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Roger Staubach, el QB que ganó la eternidad

Jugador Capitán América En alusión a Roger Staubach y su mote en los Vaqueros.

Hace unos días la productora Netflix le ofreció a Roger Staubach, ex mariscal de campo estrella de los Vaqueros de Dallas, un contrato por 13.5 mdd para abordar su trayectoria en la NFL a través de una serie de siete capítulos.

Actualmente Staubach tiene 83 años, y se crea o no, su nombre sigue haciendo vibrar a muchas generaciones que no sólo son seguidoras de los Vaqueros, sino a todo aquel aficionado al futbol americano de la NFL.

Y aunque no existe una fecha para el lanzamiento de dicha teleserie, en “Sin Tiempos Fuera” nos adelantamos para rendir ese homenaje a un atleta que sencillamente no pasa de moda: Roger Staubach.

LOS CAPRICHOS DEL DESTINO

Cuando uno se dispone a hablar de Staubach es difícil decidir por dónde comenzar, por el atleta o por el hombre, por ídolo o por ícono no sólo de la NFL sino de la historia misma del deporte. Su personalidad, su trayectoria, su éxito, sus facetas, su imagen, su comportamiento dentro y fuera del campo, su sola presencia es motivo de recuerdos de hazañas y un legado intachable a la fecha.

Para los que tuvimos la fortuna de verlo jugar, de conocerlo en persona y más aún, de conocer su vida a través de una de las más maravillosas biografías (Tiempo Suficiente para Ganar, escrito por Frank Luksa, editorial Lasser Press 1980), podemos asegurar que muy pocos atletas en el mundo representan lo que Staubach sigue siendo para el deporte y la sociedad.

La llegada de Staubach a la NFL no fue de la manera tradicional, pues mientras que los novatos incursionan a la edad de 22 años, Roger lo hizo a los 27. Como egresado de la Armada, debió cumplir con su servicio militar de cinco años. De hecho, baste señalar que en aquel lejano Draft de 1964, cuando aún existían dos Ligas: la pujante AFL y la tradicional NFL (cada una tenía su reclutamiento) fue seleccionado en ambos Drafts. Los Jefes de Kansas City lo eligieron en la ronda 16 de su sorteo; los Vaqueros lo hicieron en la ronda 10 de su evento. La diferencia fue que Dallas tuvo la paciencia de esperar a su regreso, Kansas City, no.

Y aunque para la mayoría Staubach siempre fue un mariscal de campo, pocos saben que su pasión era correr con el balón, no en vano de adolescente le llamaban “Bambi” por su ligereza y agilidad para correr.

Sobre su historia universitaria por siempre estará ligado a la Armada, no obstante, es poco comentado que no se trató de su primera opción; en algún momento soñó con jugar para Notre Dame y hasta firmó un carta compromiso con Purdue, pero fue la Armada, su tercera opción, la que al final llenó sus expectativas. Curiosamente, comentó que cuando estaba casi a punto de decidirse por la Naval, Notre Dame trató de becarlo, pero él sencillamente reconoció que no aceptaría tras el desaire que una vez le hizo dicha universidad; además, la carta firmada con Purdue anulaba cualquier otra oferta.

La vida suele tener ciertas circunstancias de oportunidad que se asoman silencionamente y con Staubach no fue la excepción. Como lo cuenta, quizá nunca habría logrado entrar en la Armada si hubiesen detectado su problema de daltonismo, mismo que no fue percibido durante su examen médico de admisión. Eso habría dado al traste con todo, pero no fue así.

De igual manera, quizá el destino le guiñó el ojo en varias ocasiones como aquella en que en la universidad, el equipo fue visitado por el coach Tom Landry, ya como entrenador de los Vaqueros, y de quien Staubach pensó en ese momento que le gustaría jugar para él, a pesar de la imagen dura y disciplinaria que le dejó en esa ocasión.

Ese sueño se materializó cuando llegó a Dallas en 1969, como suplente de Craig Morton, quien era el QB titular, y además un año menor que él. Con Morton al mando, lo Vaqueros de 1970 llegaron al Super Bowl V contra Baltimore. Morton sobrepasaba por mucho a Staubach por experiencia, ya contaba con cinco años dentro del equipo. Sin embargo, las situaciones se fueron dando una a una de manera ordenada a favor de Roger.

