Escenario

‘Dos Estaciones’, un filme que reflexiona sobre el mercado global donde lo tradicional y lo nacional ya son marcas

ENTREVISTA. El cineasta Juan Pablo González y la actriz protagónica Teresa Sánchez comparten con Crónica Escenario detalles del filme a propósito de su presencia en la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional

Mujer mirando por la ventanilla del coche
Fotograma de 'Dos estaciones'. Fotograma de 'Dos estaciones'. (CORTESIA)

En un pueblo del oeste de México, María, una mujer de cincuenta años que tiempo atrás heredó de su padre una pequeña empresa tequilera, busca mantener ésta a flote, sorteando todo tipo de avatares que la asolan (compañías transnacionales que acaparan el mercado, plagas, falta de dinero y una inundación). El encuentro fortuito con Rafaela, una joven quien ingresa como la nueva contadora de la compañía, hará replantearse su concepción del negocio y su propia vida. Se trata de Dos Estaciones, primer largometraje de ficción de Juan Pablo González.

A propósito de que la película es la encargada de abrir la 73° edición de la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional este 30 de marzo, compartimos la entrevista con el realizador y con la actriz protagónica Teresa Sánchez, cuya interpretación fue reconocida en Sundance y Morelia el año pasado.

María es un personaje intrigante: sabemos que heredó una pequeña fábrica tequilera, la cual busca salvar, pero su pasado, su vida íntima fuera del trabajo o el motivo de por qué no se sabe relacionar muy bien con los demás –es común que tenga que hacer alguna broma para aligerar la conversación–, son un misterio. ¿Cómo fue la construcción del personaje, primero en la escritura del guión y después entre ustedes dos?

Juan Pablo González: Soy originario de Atotonilco el Alto, Jalisco y provengo de una familia que ha estado involucrada en la producción del tequila desde el siglo XIX. Varios años antes de empezar a escribir el guión de Dos Estaciones junto con Ana Isabel Fernández e Illana Coleman yo tenía en mente a María, primero simplemente como una idea y posteriormente ya como un personaje que creció en ese pueblo, perteneciente a la generación que nació entre los años cincuenta y sesenta y la cual heredó fábricas de tequila.

Me interesaba hacer una película acerca de una mujer como María, porque considero que esa generación es el vínculo y un puente entre una anterior que produjo tequila de una manera mucho más artesanal, como mi abuelo que producía dos barricas cada dos semanas y las vendía por la región montado en un burro, y la actual que no solo lo está elaborando de una manera totalmente industrializada, sino que también entró a un mercado global en donde lo tradicional y lo nacional ya son marcas. Para mí, era importante hablar de ese choque entre una manera de entender el mundo, la cual es totalmente corporativa y una manera de hacer las cosas con otros valores, un fenómeno que sucedió en regiones como Tepatitlán, Arandas, Ocotlán, Amatitán, etcétera.

Respecto al personaje, es interesante que te preguntes un poco de su historia pasada y su contexto de vida, porque en realidad eso no era tan importante para nosotros. Cuando conocí a Tere en otro proyecto, supe que había encontrado a alguien que podía interpretarlo y no solo eso, sino que podríamos construirlo juntos, algo que a la postre fue algo muy importante para el proceso de la película. Entonces, diría que para nosotros lo más importante era crear cierto tipo de presencia y de expresividad.

Teresa Sánchez: Siento que prácticamente en ningún proyecto de cine en el cual he participado he tenido la fortuna y el privilegio de contar con un proceso previo tan largo, lo que permitió que yo tuviera toda esa información acerca de la familia de Juan Pablo, de su vida personal, de aquello que lo ha rodeado desde niño y también el poder conocer a personas clave que iban abonando a la personalidad y el mundo de María. Así como Juan Pablo, yo no me preguntaba tantas cosas del personaje más que lo esencial para poder dar esos tonos y esa expresividad y no estar demasiado contaminada.

Como actriz, me hice de mis elementos y fui sacando las herramientas que he tenido a lo largo y ancho de mi formación y eso se combinó con lo que estaba necesitando Juan Pablo, con lo que me estaba compartiendo y con un proceso muy rico en el entorno porque acudí varias veces al sitio donde se desarrolla la historia.

