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Loose Blues nació en 2013 como una tienda de moda alternativa y ha evolucionado hasta convertirse en una “misionaria creativa”, un espacio donde convergen arte, gastronomía, música e incluso un estudio de tatuajes.

Loose Blues CDMX: moda alternativa, tatuajes, arte y cocina japonesa en la Juárez

Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero
Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero Foto: Crónica Digital

En el corazón de la colonia Juárez, entre fachadas que esconden secretos y rincones donde la ciudad parece detenerse, existe un espacio que se ha convertido en un imán para los curiosos y los apasionados de la cultura alternativa: Loose Blues. Más que un restaurante o una tienda, es una miscelánea creativa donde conviven la moda, la gastronomía, la música, el tatuaje y, más recientemente, la fotografía.

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Antes de sumergirnos en esta entrevistas, imagínate esto: entras a una boutique vintage en Juárez, al llegar, pasas primero por su boutique curada con piezas únicas; ropa, comida, arte o tinta, coquetean con tu curiosidad. Al subir, te encuentras con el restaurante japonés y un universo sensorial tan íntimo como vibrante que desafía la prisa citadina. Bienvenido a Loose Blues, un rincón chilango que dialoga entre culturas a través del sabor, la estética y la música.

Loose Blues en el corazón de la colonia Juárez
Loose Blues en el corazón de la colonia Juárez Foto: Crónica Digital

Así arranca la vibra relajada y cercana que te espera en Luz Blues. No es la típica nota elegante, sino un saludo cálido, casi como si te invitaran a su propia casa. Este espacio, pues, no es sólo una tienda: es una experiencia que te recibe con sabor, sin pretensiones, y te dice “quédate, desconecta, explora”.

Vámonos que ya nos vieron de Carlos Álvarez-Montero llega a Loose Blues

Loose Blues nació en 2013 como una tienda de moda alternativa y ha evolucionado hasta convertirse en una “misionaria creativa”, un espacio donde convergen arte, gastronomía, música e incluso un estudio de tatuajes.

La sinergia entre Shota (de Japón) y Jacky (de México), representantes de este lugar, se siente auténtica: la cultura chicana no es una moda aquí, sino un puente real.

Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero
Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero Foto: Crónica Digital

Gracias a una afinidad estética y esa filosofía de exploración y sinergia con el trabajo de Carlos Álvarez-Montero, surgió la idea de mezclar arte y gastronomía en una expo que no fuera sólo para mirar, sino para “sentir”, fusionando visuales con un menú inspirado en “comida chicana” —tal como lo documentó Gustavo Arellano— reinterpretado para encajar con el universo de la exposición.

El trabajo de Carlos se centra en la identidad, la migración y la conexión cultural. La relación surgió de manera orgánica: primero como cliente, luego como amigo y, finalmente, como aliado artístico. La chispa se encendió durante una sesión de tatuaje con Shota, artista residente de Loose Blues, cuando Carlos mostró parte de su obra. Desde ese momento, la idea de montar una exposición comenzó a tomar forma.

Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero
Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero Foto: Crónica Digital

La muestra no nació en un cubo blanco de museo, sino en una mesa compartida y en la intimidad de un estudio de tatuajes. Carlos lo recuerda entre risas:

“Yo venía seguido a comer, a echar un trago. Me gustaba lo que tenían en la tienda, esos productos diferentes. Y fue el año pasado, cuando me tatué con Xota, que surgió la idea. Mientras me tatuaba, le enseñé mi trabajo y me dijo: ‘Esto me encanta, hay que hacer una expo’. Así empezó todo, de una plática casual a un proyecto serio.”

La curaduría fue un ejercicio colectivo entre Carlos, Xota y Jacky. Al inicio se pensó en una muestra sobre cultura chicana, pero pronto la conversación derivó hacia otros temas. “Ellos vieron mis fotos y después mis dibujos. Entre los tres hicimos una selección, ajustando hasta que todo tuviera sentido. Al final se volvió otra cosa: un diálogo entre mundos.”

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Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero
Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero Foto: Crónica Digital

Identidad y migración: espejos de lo personal

El trabajo de Álvarez-Montero está atravesado por una búsqueda constante: la identidad. “No diría que hablo directamente de la cultura chicana —explica—, pero sí de cómo la música, el cine y la estética de esa cultura me marcaron desde joven. En realidad, lo que exploro es la compleja identidad del mexicano: esa mezcla entre lo indígena, lo europeo y la colonización cultural de Estados Unidos.”

En sus retratos aparecen clubes de riders en California, jóvenes que encuentran en lo chicano una forma de nombrarse en la frontera. Carlos los acompaña con empatía, pero también proyecta en ellos su propia experiencia migratoria:

“Cuando empecé esa serie, yo me acababa de mudar a Nueva York. Era un choque distinto, claro, pero al final estaba viviendo un proceso similar: entender mi papel como alguien que viene de otro país. Ellos no podían regresar; yo sí, pero compartíamos esa sensación de desarraigo.”

Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero
Exposición "Vámonos que ya nos vieron" de Carlos Álvarez-Montero Foto: Crónica Digital

Entre la fotografía y el dibujo

En la exposición conviven imágenes y trazos. Para Carlos, ambos lenguajes son complementarios aunque opuestos:

“La fotografía empieza con un lienzo completo, y decides qué dejas fuera. El dibujo parte de un lienzo vacío, y decides qué pones dentro. Son procesos distintos, pero las experiencias, la música, los textos, todo lo que he acumulado en 50 años, aparece en ambos. Es imposible que no se crucen.”

Sus dibujos cargan con lo autobiográfico. Una puerta pintada, un coche estacionado frente a su edificio en Nueva York, detalles mínimos que hablan de estados emocionales. “En los retratos también estoy yo —dice—. Busco personas que reflejen lo que siento, lo que pienso. Cada serie es parte de mi vida, me transforma mientras la hago.”

Loose Blues en el corazón de la colonia Juárez
Loose Blues en el corazón de la colonia Juárez Foto: Crónica Digital

Abrir preguntas, no dar respuestas

Al preguntarle qué espera del público, Carlos no duda:

“No busco dar soluciones, ni señalar algo específico. Lo que quiero es abrir preguntas. Que la gente vea las imágenes y se cuestione: ¿quién es esta persona?, ¿por qué está aquí?, ¿qué significa lo que porta? Que se vayan a su casa y al día siguiente sigan pensando en lo que vieron, como cuando una película te persigue después de los créditos.”

En Loose Blues, Vámonos que ya nos vieron no sólo se contempla: se vive en compañía, entre música, comida y conversaciones que se prolongan hasta la madrugada. Como la misma Juárez, es una exposición que resiste lo evidente, que se descubre poco a poco, y que invita, siempre, a detenerse, a mirar.

Loose Blues: un lugar para detener el tiempo

Ubicado en Dinamarca 44, colonia Juárez, Loose Blues se describe como un espacio que rompe con lo evidente. No está a la vista inmediata; hay que dejarse guiar por la curiosidad para descubrirlo. Al entrar, el visitante puede recorrer la tienda de moda alternativa, subir al restaurante, explorar una exhibición, o dejarse llevar por la música y el arte del tatuaje.

“Loose Blues tiene esta peculiaridad de hacerte sentir en otro ritmo dentro de la ciudad. Es como si el tiempo se detuviera”, menciona Jacki, fundadora y alma del lugar, sobre cómo se dio la reciente colaboración con el artista visual Carlos y de qué manera un menú inspirado en la cultura chicana terminó entrelazándose con la propuesta artística.

Chota y Hacki
Chota y Hacki Foto: Crónica Digital

“Conocimos a Carlos primero como cliente y después como parte de nuestro proyecto”, recuerda Jacki. El punto de unión fue Xota, tatuador y colaborador frecuente de Loose Blues. “A Xota le gustaban mucho las fotos de Carlos, porque tienen que ver con la cultura chicana. En Japón existe un vínculo muy fuerte con ese mundo, y no lo ven como una moda pasajera, sino como una cultura con profundidad. Eso fue lo que nos inspiró a montar la exposición”.

La sinergia no se quedó en las paredes. Jacki quería que la experiencia atravesara otros sentidos. “No queríamos que la expo fuera solo visual. Pensamos en activaciones que conectaran todo este universo. De ahí surgió la idea de crear un menú especial”. Inspirados en el libro Taco USA de Gustavo Arellano, que explora la comida chicana, se diseñaron platillos que reinterpretan esa identidad híbrida desde la cocina japonesa de Loose Blues.

El restaurante bar de Loose Blues
El restaurante bar de Loose Blues Foto: Crónica Digital

Pero la historia del lugar va más allá de esta colaboración puntual. Jacki cuenta que Loose Blues nació hace más de una década como una tienda de moda alternativa. “Con el tiempo fuimos creciendo hasta convertirnos en lo que somos hoy: una misionaria creativa donde convergen arte, gastronomía, música y tatuajes”.

Parte del encanto de Loose Blues está en su discreción. No es un espacio que se revela de inmediato. “Está medio escondido, y esa es la idea: invitar a la gente a descubrir. Desde que entras, el tiempo parece detenerse. Puedes explorar ropa, subir al restaurante, encontrar una expo o decidir hacerte un tatuaje. La intención es que cada quien se conecte con lo que le atraiga”.

Hoy, en Dinamarca 44, Loose Blues abre sus puertas de lunes a domingo con una propuesta que escapa a las etiquetas. “Queremos que la gente venga y se deje llevar. Que sienta esa pausa, esa inspiración que te saca del ritmo de la ciudad”.

En esa pausa, el visitante encuentra un refugio donde convergen historias, culturas y sabores. Un lugar donde la sinergia entre arte y vida cotidiana se vuelve tangible, donde lo chicano dialoga con lo japonés, y donde lo personal se transforma en colectivo.

Más que un espacio cultural, Loose Blues es una experiencia que se descubre poco a poco, como quien hojea un libro y se encuentra con una nueva historia en cada página.