
Originaria de la comunidad zapoteca de Guelatao de Juárez, Oaxaca, donde ha desempeñado cuatro cargos comunitarios, Luna Martínez Andrade, mejor conocida como Luna Marán, trabaja desde hace más de una década en la formación no escolarizada, donde la equidad de género, la diversidad y la comunidad son las bases de su visión, misma que ha destacado dentro de la industria audiovisual.
En Crónica Escenario y con motivo de su participación en el Compendio de Cineastas Contemporáneas, tuvimos oportunidad de hablar con ella al respecto de su elección para este importante proyecto creado por el Festival Internacional de Cine de Morelia y la Fundación BBVA.
“Para mí no había opción B, era una invitación increíble a participar en un espacio maravilloso donde se podrían ver las películas de muchas mujeres y todas sus historias, donde mi trabajo podía estar dentro de esta antología, yo muy agradecida”, comentó de inicio Marán acerca de su participación en este destacado proyecto.
En el autorretrato que forma parte del compendio, Luna usa la animación como recurso para contar su pequeño relato personal. “Soy fan del género en realidad, tengo algunos proyectos animados, me da mucha emoción ver que tanto podemos experimentar y contar a través de este medio y me dijeron que podía animar, aunque sea un pedacito, Pablo y Nicolás Baksht me dieron la oportunidad y yo la tomé”, acotó la realizadora zapoteca.
Aunque este ejercicio del autorretrato suele producir una especie de autodescubrimiento para las cineastas participantes, para Luna Marán era una oportunidad de mostrar algo diferente al público. “Fue un ejercicio de decir que quiero compartir con otras personas que quieren iniciarse en este oficio que es hacer películas y pensaba en algo tan natural como es el soñar y como la adultez, el sistema adulto-céntrico nos hace olvidarnos de algo que hacemos siempre, crear historias, personajes, universos, siempre está ahí eso y era abrir la puerta”, dijo.
“Muchas veces esta puerta la encontramos cerrada con ideas que no vienen necesariamente de uno, sino que se repiten porque un alguien lo dijo y a veces no es una persona, a veces es la sociedad, o el pensamiento de que ‘no hay ninguna mujer en mi pueblo que haga cine’. Entonces, tuve mucha fortuna de crecer en procesos donde se invitaba mucho desde la infancia a la imaginación, sigue siendo una invitación súper urgente, no solo para les niñes sino para cualquier persona, tenemos que recuperar. El ejercicio de soñar, las fantasías y los futuros se han ido acotando cuando podrían ser más amplios y diversos y ver un mundo de posibilidades para hacerlo de otra manera”, afirmó.
Dentro de su carrera no sólo se ha dedicado a producir y realizar filmes, sino que también ha fomentado la creación de espacios para todos aquellos que desean comunicarse con imágenes en movimiento que, mediante el séptimo arte, encuentran la vía para contar sus historias con proyectos como Cine Too Lab o el Campamento Itinerante: “Hay varios puntos por tocar, el principal es que el acceso a la formación cinematográfica sigue siendo de élite, para mi era muy importante que otras personas como yo, gente de mi pueblo pudiera acceder a esos espacios de formación y tener a los mejores maestros que yo pudiera conseguir para desarrollar un proceso y que al final de ese proceso quiere seguirle es increíble y si no al menos ya vivió la experiencia, pero se trata de generar el acceso al menos en mi comunidad”, destacó.
“La otra parte tiene que ver con la conjunción de que otres persones también querían eso, tanto el campamento, cine too lab, y los demás proyectos de formación que hemos ido armando. Desde muy pequeños a muy grandes, tienen todos en común las ganas de compartir a que otras personas tengan el conocimiento y herramientas que les permitan ahora a ellos contarnos sus historias, que para mí es la prioridad, yo hago esta parte de la formación porque quiero ver estas películas y ver a esas personas y porque sí creo que no existe el talento, sino que ha sido un instrumento para fortalecer un sistema inequitativo”, continuó.
“Los que tienen talento es porque tuvieron acceso a formación académica y artística que lo tuvieron presente. Para mí el asunto del derecho a la educación, libre, gratuita y laica sigue siendo muy importante, una educación que es autoorganizada, autosugestionada, autodiseñada, en donde nosotres mismos hacemos algo porque queremos aprender y cuestionarnos las formas en que aprendemos las cosas. Es algo que no quiero dejar de hacer”, destacó con firmeza la realizadora, mostrando la importancia y alcance de estos proyectos.
