
Seguí su fuego brillando en el cielo...
Gabriel Julio Fernández Capello nació el 24 de julio de 1964 en Buenos Aires, Argentina. Creció inmerso en un entorno familiar cargado de enigmas emocionales: su madre nunca le confirmó quién era su padre hasta una prueba de ADN hecha en 1997, revelando que Ariel Bufano, y no Manuel Capello, era su padre biológico.
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Desde pequeño respiró arte, música y poesía, pues su abuelo fue el poeta Alfredo R. Bufano, lo que de alguna forma fomentó la llama interna de la creatividad impulsándolo a muy pronto empezar a componer canciones, contándose que a los quince ya ensayaba melodías en cuadernos perdidos entre acordes y sueños a juego.
Su encuentro con la música fue casi tierno y visceral: una capital porteña, un barrio y juventud a puños, lo hicieron abrazar el ska, el reggae y el rock como espejos de su voz potente y matizada. Peculiar para cualquier época y con sello. En 1985, junto a un puñado de creadores, funda Los Fabulosos Cadillacs, y a partir de ahí inició un ascenso tan acelerado como legendario.
De líder fabuloso a solista de paisaje: la evolución de Vicentico
Con los Fabulosos Cadillacs, Gabriel disfrutó de la experimentación al fusionar géneros con una audacia poética: del ska al reggae, del punk al jazz... todo compaginado con letras políticas, románticas y sociales, pero siempre icónicas.
Canciones como “Matador”, “Vasos Vacíos”, “Mal Bicho” se convirtieron en himnos generacionales. Vicentico al frente, con su voz inconfundible, llevó al grupo a influir en toda Latinoamérica, consolidándolos como uno de los nombres más influyentes del rock argentino y, desde luego, del rock latinoamericano.
Durante décadas construyeron una mitología sonora: Bares y Fondas (1986), El satánico Dr. Cadillac (1989), Fabulosos Calavera (1997), La salvación de Solo y Juan (2016), cada álbum es una estela de identidad sonora y compromiso cultural que sin duda supieron asumir con madurez y responsabilidad.
En 2002, Gabriel arriesgó vuelo en solitario con su disco debut Vicentico. Desde entonces su carrera como solista ha sido tan rica como diversa: Los Rayos (2004), Los Pájaros (2006), Solo un momento (2010), 5 (2012), Último acto (2015) y, finalmente, El Pozo Brillante (2021).
Los Rayos y la consolidación
Su álbum, Los Rayos, dejó canciones inolvidables como “Los caminos de la vida” y “Tiburón”, contó con colaboraciones como Julieta Venegas en acordeón y piano, reafirmando su versatilidad y madurez artística.
Solo un momento: la emoción viva hecha música
Con Solo un momento, alcanzó el doble platino por CAPIF y conquistó radios con el corte homónimo, consolidando su conexión sentimental con el público.
Por medio de canciones como “Ya no te quiero”, “Solo un momento”, “Viento” y “Morir a tu lado”, conquistó el alma poeta de miles de escuchas que, desde el amor o el despecho profundo del corazón más roto, volvieron su sentir melodía.
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El pozo brillante: un canto a la psicodelia personal
En su último trabajo, publicado en 2021, Vicentico experimentó con loops, sonidos saturados y atmósferas casi cinematográficas, describiendo el disco como un “pozo donde de vez en cuando se ve brillar algo de luz”, un paraguas emotivo para sus ideas y letras.
Canciones como “Freak”, “Tengo miedo”, “Solo para mí” y “Rima” construyen un viaje sonoro íntimo y perturbador, con una estética que mezcla psicodelia setentera, sampleos crudos y profunda melancolía. Una sorpresa para lo que se trabajaba en solitario, pero con un hilo conductor preanunciado desde Los Fabulosos.
Letras simples que florecen con el canto
Hay en Vicentico una profundidad romántica que atraviesa lo social, lo íntimo y lo existencial. Letras como “Creo que me enamoré”, la cual por cierto es un Premio Grammy Latino a Mejor Canción de Rock 2013, combinan honestidad emocional, con una declaración de amor profunda y un sonido suave pero poderoso.
En “Solo un momento”, juega con el sentimentalismo del instante y su peso en la memoria. El honor que merece la paciencia por mera esencia y disciplina, porque es clave recordar que una de las mejores formas de darle claridad al agua cuando hay piedras en ella no es filtrarla, sino solo dejar que se acienten.
“Las estrellas” se ha convertido en una canción sumamente personal. Con un ritmo simple, casi infantil, es un canto al sueño, a la descripción del amor a medida que aún no conoces, pero que sabes que existe. “Quiero que sepas que te ando buscando desde mil vidas atrás”, ya sea en las cenizas o en las estrellas, pero ¿dónde habrá una pista? El amor es como las plantitas que a veces se dan en condiciones extremas y a veces no, aunque les des mil cuidados, pero sin duda, como la romántica que soy, sé que hay un “tal” para cada “cual”.