Primero, el retiro de Don Meredith como mariscal de los Vaqueros, lo que abrió la puerta para la titularidad a Morton y el espacio para contratar a Staubach. Segundo, la discreta actuación de Morton en ese Super Bowl y la increíble equivocación de un oficial que tras un fumble dio el balón a Baltimore, justo cuando Dallas tenía el control del juego. Todo eso derivó en una noticia no esperada en el asiento de un avión.

Justo después de la derrota de ese Super Bowl, y ya de regreso en el vuelo privado del equipo, Tom Landry comenzó a pasear entre los asientos del avión hablando con algunos jugadores, cuando llegó junto a Roger le comunicó de manera escueta pero directa, que se preparara para la siguiente temporada, pues él sería el abridor de la misma. La noticia lo motivó al tal grado que al siguiente día del Super Bowl se presentó en los campos de entrenamiento a practicar; no había tiempo que perder. Así era el espíritu de este atleta ejemplar.

La decisión de Landry fue la acertada, la siguiente temporada ganaron el Super Bowl VI a Miami. Sin embargo, una vez más el destino había hecho de las suyas, pues si ese balón suelto hubiese sido marcado de manera correcta en el Super Tazón anterior, Morton habría seguido al frente del equipo mientras que Staubach quizá habría sido cambiado a otro conjunto dada su edad.

EL INDOMABLE QUE INSPIRÓ SU ESPÍRITU GANADOR

Durante sus 11 años como profesional, Staubach disputó cuatro Super Bowl como quarterback titular (VI, X, XII y XIII) y en cada uno, tal y como lo hizo durante toda su exitosa y emocionante trayectoria, demostró siempre ese espíritu del jugador que hará hasta lo imposible por ganar aún cuando pareciera que no había manera de lograrlo.

En una declaración que sorprende, pero que jamás señaló como inspiración para su estilo de juego, fue la que hizo sobre otro inmortal, Johnny Unitas, mariscal de los Potros de Baltimore.

Aquello tuvo lugar una tarde de domingo frente al televisor, en Nuevo México, al mirar un juego entre Baltimore y Chicago. Roger recuerda que ese juego le hizo sentir una gran admiración por Unitas, luego de que al ser ferozmente tratado y maltratado por la defensa de los Osos, incluso saliendo del encuentro por una muy grave lesión interna, Unitas regresó al campo para ganar. En palabras del mismo Staubach, aquello fue una prueba de valor físico y perseverancia de un tipo que nunca se daba por vencido. Sin admitirlo, eso marcó a un muy joven Roger en la Armada.

A pesar de que sus triunfos en Super Bowl fueron de manera contundente, las otras dos apariciones mostraron ese lado combativo del tipo que se negaba a perder, y contra que equipo sino contra Pittsburgh, la franquicia que le arrebató a Dallas la etiqueta de “Equipo de la Década”.

En sus memorias Roger destaca que si el sistema de los últimos dos minutos que poseían a la ofensiva hubiese estado tan perfeccionado como al final de su carrera, habrían ganado esa edición X ante los Acereros. En las escenas de dicha parte final del juego se puede apreciar la desesperación de Staubach por el andar del reloj.

En la edición XIII, Roger reconoce que fue una de los momentos más emocionantes y emotivos de toda su carrera, no sólo por ser un Super Bowl y la posibilidad de ganar un campeonato de manera consecutiva, sino por estar en juego el título del mejor equipo de la década. La pasión que provocó este duelo fue tal que, como evoca, fue la única ocasión que llevó a un encuentro y discusión de palabras fuertes entre él y Landry, tras una intercepción del esquinero Mel Blount de Pittsburgh.

Asimismo, Roger destaca una jugada que marcó el destino de los Vaqueros y que personalmente no lo dejó descansar por mucho tiempo: el pase que dejó caer el ala cerrado Jackie Smith en la zona de anotación y que significaba el empate en la pizarra a 21 puntos. Sólo lograron un gol de campo. Como bien apuntó Staubach, al final fue la diferencia en el marcador final: Pittsburgh 34, Dallas 31.

