencia en el acto de los nietos del maestro Vicente Rojo.

La exposición Vicente Rojo: Volcanes está integrada por quince piezas, realizadas en materiales como bronce, cerámica y hierro, organizadas en tres núcleos: Volcanes Construidos, Volcanes Encendidos y Volcanes Despiertos, así como un Volcán Armado y un Volcán Metálico. Permanecerá abierta al público hasta el 1 de julio, de lunes a viernes, de 11:00 a.m. a 6:00 p.m.

La foto: El Niño Soldado
Por: Iván Guevara RamírezJune 17, 2025

Un ser único y excepcional

Tras la ceremonia de inauguración de la exposición, el colegiado Vicente Quirarte fue uno de los primeros en tomar la palabra en la mesa Vicente Rojo: In memoriam (1932-2021), en donde insistió en la importancia de mantener el recuerdo no sólo de un gran artista, sino de “un hombre bueno, humilde y orgulloso, que amaba a los suyos.

“Amaba al prójimo, aunque para hacerlo no necesitó acudir a grandes aspavientos. Un personaje que, con espíritu lúdico e irreverente, sin prisa pero sin pausa, formó a varias generaciones de artistas, e hizo de la tipografía un arte mayor.” De su talento salieron algunas de las portadas ya clásicas de nuestros grandes autores. Quirarte reconoció que de sus manos de escultor y pintor surgieron piezas que forman parte del patrimonio espiritual de México y del mundo: “quienes tuvimos la fortuna de tenerlo cerca, nunca olvidaremos ese privilegio inmerecido. Cada día sonará con fuerza mayor el nombre de Vicente Rojo”, enfatizó Quirarte, antes de leer el poema “Un día en la vida de Vicente Rojo”.

El encargado de coordinar y moderar la primera mesa, Juan Villoro dedicó sus palabras a recordar su desempeño como editor, a través de Editorial Era –la R representaba a Rojo, la E a Espresate y la A a Azorín–, un sello esencial para dar a conocer a muchos autores. Una editorial que se vinculó muy pronto con autores latinoamericanos que vivían en México, como Gabriel García Márquez, “con quien trabó una extraordinaria amistad”.

“Una de las portadas más conocidas en el campo del idioma es la que hizo Vicente Rojo para Cien años de soledad. Esta portada llegó un poco tarde, de modo que hay una edición histórica sin la portada de Vicente; pero, posteriormente apareció con la famosa E invertida, que algunos libreros trataban de corregir pensando que se trataba de un error y no de un gesto tipográfico que convertía a la tipografía en parte de los encantos mágicos de la literatura de García Márquez.”

Para Juan Villoro, la impronta de Rojo en los libros fue extraordinaria y esto se extendió a las muchísimas publicaciones que se hicieron en la Imprenta Madero: revistas mensuales, semanarios y todo tipo de carteles de la vida cultural mexicana.

El escritor y crítico Jaime Moreno Villarreal dedicó su participación a destacar la presencia de las figuras geométricas dentro de la obra de Vicente Rojo, en especial a partir de la que consideró la serie más conocida y célebre del artista: “México bajo la lluvia”, donde encontró diversas referencias a instrumentos básicos, como el transportador.

“El uso de los instrumentos de geometría está muy presente en su obra, incluso en algunas donde hay más referencias prehispánicas, donde se aprecian ciertas curvas que no podrían ser consideradas como definitorias de la arquitectura prehispánica mesoamericana.”

Al respecto, Villoro recordó que, para Vicente Rojo, la geometría no era otra cosa que “el croquis secreto de la naturaleza”, una manera de definir el mundo, lo que lo llevaba a una pregunta filosófica: “la geometría es inmanente a la naturaleza o nosotros vemos formas geométricas, porque queremos concebir la naturaleza de esta naturaleza” y de esa tensión surgió la que definió como una de las “obras más excepcionales de nuestras artes plásticas”.

