Deportes

Columna: ‘Es martes y el cuerpo lo sabe’

¿Qué le pasa a tu cuerpo cuando haces ejercicio, minuto a minuto?

ALGUNOS LO LLAMAN FLOW. Aparecen hormonas que ayudan: dopamina, serotonina, incluso una pizca de adrenalina.

EL COMIENZO INCIERTO

Durante los primeros segundos del ejercicio, el cuerpo duda.

No sabe si estás huyendo de un león, si decidiste subir las escaleras por vanidad o si simplemente estás aburrido. Siente el cambio, pero aún no lo interpreta. La frecuencia cardíaca aumenta, pero de forma torpe. El músculo comienza a reclamar oxígeno, pero los pulmones todavía respiran como si estuvieras sentado. Es un momento de descoordinación: cada sistema hace lo suyo, sin hablar con los demás.

En ese instante, no estás ni aquí ni allá. Tu mente puede ir por delante, entusiasmada, pero tu cuerpo apenas está despertando. De hecho, los primeros tres minutos son de transición: el corazón aún no ha encontrado su ritmo, la respiración es superficial, y la energía proviene de una vía rápida e improvisada: el sistema fosfágeno, que tira de la creatina almacenada. Es como si sacaras unas monedas del bolsillo antes de entrar al banco.

Mientras tanto, el cuerpo espera instrucciones.

EL CUERPO, EN MODO CRISIS

Entre los tres y los diez minutos, el cuerpo decide que esto va en serio.

Ya no es un impulso pasajero. La respiración se profundiza. El corazón late con determinación. Ahora el oxígeno sí empieza a llegar con eficiencia a los músculos, y el cuerpo cambia de estrategia energética: la glucólisis toma el mando. Comienza a quemar glucosa, primero la disponible en sangre y luego la que está almacenada como glucógeno en los músculos y el hígado. La sangre fluye hacia donde se la necesita, y eso significa que el sistema digestivo entra en pausa. Por eso no conviene comer justo antes.

A esta altura, ya sudas. No porque tengas calor, sino porque tu cuerpo quiere evitarlo. El sudor no es un capricho: es un intento desesperado por mantener la temperatura interna dentro de un rango seguro. Si la maquinaria se sobrecalienta, se detiene. Así de simple.

Y mientras el cuerpo resuelve su logística, tú puedes empezar a disfrutar. Es el momento en que el movimiento se vuelve rítmico, en que la incomodidad se transforma en impulso. Aparecen hormonas que ayudan: dopamina, serotonina, incluso una pizca de adrenalina. El cuerpo entra en estado de concentración. Algunos lo llaman flow. Otros simplemente lo agradecen sin saber nombrarlo.

EL REGRESO A CASA

Cuando frenas, el cuerpo no lo toma como una liberación, sino como una negociación.Todavía hay calor, todavía hay lactato que limpiar, todavía hay músculos tensos. Por eso el enfriamiento importa: es el descenso gradual del avión, no el salto del paracaídas. En esta fase, el corazón sigue bombeando fuerte para redistribuir la sangre, los pulmones respiran profundo para oxigenar lo que queda por limpiar, y los músculos se alargan como si quisieran agradecerte que no los dejaste a medias.

El cuerpo recuerda. Y lo que aprenda hoy, lo aplicará mañana.

Si le das continuidad, ajustará sus enzimas, fortalecerá sus fibras, ampliará su capacidad. Si lo castigas sin sentido, aprenderá a temerte. El cuerpo no necesita motivación: necesita respeto.

Y es ahí, justo ahí, cuando empieza a saber.

LA GLUCOSIS TOMA EL MANDO. Comienza a quemar glucosa, primero la disponible en sangre y luego la que está almacenada como glucógeno en los músculos y el hígado.

Tendencias