Como ha sucedido a muchos otros grandes jugadores, por desgracia se toparon con otros a su altura que no les permitieron ganar lo que en otras circunstancias habrían sido triunfos cantados. Staubach, Landry y esos Vaqueros se encontraron en esa misma situación, porque a diferencia de los duelos ante Pittsburgh en los juegos X y XIII, las ediciones VI y XII fueron una fiesta ante Miami y Denver, y fue en este último donde, por cierto, Roger enfrentó a su ex compañero Carig Morton, de quien dijo sintió tristeza por la manera en que fue tratado por defensiva de Dallas, que no le permitió hacer, literalmente, nada. El comentario de Roger fue crudo al decir que ni aunque el quarterback de los Broncos hubiera sido Superman habría hecho algo diferente ante la presión de esa defensiva. (Fue la única ocasión en que dos jugadores fueron designados como MVP, se trató de Harvey Martin y Randy White)

De hecho, en ese juego todo salió a pedir de boca, y una prueba fue la espectacular atrapada de anotación de Butch Johnson, la cual no era la jugada original, fue una lectura de Staubach, y salió a la perfección.

Y a pesar de que Roger tiene una larga lista de actuaciones memorables, quizá ninguna se compara a lo que el llamó su mejor juego como profesional, su mejor regreso, el juego que nunca olvidará: ese contra Washington en diciembre de 1979, su última temporada, en que ganaron 35 a 34 con pocos segundos en el reloj; los 60 minutos más emocionantes de su carrera en un campo de juego, de acuerdo a sus palabras.

EL ATLETA, EL HOMBRE, EL MITO

Regresos como ese, bien le valieron el sobrenombre de “Captain Comeback”, y para muchos y para mi es el primero y único. Aunado a eso, para ese entonces los Vaqueros ya eran llamados como “El Equipo de América”, lo que propició que a Roger se le bautizara como “El Capitán América”, mote que nunca le agradó, pues siempre fue un tipo, de cierta manera, reservado.

Posteriormente se han dado muchos títulos de “Capitán Regreso” a varios mariscales como Jim Harbaurgh en Indianapolis, o Tom Brady en Nueva Inglaterra, o incluso “Capitán América también al mismo Brady, sin embargo, el único y original siempre será el número 12 de los Vaqueros.

La personalidad de Staubach provocó que su vida no sólo fuera vista como el paso de un gran atleta por el futbol americano, sino como el hombre que permitía el análisis de todo lo que ese éxito y fama desembocaban, desde compañeros y rivales que lo marcaron hasta sus propias convicciones que lo hicieron único, y más ahora si lo comparamos con los jugadores de la actualidad.

Aunque compartió equipo y campo de juego con muchísimos jugadores, hay algunos que jamás olvidó por diversas circunstancias, como el corredor Duane Thomas de Dallas, en los 70, que a juicio de Roger podría haber sido uno de los mejores de la historia, sin embargo su comportamiento tan introspectivo lo llevó a perderse en el olvido.

El linebacker Thomas “Hollywood” Herderson, por ser un tipo que hablaba de más, al grado de asegurar que era el mejor linebacker de la historia. Para Staubach distaba mucho de tal afirmación.

El receptor Bob Hayes, de quien dijo tenía un potencial enorme, pero su poca adaptabilidad a los cambios de reglas y las lesiones lo retiraron prematuramente.

El tacle defensivo Diron Talbert, de Washington, con quien llegó a gritarse insultos en el campo, y por quien aún pasados los años dijo sentir cierto odio.

Pero hubo uno que quizá sea el más significativo y con el que llegó a los golpes, un compañero de equipo, de la misma posición, Clint Longley, su sustituto a mitad de los 70. Longley fue el caso típico del atleta que vive de una jugada, de un gran encuentro, de una sola actuación (léase Odell Beckham de Nueva York y su atrapa a una mano). Tras sustituir a Roger en un juego contra Washington en 1974 y ganar el juego con un gran regreso, Longley sintió que estaba listo, quizá, para retar la titularidad o ser un gran suplente de Staubach, no obstante la llegada de Danny White en 1975 cambió el panorama.

De acuerdo con Roger, Clint tenía el potencial para ser el segundo de a bordo, pero se impresionó y se dejó presionar por White, un tipo dedicado y disciplinado.

De la noche a la mañana, Longley dejó de hablar con Staubach y White, por lo que al cuestionar su cambio de actitud por parte de Roger, fue como atizar la hoguera de odio.

La situación tocó el límite cuando llegaron a los golpes en dos ocasiones, y en la última terminó con Satubach en el hospital para suturar una herida en el rostro.

