
La Ciudad de México fue testigo de cómo Alejandro Rosso y Jonás González llevaron su icónica dupla regiomontana a otro nivel: clásicos coreados por miles, lanzamientos inéditos con tintes políticos y, sobre todo, un intermedio visual tan bizarro como hipnótico. Tuvimos el privilegio de cubrir este show que fusionó décadas de trayectoria con la vanguardia de la inteligencia artificial.
Desde la primera nota de “Afroman” hasta el estruendo final de “Cosmic”, el público no dejó de corear sus éxitos. En paralelo, temas nuevos como “Ilegal” —una colaboración con Al Jourgensen— introdujeron un matiz más oscuro y combativo al repertorio. La transición entre nostalgia y novedad fue impecable: cada riff y cada beat se sintieron igualmente potentes.
Intermedio surrealista con inteligencia artificial
Al llegar a la mitad del set, las luces se atenuaron y comenzaron a proyectarse videos creados por IA. Rostros distorsionados, símbolos satíricos y paisajes oníricos se sucedieron durante diez minutos, generando un “choque de realidades”. Más que un simple descanso, este paréntesis visual fue la declaración de principios de la banda: la tecnología como pincel de lo insólito.
A diferencia de formatos convencionales, la dupla apostó por elementos que reforzaran la conexión con la audiencia. Plataformas elevadas, luces que recorrían al público y momentos de penumbra total crearon una atmósfera de complicidad. No faltaron tampoco guiños a su herencia regiomontana: pequeños destellos de neón naranja aparecieron discretamente entre canción y canción.

Un cierre lleno de emoción y nostalgia que sabía a futuro
El encore fue un estallido de energía: “Mr. P. Mosh” prendió al público una última vez antes de despedirse con “Millionaire”. La ovación no cesó hasta mucho después de que las luces regresaran.
Entre la tradición pop-regia, la irreverencia sonora y el asombro visual, Plastilina Mosh entregó en CDMX un espectáculo que reafirmó su vigencia y su capacidad de reinventarse.