En “Paisaje”, una de mis favoritas, Vicentico nos cantó la bandera blanca de cualquier guerra. Visualizarla como el freno del impulso que reconoce la valía del otro para saberle esencial en uno mismo. Es una explosión en el corazón. “Tú no podrás faltarme cuando falte todo a mi alrededor”, sus letras como un signo y un universo interno que sale en el reconocimiento de un “tú me das amor”.
Pero también es importante cantarle a la contraparte, en “Ya no te quiero”, “Puro teatro” y “Culpable”, Gabriel logra reventar el rencor que todos hemos sentido ante un amor malagradecido. Frases como “Te destierro de mi alma y mi corazón” o “Ya ni te odio. Vos me enseñaste a dar silencio por amor”, son la representación latente del poder de la palabra: simple, potente y salvaje como el despecho.
Su voz recita melancolía activa: la tristeza no es pasiva, es combustible, el amor no es solo dulce, incendia. Durante alguna entrevista, señaló que: “la tristeza es más un motor y es más dinámica… tiene mucha imagen porteña”. Esa capacidad de convertir el dolor en arte, lo convierte en la representación de un poeta del rock romántico contemporáneo, incluso cuando el mismo se refleja y fantasea con una vida en épocas pasadas.
Guardándote en silencio sin querer...
- Sobre El Pozo Brillante: “es un pozo donde de vez en cuando se ve un poquito de luz y algunos brillos… el paraguas para pensar la música”. “Cuanto más extraño, mejor, cuanto más difícil, mejor… el disco es el lugar ideal para volverse loco”.
- Sobre su visión del amor: definió al amor como “un sentimiento encerrado en un cuerpo que intenta comunicarse con otro… y cuando se encuentran, se produce algo único e irrepetible”.
Es fácil encontrar tanto en sus letras como en sus entrevistas una sensibilidad y claridad romántica que conjuga reflexión existencial y lirismo metafórico. Quienes amamos o hemos amado alguna vez, comprendemos el torbellino que provoca el sentimiento, ya sea hermoso y sano, fracturado, confundido o completamente perdido.
El amor, de la forma que sea, nos provoca y conduce. Es instintivo, no racional y, a algunos, nos lleva a ir por la vida malcriando versos dulces hasta que un día sean maduros.
Cosas de algunos vientos
- Se enteró a sus 33 años de que su padre biológico era Ariel Bufano, no Fernández Capello, lo que marcó un giro emocional en su vida.
- Su disco El pozo brillante tardó año y medio en grabarse, porque la química con su productor Héctor Castillo era tan creativa como incontrolable.
- La canción “Rima” originalmente se llamaba “?”, pero no se lo permitieron registrar así, por lo que quedó como working title “Rima”.
- En “Freak”, “Tengo miedo” y “Solo para mí”, recrea un personaje que gira como “una bola de cristal con Elvis dentro”, una metáfora cinematográfica sobre el caos interno.
¿Hace falta que te diga que me muero...?
Actualmente, Los Fabulosos Cadillacs celebran más de 40 años de historia y están próximos a festejarlos con una gira que incluirá a México. Como solista, se ha mantenido vigente gracias a su peculiaridad musical y particular estilo, figurando como referencia para nuevas generaciones.
Vicentico, a pesar de no tener un material discográfico nuevo, mantiene un poderoso legado sonando fuerte, como una constelación de voces, preguntas y brillos en la profundidad de su pozo emocional.
No creer en nada, es creer en todo
Vicentico es una criatura de contrastes: romántico y eléctrico, intelectual y visceral, callejero y místico. Desde la épica colectiva de Los Fabulosos Cadillacs hasta sus discos en solitario, ha construido un puente entre lo urbano y lo universal, entre el dolor personal y la celebración colectiva.
Su música importó, sus letras marcaron y su humanidad ha resonado en un viaje generacional. Tenemos que hablar de Vicentico no como historia, sino como vibración continua: su voz es un faro que atraviesa emociones tiernas y ferales en un mismo disco; su herencia, sigue encendiendo corazones en cada verso.
A título personal, puedo compartir que Gabriel, ha sido compañero en múltiples noches de encuentros y desencuentros. Su pulcritud y talento para decir lo que se siente con desespero, ha tocado fibras incluso desconocidas, porque el dolor y el amor que ha narrado nunca ha dejado de ser actual, público y de libre acceso para quienes vivimos del sentir en nuestras capas más profundas.
La magia de conectar con un artista, con el fin de buscar un poco de fuga, vuelve explicables las revoluciones internas y, a su vez, un poco más manejables las ausencias e incluso las presencias, desde luego las deseadas, pero aún más las que por destino deben solo ser asumidas “de lejitos”.
En algún texto anterior comentaba que “vivir lo que duele, legitima el sentimiento opuesto a ello”, y hoy, creo en ello como una de mis leyes más férreas.
“Cuando la tormenta pase, será el sol el que nos salve”.