Como lo señaló Roger, fueron situaciones que nunca alcanzó a comprender, y de las cuales con el tiempo trató de olvidar.

Hombre discreto y de principios bien cimentados, gustaba de su privacidad, incluso señalando que en ocasiones era incómodo estar firmando autógrafos en cualquier lugar donde estuviera, en un restaurante o en las calles. Una anécdota que habla de su molestia es aquella en que un hombre lo despertó mientras dormía durante un vuelo, sólo para que le firmara un autógrafo.

Para evitarlo, recordó que una vez le dijeron que cobrará por esas sesiones que a veces eran interminables, y de hecho, hasta por presentaciones. Como tipo cristiano, solía dar pláticas, y en dos ocasiones cometió el error de aceptar dinero por dos charlas sobre cristianismo. Dijo que se sintió tan arrepentido de hacer eso, que días después fue a devolver el dinero a las dos instituciones que le habían pagado. Así era Roger.

Y es que, como no se cansaba de señalar, el dinero nunca fue su motivación, incluso ni cuando se trataba de negociar su contrato.

Staubach, a diferencia de todos los jugadores estrella de antes y de ahora, jamás tuvo un agente o representante. Como bien recuerda, y hasta con cierto orgullo, solía reunirse de manera informal con Tex Schramm, el entonces presidente y gerente general de los Vaqueros, para acordar la cantidad de su contrato. Roger proponía una cifra que creía justa por sus servicios, Tex la aprobaba o hasta ofrecía un poco más y todo quedaba en un apretón de manos. Lo que Staubach nunca supo, y de lo que se enteró mucho tiempo después, fue que había algunos mariscales de campo que, sin tantos logros como los suyos, ganaban más que él. Bob Griese de Miami, ya ganador de dos Super Bowl era el mejor pagado con 400 mil dólares (esa cantidad es muy inferior a un sueldo mínimo de la actualidad en la NFL), seguido de Archie Manning de Nueva Olrleans con 379 md, Dan Pastorini de Oakland con 358 md, Ken Stabler de Houston con 282 md y Bert Jones de Baltimore con 275 md. El mariscal de los Vaqueros estaba por debajo de ellos. Tiempo después aceptó que de haber tenido esa información al alcance como sucede ahora, quizá habría pedido más dinero, el cual, asegura, habría obtenido sin problema. La relación de la directiva con él era muy buena, a pesar de que, como reconoce y rememora, se decía que la oficina de Dallas era una administración agarrada con el dinero.

Sin embargo, señala que la cantidad de dinero que siempre obtuvo era muy buena para vivir bien, un razonamiento del que carecen hoy día la mayoría de los jugadores que están más preocupados por estar en el top tres de los mejor pagados que en ser mejores en su posición.

La realidad es que Roger fue un atleta que lo ganó todo, desde el codiciado Trofeo Heisman en el futbol colegial hasta dos Super Bowl y constantes designaciones al entonces anhelado y disputado Pro Bowl.

No obstante, como en todo, hubo “espinitas” que jamás se pido sacar, y eso fue no tener la libertad de llamar las jugadas en los encuentros. Eso fue un asunto que siempre flotó en su relación con Landry.

Como advierte Staubach, él estaba consciente de que eso sería muy difícil de aceptar por parte del coach, pues el éxito de esos Vaqueros de Landry se debía a un sistema establecido, donde Tom tenía el control absoluto.

Sólo en una ocasión, por un breve periodo de tiempo, Landry le permitió a Staubach mandar las jugadas, y aquello fue exitoso ofensivamente hablando. Llámese por orgullo o por jerarquía, Tom retomó el mando de las jugadas y jamás se las soltó al mariscal de campo.

Existe una historia de la rencilla sobre ese asunto entre Staubach y Fran Tarkenton, otro mariscal de campo emblemático de Minnesota. En una ocasión, Fran, ya retirado y como comentarista, entrevistó a Roger y se burló abiertamente de él por no mandar las jugadas, a lo que Staubach le respondió que quizá si el coach Bud Grant (el entrenador de los Vikingos en la era de Tarkenton) hubiera elegido las jugadas, él (Tarkenton) estaría en la posición de ser la estrella entrevistada.

