Deportes
'Para entender el deporte...' --

​Dr. Mario Antonio Ramírez Barajas

La marca de los años en el cuerpo

  • "Envejecer es inevitable, pero hacerlo con piernas fuertes es una rebeldía contra el calendario."

Es en las sutilezas donde se nota la vejez, no tanto en las arrugas o el cabello canoso.

Se encuentra en el modo en que nuestros pies se cansan más rápido, cómo las escaleras se vuelven un reto, o en la forma en que nos levantamos de una silla.

En este juego de la vida, donde cada día es una partida, nuestras piernas se convierten en los dados con los que apostamos por la juventud perdurable.

  • La eterna juventud en la sencillez de nuestros pasos

La eternidad tiene ritmo, tiene paso, tiene cadencia; se encuentra en la simple, y a menudo infravalorada, acción de caminar.

Nuestros músculos, especialmente los de las piernas, son custodios de una juventud que no se desvanece con el tiempo. Mientras que algunos buscan frenéticamente la fuente de la juventud en cremas y pociones, en realidad se encuentra en el acto de pasear.

Caminar, esa actividad tan básica y humana, es una danza con el tiempo, un tango con la gravedad, reducimos el riesgo de enfermedades que llevan los nombres temibles de cardiovasculares, diabetes, hipertensión y colesterol alto. Pero la magia no termina ahí: caminar también es sinónimo de control de peso, un corazón robusto, pulmones vigorosos, energía desbordante, vitamina D radiante y, créase o no, una vida sexual más plena.

Como si fuera poco, esta práctica milenaria es un bálsamo para el alma; alivia el estrés, disipa la ansiedad y combate la melancolía, elevando nuestro bienestar psicológico. Una caminata diaria, ágil y de al menos treinta minutos, es el ritual para mantener vivo este hechizo.

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Foto: Autor

Nuestras piernas podrían revelar nuestra edad más honestamente que cualquier documento de identidad.

Mantenernos en movimiento es, por tanto, un acto de rebeldía contra el paso del tiempo, una declaración de guerra contra el declive inevitable.

  • El pilar de nuestra estructura

En mi peregrinar diario, en esa hora en la que el día se despereza o se acuesta, reflexiono sobre el milagro que supone el hecho de caminar.

He aquí el pie, esa obra maestra de la evolución, articulado y sofisticado, que transporta historias y kilómetros, deseos y huidas.

Reflexiono sobre el dato, tan curioso como revelador, de que el 70% de nuestras actividades humanas se realizan con los pies. ¡Vaya! Casi tres cuartas partes de nuestra vida dependen de estos ingenieros de la locomoción.

Y entonces, pienso en la importancia de cuidarlos, no por vanidad, sino por gratitud. Cuidar de nuestros pies y piernas es como cuidar el motor de un coche, la raíz de un árbol, la base de una casa.

El cuidado de nuestros pies y piernas, por tanto, no es un acto de vanidad, sino de supervivencia, un homenaje a nuestra capacidad de movernos, de sentir, de explorar. En la simplicidad de este cuidado, hay una profunda sabiduría: la salud y la movilidad son tesoros incalculables, y nuestros pies, sus guardianes más leales.

En ellos, en esos compañeros silenciosos de viaje, reside una parte fundamental de nuestra humanidad. Por eso, cada paso que damos no es solo un acto físico, sino también un gesto poético, una afirmación de vida, una pequeña proclamación de nuestra libertad. Y yo, como un mero peregrino en este vasto universo, sigo adelante, paso a paso, maravillado ante la complejidad y la belleza que reside en la arquitectura de mis pies.

  • Nunca es tarde para empezar

La buena noticia es que nunca es tarde para comenzar a ejercitar nuestras piernas. Incluso después de los 60 años, mejorar la fortaleza de las piernas sigue siendo beneficioso y es una tarea de por vida.

Caminar al menos 40 minutos diarios es un pequeño precio a pagar para mantener la juventud de nuestras piernas, y por extensión, de todo nuestro ser.

Las piernas son el reflejo de nuestra lucha contra el tiempo, un recordatorio de que, en la simplicidad de nuestros pasos diarios, podemos hallar la clave para una vejez digna y vigorosa.