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O de cómo nos enseñaron a pensar con las piernas atadas

Cuerpos que no caben en el pupitre

NOS ENTRENARON PARA DESHABITAR EL CUERPO

En la escuela, lo primero que aprendimos fue a sentarnos.Las ideas llegaron después. A veces.

No era un asiento: era una domesticación postural. Una forma elegante de domar la energía del cuerpo antes de que pudiera hacerse preguntas. Como quien ata a un potro antes de mostrarle el mapa.

Nos dijeron que aprender era escuchar, repetir, obedecer.Nos enseñaron en filas, con las manos cruzadas sobre la mesa como si velaran su propia vitalidad. Con la espalda recta no por dignidad, sino por amenaza de reporte.

Mientras tanto, los pies ardían por correr, la espalda se quejaba en susurros y la respiración buscaba grietas por donde colarse. La pedagogía del silencio muscular no sólo era regla: era ideología.

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. Y así, se construyó una escuela para cerebros flotantes, donde los cuerpos eran sólo el vehículo que llegaba a clase.

Y así, se construyó una escuela para cerebros flotantes, donde los cuerpos eran sólo el vehículo que llegaba a clase. No se les reconocía como interlocutores, apenas como estorbos. Un cuerpo que se movía era sospechoso. Un cuerpo que dudaba, también.Lo que importaba era la obediencia quieta, la atención inmóvil. Como si pensar fuera un castigo impuesto por decreto de columna vertebral vertical.

LA MEMORIA TAMBIÉN TIENE MÚSCULOS

Yo lo supe con el cuerpo antes que con los libros.

Lo confirmé en cada partido, en cada caída, en cada entrenamiento donde el cansancio tenía más pedagogía que cualquier manual.

Cuando el balón rebotaba en mi antebrazo, aprendía más sobre física que en cualquier pizarrón.Cuando perdía un set por un error mío, entendía el precio de la atención y el valor del autocontrol.Cuando ganábamos sin jugar bien, aprendía de ética deportiva más que en todo un semestre de civismo.

NO FUE LA TEORÍA LA QUE ME CAMBIÓ. FUE EL TEMBLOR

Después, como entrenador y maestro, vi lo mismo en otros cuerpos.

Vi cómo una niña recuperaba la confianza con un salto bien hecho.

Vi cómo un alumno resolvía un problema de lógica cuando se le permitió moverse por el aula.Vi cómo una clase entera respiraba distinto cuando dejaban de fingir que no tenían columna vertebral.

Porque hay conceptos que entran por las piernas, emociones que sólo se comprenden al estirarse, y preguntas que sólo aparecen cuando uno camina en círculos.

El conocimiento que no se encarna se olvida.El saber que no se mueve se marchita.La escuela que enseña sólo a la cabeza termina educando mitades.

ENSEÑAR ES ORQUESTAR CUERPOS QUE PIENSAN

Los grandes maestros no se notan por sus frases, sino por sus silencios bien puestos.Saben cuándo una espalda se cansa, cuándo una mandíbula aprieta más de la cuenta, cuándo un parpadeo es grito.

Educar es leer la sinfonía corporal del aula.Y para eso no basta con tener título: hay que tener piel.

El aprendizaje verdadero no se mide en calificaciones, sino en respiraciones recuperadas.No se encuentra en los exámenes, sino en la forma en que el cuerpo se acomoda cuando, por fin, algo se entiende.

NO HAY MEMORIA SIN SUDOR. .

No hay memoria sin sudor.No hay geometría sin dedos.No hay ética sin escalofríos.Y sin cuerpo, no hay nadie.

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