En su camino, el Festival Internacional de Cine de Morelia ha sido importante para abrirse un poco el camino dentro de la industria y poder posicionarse como mujer dentro de la misma. “Nunca lo he hecho sola, han sido caminos acompañados de colectividades que han sido mutantes, que cambian y se transforman. Creo que hay fallas sobre cómo se difunde o se hace el cine, eso es porque se privilegia demasiado la parte de la dirección e invisibiliza las otras partes y, en mi caso, han sido procesos colectivos cada uno muy distinto”, expresó.
“Desde muy joven he vivido cosas diferentes sobre el cine en cada etapa de vida, no es fácil, si tiene que ver con esta idea que se construye de la fama y se cuenta el capítulo final pero nunca los anteriores. Es sobre la disciplina, el sentarse frente a la computadora, editar, revisar, ver el corte, entender, escuchar a la gente con la que trabajas, vivir, tener experiencias de vida para compartirla en la pantalla. El cine es una combinación de muchas cosas pero, para mí, es pararse todos los días, y todos los días hacer algo para que avancen los proyectos”, declaró Marán.
Algo destacado de su forma de trabajo es que puede ejecutar la labor doble de producir y dirigir: “Me gusta tener muchos personajes en realidad. La dirección se vuelve muy emocional y tiene una intensidad distinta, pero la producción también tiene cosas muy fascinantes que tienen que ver con entender el proyecto, encaminándolo para que otras personas lo entiendan”, dijo.
“Tiene algo muy bonito que es la parte de invitar a muchos para formar parte de un mismo proyecto, es muy divertido porque ¿a quien no le gusta la organización?, bueno, a algunos no (entre risas), pero querer compartir esta idea entre quienes admiras, respetas, tienes ganas de platicar de todo y ver como hacer funcionar todo, no es que me guste una más que la otra”, confesó Luna.
También, la cineasta zapoteca nos habló de lo que necesita tener un proyecto para que lo produzca o dirija. “Creo que las historias que no están en mi cabeza, sino que están en la cabeza de otres persones. Trabajo mucho con la relación o admiración hacia los demás, las ganas de crecer, de aprender, de entender que tienen algo que contar y que yo voy a contribuir a que suceda sin que ellos se pierdan en el proceso, me da la energía para entusiasmarme en una aventura que durará años”, dijo.
Aunque estudiar y hacer cine sigue siendo un asunto un tanto de élite, Luna Marán no deja de creer y motivar la creación de relatos audiovisuales más allá de esas limitantes, por lo que nos regaló una interesante reflexión para motivar a todos aquellos que buscan contar sus historias. “Hay que entender el contexto en que vivimos: clasista y racista, porque a las personas que pertenecen a pueblos va a ser más complejo abrirnos a estos espacios, si entendemos esto podremos confrontar y llevar a cabo nuestros sueños, las propias ideas del futuro”, expresó.
“No existe lo fácil, todo lleva un proceso. El objetivo no es frustrarse a la primera si no entramos al festival sino entender lo que nos rodea, ser muy honestos, saber cuales son nuestras motivaciones. Si lo que queremos es hacer dinero pues te aventuras a un cine más comercial, buscando participar, pero si te interesa conocer o aprender puedes irte por un documental que te acerque hacia nosotres, eso nos hará entender quienes somos y hacia dónde queremos ir”, añadió.
Para concluir, Luna nos habló de su más reciente filme titulado La Revuelta que buscará estrenarlo este año. “Es un documental que además es una ópera prima que nos cuenta la historia de una mujer de 70 años, Lucero González, fotógrafa y activista que se animó a su edad a tomar el reto de contar cinco décadas de vida feminista en México con sus amigas. Me encantó ese viaje de poderla acompañar en el proceso de 3 o 4 años y que ya va a estrenarse para todes, me encanta estar presente donde ella sabía perfectamente que preguntarle a sus amigas, a sus familiares, nietes y poder editar esa película con ella para mi fue una gran escuela”, concluyó.
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