Es sabido que Atotonilco ha sido el escenario de tu filmografía, de hecho, existen lugares que uno ve y reconoce entre una película y otra. Pero, ¿qué encontraste ahí como espacio para querer contar historias?

JPG: Ha sido todo un proceso. Cuando empecé a querer hacer cine, no pensé inmediatamente en volver a mi pueblo y filmar ahí, fue más bien gradual. Aproximadamente a los veinte años descubrí un cine que no estaba tan preocupado con narrativas e historias, sino que era uno el cual me hablaba de una manera mucho más sensorial y espiritual. Empecé a sentir una gran necesidad de hacer cine, pero para mí muy difícil: veía películas de ficción y aunque fueran propuestas distintas como Robert Bresson, al final eran películas con un guión y usaban una metodología que a mí me parecía imposible de acercarme, además de que en realidad mi cultura cinematográfica era muy limitada.

Pero después, estudiando cine, descubrí el documental y para mí eso fue la clave, regresé a Atotonilco, hice un cortometraje documental que se llama ¿Por qué el recuerdo? (2014) en el cual un caballerango rememora el último día que vio a uno de sus hijos mientras trata de entender los motivos de su suicidio, y a partir de ahí pensé “¡Claro! El cine que a mí me interesa hacer es el que hable de lo que ha estado, de alguna manera, cerca de mí”, algo que antes creía que no se podía hacer y que ahora que doy clases hablo mucho con mis alumnos; generalmente te dicen que aquello que está a tu alrededor no importa, pero al final para mí terminó siendo lo que considero más importante. Ahora Tere y yo estamos trabajando en otra película también en Atotonilco, la cual explora otra dimensión de ese lugar tan particular y cada vez que estoy ahí siento que podría hacer cien películas y que aun así no acabaría.

¿Se puede hablar algo acerca de esta nueva colaboración?

JPG: Esta sería nuestro tercer trabajo juntos, primero fue un cortometraje llamado La espera (2016), después Dos Estaciones y ahora este nuevo proyecto el cual todavía no tiene nombre. Todas las películas que he hecho en Atotonilco son sobre el propio pueblo y las experiencias de gente particular que vive ahí con la que yo trabajo, y esta será la primera película que hago sobre la mirada de alguien que no es de ese pueblo y que llega por primera vez que es el personaje de Tere, quien es una actriz y dramaturga que impartirá un taller de teatro en el lugar y en el transcurso conoce a una mujer que es interpretada por Rafaela Fuentes, que también aparece en Dos Estaciones, quien le muestra el pueblo. En la primera mitad de la película vemos el pueblo como una especie de turista y después la película cambia, el personaje de Tere se queda sola y entonces debe de tener la experiencia de este espacio desde otro ángulo.

Tere, ahora que se menciona que volverás a coincidir con Rafaela en una nueva película, es notoria la química que ambas generan en Dos Estaciones. ¿Cómo se fue construyendo la relación entre ustedes?

TS: Con Rafaela tuve la oportunidad de irla acercando a mi mundo y viceversa, esto de manera paralela al proceso de la película. Entonces con ella se generó una admiración, un vínculo que es lo que yo creo que refleja este tipo de trabajos tan íntimos. Para mí, ver esa intuición, esa inteligencia, esa frescura en las personas que no han tenido un proceso de técnica actoral es maravilloso y muy gozoso, porque vas descubriendo cosas que abonan a la película y que no están prefabricadas ni tan razonadas. Te puedo decir que aprendí mucho de Rafaela y me regaló cosas que ella ni siquiera se imaginaba.

JPG: Quizás la película misma permitió que sucediera de esta manera la construcción de la relación entre los personajes de María y Rafaela. Agregaría que para todo el equipo resultó impresionante ver la conexión que tenían durante el rodaje, porque ellas ya habían trabajado mucho ese vínculo. Todo lo que pasaba en cada escena eran momentos vividos por ellas y bueno, obviamente Tere tiene una capacidad increíble para imponer su presencia, para mí no hay actriz mejor equipada en este país que ella, la admiro mucho, siento que desde los ensayos su presencia hizo que todo mundo pensara “Ah, esto es actuar, es estar presente” y eso fue muy bello.