Rafael Barajas “El Fisgón” reflexionó en torno a una de las facetas desconocidas de Vicente Rojo, un innovador en diversos terrenos, uno de los pinceles, de las voces más importantes de la generación de la Ruptura, que le dio un giro a las artes plásticas mexicanas: “fue el gran impulsor del diseño moderno en México. De hecho, se habla de la Universidad del Diseño Vicente Rojo, y muchos de los grandes diseñadores del México contemporáneo se formaron con él”.

Sin embargo, durante una revisión de la colección de Carlos Monsiváis, el también investigador se encontró con una correspondencia bastante intensa entre ambos, que “Vicente solía adornar con dibujos y, al revisar esta correspondencia, nos dimos cuenta de que era un muy buen caricaturista, una suerte de caricaturista de culto”.

“Vicente era un gran monero. Su trabajo en la caricatura era típico de la generación que floreció entre 1950 y 1960, como Abel Quezada, Alberto Isaac, Rius y muchos otros, que hacían un trabajo muy esquemático, pero muy preciso: él juega con la línea y el texto y tiene una fuerte influencia de ciertos caricaturistas del New Yorker. Estoy convencido de que fue un discípulo tardío de la Bauhaus, que entendía el lenguaje abstracto y tenía sentido del humor.”

Como tantos humoristas gráficos, Vicente Rojo empezó caricaturizando a sus maestros y a sus compañeros de banca, sólo que en este caso su maestro era Fernando Benítez y los compañeros de banca José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, un trabajo que empieza a desarrollar en México en la Cultura.

“Las series suelen ser variaciones plásticas sobre un mismo tema. Fiel a esta lógica, lo que hizo Vicente fueron variaciones sobre los retratos de sus amigos, sobre un mismo sujeto en este caso: al revisar la serie de “México bajo la lluvia” vemos a un Vicente riguroso y metódico, pero que se sabía divertir y lo mismo hacía cuando retrataba a Carlos Monsiváis al estilo de José Luis Cuevas, como un tlatoani prehispánico, como ángel exterminador, como un Atlas que cargaba al mundo”, señaló El Fisgón.

Desde esa mirada, el caricaturista aseguró que, pesar del rigor intelectual y plástico, había un gran sentido del humor, “una gran voluntad y un gran gusto por echar relajo: además de ser un gran pintor, un gran editor, un gran gran divulgador de la cultura, el maestro y el padre del diseño, era un gran amigo, un gran humorista y un gran relajiento”.

El escritor y médico Arnoldo Kraus, trajo al presente un texto que había escrito a la muerte de Vicente Rojo, en el cual aseguró que ante el vacío físico que había dejado la partida del creador, hablar del mundo huérfano es absolutamente complicado: “quien ha iniciado el camino sin regreso duele como el dolor de la muerte”.

“Vicente Rojo no es, nunca fue dolor; incluso, en los menesteres más elementales era, y sigue siendo, luz, amistad, paz y camino. Cada trazo de Rojo era una palabra, cada palabra sobre el esposo, padre, maestro, amigo, era y es un homenaje a la vida de un ser humano único e irrepetible.”

Con las palabras en las que se funde el escritor y el médico, Arnoldo Kraus definió a Vicente Rojo como un ser que “contagiaba vida y vidas”, por ello todos aquellos que lo conocieron y cuyas miradas gozaron con “sus portadas señeras y legendarias exposiciones” comparten, a raíz de su muerte, una nueva orfandad, la de un ser cuyos planes futuros “eran la suma de una cotidianidad llena de luz y de una vida por venir”.

“Rojo sumaba como nadie la sabiduría de quien sabe que sabe, y la de la humildad más allá de la humildad, la de quien nunca pronunció la palabra yo, la de quien mira y teje el mundo en silencio, sin la necesaria obsesión malsana de trascender. Mi amigo Vicente no utilizaba el pronombre Yo, acostumbrado a trabajar arropado por el silencio de sus íntimos compañeros –lienzos, estropajos, cinceles, lápices y pinceles– hizo de ellos y con ellos una inmensa, casa, cuyo legado artístico y legendarias portadas, forman parte de nuestras vidas.”

