Escenario

‘1976’: la melancolía de la mujer chilena y la dictadura filtrada en el espacio íntimo

ENTREVISTA. Tras un trabajo de 10 años, Manuela Martelli, directora y actriz chilena, presenta en su ópera prima una radiografía de lo que se sintió durante la dictadura y el papel de la mujer en esa época

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

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“Comenzó con la idea de contar la historia de mi abuela, a quien no conocí y murió en el año 76. Los últimos años de su vida, que coinciden con los primeros tres años de la dictadura, ella estuvo muy deprimida”, comentó Manuela Martelli sobre su primer largometraje, 1976. En la película cuenta la historia de Carmen, una mujer burguesa que cuida de manera clandestina a un joven que es parte de la resistencia contra la dictadura.

La búsqueda de respuestas sobre la causa de la depresión que afectó a su abuela, la llevó a reflexionar sobre lo que significaba ser mujer en aquella época y cómo la historia se entrelazaba y se filtraba en el espacio doméstico.

En nuestra familia, a menudo se hablaba de esa depresión como si fuera una característica inherente a la personalidad de mi abuela, sin considerarla como un tema social o un fenómeno que afectaba a muchas. Sin embargo, al investigar y conversar con diversas mujeres, pronto descubrí que la depresión era un patrón recurrente en muchas historias. Estas mujeres compartían un sentimiento de insatisfacción y melancolía, un malestar que parecía atravesar generaciones”, señaló la directora.

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Carmen, a pesar de su edad y de las comodidades que tiene por su estatus social es una mujer audaz, empática y consciente del entorno sociopolítico. “Fueron mujeres que en el fondo tenían muchos intereses, eran curiosas, pero no tenían el espacio para desarrollar esa curiosidad, ni su creatividad o tener un destino distinto al ser solo dueñas de casa”, ahondó la cineasta. En una escena, la protagonista señala su deseo por ejercer la medicina, pero después de estudiar enfermería y casarse, resultó que solo su esposo podía mantener ese prestigio.

En la parte de producción de 1976 participó Andrés Wood, quien fue director de Machuca (2004) y La buena vida (2008), películas en las que Manuela Martelli actúa. Para este proyecto, a Martelli le parecieron pieza clave las habilidades de Wood para brindarle profundidad a los personajes y su investigación detrás de cada contenido, fue así que encontraron la mirada de Carmen, este protagónico que soporta toda la trama en Aline Kuppenheim. “Ella me contó también de su propia abuela, que era un personaje muy avanzado para la época, muy interesante, rupturista y excéntrica. Aline es una gran actriz, muy talentosa, muy inteligente y logra transmitir mucho con muy poco”, destacó.

Por otro lado, se encuentran los nietos de Carmen, tres niños que juegan, son curiosos y se preguntan en silencio qué es lo que sucede y por qué los adultos actúan de cierta forma. A pesar de que la producción señaló que “no quería niños, perros o barcos”, para Manuela era importante incluirlos porque se identificaba con ellos: “Me parecía importante retratar a esa generación que recibió el trauma de la dictadura, pero que no tenía palabras para describirlo porque se evitaba hablar de esos temas directamente”.

Entonces, a pesar de que en la escena se veía el gusto de una reunión familiar cuando llegan a la casa de playa de los abuelos, hay una tensión latente. “La película juega mucho con el espacio fuera de campo. Lo que me interesaba era que esa historia con H mayúscula quedara en los márgenes y que nos concentráramos en el espacio doméstico y en las emociones, no en los hechos que ya están en los titulares. Entonces, la música era un elemento muy efectivo para retratar esa realidad sin ponerle imagen, pero sí poniéndole cuerpo”, explicó. Incluso, en el trabajo de la compositora María Portugal, se va reflejando la evolución del personaje, en donde pasa de lo mecánico con el uso de sintetizadores muy acorde a la década de los setenta a lo más humano a través de una orquesta con instrumentos de viento.

Como directora, Martelli realizó Apnea, un cortometraje que toca el tema que describe como “crianza desfasada”, cuando una mujer deja a cargo de una nana el cuidado de su hijo y a la vez, la nana tiene que dejar a su familia con otra persona. Este fenómeno fue parte de su propia infancia y lo encontró también cuando fue a hacer su maestría en Estados Unidos. Así, definió que su interés en la dirección y el guionismo era observar desde el espacio íntimo el contexto político, social e histórico. “Me interesa retratar cómo se percibe la historia cuando no hay lenguaje, desde los sentimientos y las relaciones humanas”, comentó.

El filme de la cineasta chilena ha sido galardonado en los Premios Platino, los Premios Goya y el Festival de Cine de Londres. Para esta edición número 65 de Los Premios Ariel se encuentra nominada en la sección de Película Iberoamericana y actualmente está disponible en el catálogo de Netflix.