Tiempo después Tarkenton cobró venganza. Durante una cena nuevamente comenzó a fastidiar con el asunto de la elección de jugadas, a lo que Staubach respondió con pasar su anillo de Super Bowl al estrado para que todos pudieran apreciarlo; después de todo, Tarkenton jamás logró ganar uno a pesar de jugar tres Super Domingos.

Cuando el anillo pasó por las manos de Fran, sarcásticamente este dijo que ese era el anillo para el que Tom Landry llamaba las jugadas.

Cuando Roger tomó la decisión de retirarse sólo contaba con 37 años, estaba en plenitud física y mental, sin embargo las múltiples conmociones cerebrales por golpes fueron la razón para decir adiós.

Como recuerda, una mañana entró a la oficina de Landry para comunicarle la decisión a tiempo y así permitir que armara su plan para la siguiente temporada (1980). De acuerdo con Roger, aquella fue una charla breve pero concisa, en la que sólo una vez Tom le preguntó si estaba completamente seguro, pues consideraba que podía jugar por lo menos un año más a muy buen nivel. Roger le respondió que no había vuelta atrás.

Se levantaron y se despidieron, sin siquiera darse la mano, así era la relación entre ellos, una relación profesional, no más.

No obstante, rememora Staubach que antes de salir de la oficina, “lanzó un dardo” a Landry al preguntarle que si cambiara de opinión le permitiría mandar las jugadas.

Con un tono pausado y recto, el coach le respondió que no. Que él sabía que había un sistema y se respetaba.

De cierta manera, Staubach dice que eso habría sido una poderosa tentación para regresar a jugar si Landry hubiera aceptado, pero la realidad es que de antemano sabía que Tom jamás lo permitiría.

De hecho, el día de la conferencia de prensa del retiro, Roger hizo alusión al asunto de las jugadas al señalar que el equipo quedaría en buenas manos con Danny White, dado que el sistema era exitoso y lo sacaría adelante. Con lágrimas Staubach dijo adiós, mientras un Tom Landry, serio e inexpresivo, miraba la escena desde el fondo de la sala y detrás del público.

LA FASCINACIÓN POR EL ÍDOLO

Personalmente tuve la fortuna de ver dos veces a Staubach en vivo, la primera en el juego de Campeonato de la NFC de 1993, entre Dallas vs San Francisco, en la bahía y en donde Roger fungió como capitán honorario de los Vaqueros. Vaya que les dio suerte, ganaron a domicilio y posteriormente obtuvieron el Super Bowl XXVII. En esa ocasión sólo pude apreciarlo desde las gradas, era un tipo con una personalidad que destacaba entre la multitud.

La segunda fue inolvidable; supe lo que es estrechar la mano de un ídolo. Staubach vino a México a finales de los 90 a la inauguración simbólica de una reconocida clínica de medicina deportiva dentro del World Trade Center (antiguo Hotel de México), inmueble que fue remodelado y “resucitado” en parte por la compañía de construcción Staubach Inc. (propiedad de Roger Staubach), y que cuenta con oficinas en México.

Aquella noche como reportero en la cobertura del evento, me ganó la fascinación por el ídolo más que por el personaje deportivo.

Llegado el momento de su arribo al lugar y abordado de inmediato por una parvada de fanáticos que se enteraron de su presencia, no me contuve y guardé la grabadora y la cambié por el libro de su autobiografía para obtener su firma. Lo logré. Aquello fue un momento que jamás olvidaré. Minutos después, ya en mi carácter de reportero, le hice algunas preguntas y entonces si, tuve la dicha de estrechar la mano de un verdadero héroe, un héroe deportivo como pocos.

Staubach se retiro del futbol americano hace 46 años, y sin embargo sigue tan vigente como entonces, eso es ser una leyenda, eso es ser un ídolo, por esa razón, me quedó con las palabras de dos personajes cercanos y claves en su carrera para describir a este atleta, hombre y mito, me refiero a Tex Schramm y Tom Landry.

Tex Schramm: “No hay duda de que Roger es el héroe deportivo más grande del país en la actualidad, y quizá de nuestro tiempo. Es único en el sentido de que sus seguidores abarcan todas la generaciones”.

Tom Landry: “Echaremos de menos a Roger, pero casi estoy seguro que la NFL y el deporte en general lo harán igualmente o quizá más. La suya era el tipo de imagen que desearía uno para los jóvenes. No nos podemos darnos el lujo de perder a ese tipo de persona”.

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