Escenario

‘Un Dios Salvaje’ invita a reflexionar sobre la maternidad, la paternidad y la experiencia del matrimonio

COBERTURA. La comedia cuenta la historia de dos parejas que se reúnen para resolver un conflicto infantil. Se presenta los miércoles en el Teatro Milán

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Imagen de la obra ‘Un Dios Salvaje’.

Imagen de la obra ‘Un Dios Salvaje’.

CORTESIA

Pablo Perroni, Tato Alexander, Chumel Torres y Fernanda Borches conforman el elenco de Un Dios Salvaje, puesta en escena que resulta “el mejor anticonceptivo”.

La obra dura hora y media, y se presenta los miércoles en el Teatro Milán de la colonia Cuauhtémoc a las 20:45 horas. Esta se desarrolla en su totalidad en una sola escenografía que consta de una mesa de café y un gabinete que almacena botellas y puros. La puesta en escena es resultado de la adaptación y dirección de Miguel Septién y producción de Pablo Perroni, Sergio Mingramm, Alejandro Bracho, Ana Kupfer y Alberto Alba.

El personaje de Pablo es Álan, un hombre de leyes que se dedica a la defensa de una farmacéutica que se encuentra en problemas por los efectos secundarios que un medicamento causa en los pacientes, motivo por el cual el celular de Álan no deja de sonar durante toda la puesta en escena. La esposa de Álan es Ana, personaje a cargo de Fernanda Borches; ella es una madre de familia que se caracteriza por su recato. Estos dos son los padres de Fernando, quien le propinó un golpe a Enrique, hijo de los otros dos protagonistas, y como consecuencia pierde dos de sus piezas dentales.

La otra pareja corre a cargo de las actuaciones de Tato Alexander (Verónica) y Chumel Torres (Manuel); ambos personajes han optado por una modalidad de crianza que dista mucho de la de Álan y Ana, pero a pesar de estas diferencias, se logra acordar una reunión entre ambas parejas, buscando poder llegar a un acuerdo sobre la manera en la que lidiarán con el conflicto que se suscitó entre los pequeños Enrique y Fernando.

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Después de los primeros intentos por reconstruir las circunstancias en que sucedió la agresión, sale el lado sobreprotector de ambas madres, mismo que se mezcla con los egos de los cuatro personajes, escalando la situación a algo personal. En donde, ya con alcohol de por medio, salen a flote las inconformidades que son inherentes a la vida en pareja.

La obra es divertida y garantiza que todos los miembros de la audiencia se identificarán con la habilidad de reconocer los conflictos infantiles como tal, como lo hace Álan, o con la necesidad de defender los derechos y ver por las necesidades de los niños, como Verónica, o tal vez con la frustración por ser la sombra de su pareja, como manifiesta Manuel o, en su defecto, con el deseo por mantener la compostura y la armonía en cada situación, como se esforzó por hacerlo Ana.

Un Dios Salvaje permite adentrarse en la comedia con el pretexto de conocer las personalidades de sus cuatro personajes principales, así como sus fallas y las justificaciones de sus actos, invitando a reflexionar sobre la maternidad, la paternidad y la experiencia del matrimonio.