Escenario

‘El año que nací’, el milagro del cine rodado en 48 horas con 10.000 dólares

ENTREVISTA. La película, rodada en blanco y negro y con planos secuencia muy arriesgados, cuenta la historia de tres personas que “asumen que llega el fin de una de ellas y que lo que intentan es que se haga de la mejor forma posible”

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El director y editor, Alberto Amieva (i), el director y actor Daniel González Munir (c) y el actor Gabriel Ballestero (d), de ‘El año que nací’

El director y editor, Alberto Amieva (i), el director y actor Daniel González Munir (c) y el actor Gabriel Ballestero (d), de ‘El año que nací’

EFE/Daniel Pérez

Cuando el chileno-uruguayo Daniel González-Muñiz y el mexicano Alberto Amieva se reunieron para plantear El año que nací tenían en la cabeza algo que parece imposible: rodar una película con solo 10.000 dólares de presupuesto y en 48 horas, pero el resultado fue una cinta “de autor” que ya ha conseguido premios en festivales.

Y no son los únicos “milagros” que rodean a la cinta, ya que se trata de la ópera prima de ambos, la rodaron a cuatro manos y supuso uno de los últimos papeles del histórico actor costarricense Álvaro Marrenco.

Cuando me fui a Dinamarca, Álvaro me dijo que al final nunca haría una película conmigo -habían hecho teatro juntos- y tuve la suerte de hacer esta”, explicó González-Muñiz.

Los dos hablan con EFE en el festival de cine de Málaga (España), “nerviosos y expectantes” ante su estreno este viernes con el propio director chileno-uruguayo entre el trío de actores, que completa el costarricense Gabriel Ballestero.

Una de las pocas oportunidades que hay para ver cine de Costa Rica, de donde es la película, una queja que ambos cineastas admitieron con resignación, al tiempo que explican que incluso en sus países es complicado ver cine local ante la dura competencia de Hollywood.

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EN BLANCO Y NEGRO Y CON PLANOS LARGOS

El año que nací, rodada en blanco y negro y con planos secuencia muy arriesgados, cuenta la historia de tres personas que “asumen que llega el fin de una de ellas y que lo que intentan es que se haga de la mejor forma posible”, comentaron.

La originalidad de la película se ve desde la escritura del guion, en el que Daniel González-Muñiz creó “escenas de diálogos escritos entre hitos horarios, con la idea de que, en 48 horas, los actores no pararan de actuar y la cámara los fuese siguiendo”.

De regreso de Copenhague, donde vive, a Chile, le planteó la idea a Alberto Amieva “y decidimos comenzar la preproducción”, que realizaron, otro milagro, en sólo dos meses.

El realizador mexicano aseguró que “era una idea que parecía extravagante filmarla, pero también tenía mucho de atractivo, además de que nunca había estado ante una propuesta de esa índole”.

Y al mismo tiempo iban a sacar adelante un guion sobre los cuidados paliativos a un hombre por parte de dos jóvenes: “Era un tema muy incómodo, hablar de masculinidades malogradas habladas por hombres, mostrar el desnudo de un cuerpo viejo…”, con tres actores que llevan todo el peso en pantalla.

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EN LA CASA COMO SI FUERA LA SUYA

Para completar el proyecto, el rodaje en blanco y negro, los planos secuencia en los que no importa que la cámara se tope con una pared o una puerta cerrada, todo con “una estética incómoda, como la historia era”.

Incluso con la duda en el espectador de si está viendo una historia de ficción o un documental, con la cámara “que representa el personaje ausente, la mujer”, y la propia casa donde se desarrolla la acción como una protagonista más.

Los actores vivieron en la casa como sus personajes y eran seguidos por la cámara, guiados por un guion consistente en horarios de cada hito de la historia en tiempo real y diálogos establecidos a distintas horas del proceso, y se consiguió sacar adelante un rodaje en 48 horas, para contar en pantalla una historia que dura exactamente ese tiempo.

Los dos cineastas preparan nuevos proyectos “para ir rodando, para no parar mientras va llegando la financiación”, y defienden la calidad del cine iberoamericano y la necesidad de que en las pantallas españolas y en las de sus países se le dé más espacio, con su cinta bajo el brazo como prueba de ello.