Rojo, el editor

En la segunda parte de la mesa, coordinada por el arquitecto Felipe Leal, la diseñadora Azul Morris, con una trayectoria de más de tres décadas, considerada como una heredera de Vicente Rojo, hizo un ejercicio de memoria, lleno de nostalgia, para contar sobre los momentos compartidos en la legendaria Imprenta Madero.

“Me siento honrada de estar aquí para celebrar al artista, al maestro, al amigo que fue para mí Vicente Rojo. Él marcó definitivamente mi trayectoria. Regresó a México y a la Imprenta Madero a finales de los años 70, después de una estancia en Europa.”

Al poco tiempo, Germán Montalvo salió y yo tomé su lugar, con lo que se convirtió en su pupila: su figura era la de un maestro que enseñaba una profesión, “no quería que nadie se acercara, porque me daba miedo que alguien me sustituyera”.

Para la diseñadora, Vicente Rojo tenía un ojo de águila, por su capacidad para ver entrelíneas la variedad de tipografías, de fuentes, las imágenes y, en su conjunto, todo lo que conformaba una publicación: “tenía una agudeza excepcional y era muy generoso con el tiempo que dedicaba a enseñarme. No escondía nada, no explotaba a la gente, se concretaba a solicitar de manera muy amable lo que necesitaba”.

Previo a que la curadora Pilar García ofreciera un repaso por el camino ejercido por Vicente Rojo como artista y hasta en la elaboración de catálogos y carteles de algunas de las exposiciones más significativas de nuestro tiempo, el crítico literario Christopher Domínguez Michael valoró una de las aportaciones menos conocidas de Vicente Rojo: el editor.

No se refería a su labor como diseñador o a su labor en distintos campos editoriales, como en revistas y suplementos, sino a una mirada que estaba presente dentro de Editorial Era, hacia la década de los 60 del siglo pasado. Una época de riqueza excepcional que tuvo uno de sus centros en “Era de Vicente Rojo, Neus Espresate y Azorín”.

“Quisiera recordar a esta Era en los años 60: quienes tuvimos oportunidad de hablar con él, el artista fue una de esas figuras intelectuales que, aun cuando su trabajo estaba dedicado a las artes plásticas o al diseño gráfico, se le podía considerar todo menos un hombre desinteresado del mundo: diría que fue un gran editor, de los mejores editores, que son aquellos que no van por el mundo haciéndose publicidad como tal.”

En ese sentido, Vicente Rojo se caracterizaba por ser un editor discreto y profesional, aunque con una fuerte personalidad que se manifestaba a través de la cortesía: “quienes editamos en Era sabíamos que no era garantía haber publicado tres libros en la editorial para que nos aceptaran un cuarto”.

Así, a lo largo de los 70, la editorial se dedicó a hacer algo que no había mucho en México: volcar las ciencias sociales al estudio del campo mexicano, de la industria nacional, de los trabajadores del país y hacer de la editorial no sólo una casa donde pudiera el lector acceder a los clásicos del marxismo, sino a estudios de caso, algunos notables, con lo cual logró que tuviera un público universitario y militante.

“Rojo fue un hombre que escuchaba y dialogaba. Hablaba con él por teléfono con alguna frecuencia y, para mi sorpresa, había un intercambio de ideas bastante franco, al grado que agarré confianza de decirle ciertas cosas en las que no estaba de acuerdo y siempre aparecía el hombre, el editor caballeroso, silencioso, prudente, pero absolutamente atinado en sus selecciones editoriales.”

Por ello, para Christopher Domínguez Michael, más allá de su labor y legado en el diseño gráfico o de su propia obra como artista, Vicente Rojo “fue uno de los grandes editores mexicanos y muchos de nosotros viviremos y moriremos rodeados de los libros que él editó”.

Como parte de lo que es una tradición dentro de El Colegio Nacional, al culminar las reflexiones de homenaje al artista, se develó el retrato de Vicente Rojo, una obra que estuvo a cargo del pintor Saúl Villa.

Las participaciones dictadas como parte de la mesa Vicente Rojo: In memoriam (1932-2021), a un año de su fallecimiento, se encuentran disponibles en el canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.

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