
A veces decir adiós es lo más difícil. Y otras veces, lo más liberador. Haim lo comprendió desde la raíz y lo convierte en música con una seguridad que solo da la experiencia. I Quit no busca consuelo ni venganza. Tampoco se abraza al drama. Simplemente respira hondo, da media vuelta y se marcha. Ese gesto, en apariencia simple, es el que sostiene las quince canciones del nuevo disco del trío californiano, formado por las hermanas Danielle, Este y Alana.
El punto de partida es nítido. En los primeros compases de Gone, la guitarra suena seca, la voz de Danielle corta en lugar de flotar, y el fraseo ya no busca la aprobación de nadie. Lo que antes era exuberancia ahora se transforma en contención.
No es que las Haim hayan perdido su energía. La han redistribuido. En vez de dispararla hacia el exterior como hacían en The Wire o Want You Back, aquí se concentra en lo interno.
El disco nace tras la ruptura de Danielle con Ariel Rechtshaid, productor y coautor de gran parte del ADN sonoro de la banda. La separación sentimental es también profesional y el resultado se nota, incluso hay referencia a George Michael.
La producción, a cargo de la propia Danielle junto con Rostam Batmanglij, —conocido por haber sido compositor, productor y multinstrumentista de la banda Vampire Weekend— opta por una estética menos saturada, más austera, incluso más casera por momentos. La apuesta es arriesgada, porque esa desnudez obliga a que todo funcione en estado crudo. Y en muchos tramos del álbum, funciona.
Hay algo de militancia en esa economía de recursos. Las guitarras eléctricas no buscan épica, las bases rítmicas prefieren la repetición orgánica al impacto, y las armonías vocales —esa firma inconfundible del trío— se colocan como una manta delgada más que como un himno coral.
En The Farm, por ejemplo, una separación se narra con lenguaje económico, como si fuera una negociación de bienes emocionales. Y es ahí donde las Haim logran su mejor versión, cuando bajan la voz y la herida queda expuesta sin maquillaje.
No todo es perfección en el nuevo disco de Haim
El álbum también muestra sus límites. En su afán por sostener el tono de renuncia, algunas canciones caen en una suerte de meseta emocional. Cry, Million Years, Love You Right o incluso el cierre con Now It’s Time parecen no encontrar su momento de impulso, como si la decisión de renunciar también incluyera renunciar a los clímax. Es una estética coherente, pero a veces se vuelve monótona.
Sin embargo, estos deslices no empañan la fuerza central del disco. Hay excepciones que permiten respirar. Spinning también marca un giro con Alana tomando la voz principal y con un pulso disco contenido, casi nostálgico, recuerda que la pista de baile también puede ser un espacio para sanar.
¿Es bueno el nuevo disco de Haim?
Sin duda es uno de sus mejore discos. En términos de sonido, I Quit se aleja del brillo ochentero que marcó Women in Music Pt. III. Lo que aparece en su lugar es una paleta más terrenal, casi folk por momentos, con ecos de shoegaze suave y soul californiano. Esa transición es una reconfiguración de la banda.
El mayor logro del disco es su madurez emocional. Las Haim ya no necesitan demostrar que son una banda importante. Lo son. Y desde esa seguridad, pueden entregar un trabajo que se permite tener vacíos, que no busca hits, que a veces tropieza en su extensión, pero que nunca se traiciona.
La producción de Rostam aporta una frescura inusual, y la química entre las hermanas, como siempre, sostiene todo como una red invisible de armonía y complicidad.