¿Cómo se conformó el resto del elenco?

JPG: La elección de actores, la verdad fue muy fácil: yo tengo la referencia de cineastas que dicen que le hicieron casting a quinientas personas, sobre todo si trabajaron con actores no profesionales, yo no tendría ni la capacidad ni la energía para hacer algo así, no podría distinguir entre cientos de personas y saber quién actúa mejor que otra o quién tiene el rostro que estoy buscando. Entonces lo que hice fue hablar con la gente que conocía. Por ejemplo, Rafaela Fuentes es en verdad la administradora de la fábrica, entonces me acerqué con ella para saber si quería actuar y si se sentía cómoda haciéndolo y bueno, resultó que es una actriz increíble. Algo interesante es que Rafaela nunca leyó el guion, ella fue descubriendo la película conforme íbamos filmando y fue muy curioso que más o menos en la segunda semana de rodaje me dijo “Creo que ya sé de qué se trata esta película”.

Algo similar ocurrió con José Luis Flores, quien en ese momento era el encargado de la fábrica, le hice un casting muy breve para la escena en la que renuncia, me gustó y se quedó. En el caso de Tatin Vera, quien interpreta a la mujer trans dueña del salón de belleza, antes de escribir el guión ya la conocía y ya habíamos hablado de colaborar en algo, entonces fue muy orgánico involucrarla en esta película para que interpretara una versión ficcionada de ella misma.

Los únicos dos actores profesionales que están en Dos Estaciones, aparte de Tere, son Manuel García-Rulfo, quien interpreta al ingeniero agrónomo, y José Galindo, quien interpreta al chico que conoce a Tatin en el casino y con ambos pasó algo curioso. Después de hacerle el casting a José, él me dijo que es, casualmente, de Atotonilco y que de joven había sido pintor, por eso está esa escena en la que él habla con Tatin sobre pintura. Por su parte, Manuel García-Rulfo es un amigo mío que también es originario de esa región, alguien que conoce muy bien las rancherías, entonces pensé que la escena en la que él convive con los jimadores fuera completamente improvisada, solo le dije que iba a desayunar con un grupo de jimadores y a ellos les pregunté si estaban de acuerdo que un ingeniero llegara a desayunar. Manuel no es un actor que improvise, mucho menos ahora que es alguien conocido en Hollywood, pero fue una ocasión especial y natural, de hecho, los jimadores sí pensaron que él era ingeniero.

Regresemos al tema del choque entre lo tradicional y lo moderno. En tu documental Caballerango (2018) ya hablabas acerca de cómo, en medio de una ola de suicidios entre los jóvenes de la región, ciertos oficios en el mundo rural van perdiendo su razón de ser y quedaron anclados en su propio tiempo. Tal pareciera que la herencia es un peso para nuevas generaciones. Platícame de este interés temático.

JPG: No creo que la razón por la cual esos oficios se están perdiendo es porque las generaciones jóvenes están desinteresadas o que renieguen de esa herencia, sino que es un problema sistémico. No existe ningún incentivo para ellos, me choca utilizar este tipo de palabras porque después la gente dice cosas como “Bueno, pero no debemos de tener un gobierno asistencialista”, pero no tiene nada que ver con eso, es el contexto de los pueblos del país que han sido invadidos por esta lógica de comercio total de que todo tiene que rendir al máximo, como la tierra y el trabajo y eso es incompatible con, por ejemplo, un chavo de veinte años que siembra maíz, frijol y chile en una o dos hectáreas de terreno que son de su familia. Entonces este tipo de trabajos, no quiero que se vuelvan obsoletos, pero sí, de alguna manera, están subyugados o supeditados a esta forma de entender el mundo comercial.

No sé si tú te has dado una vuelta por estas regiones, pero por ejemplo, en un pueblo como Atotonilco el año pasaba de esta manera: llegaba la primavera y la gente sabía que había que prepararse para sembrar maíz, quemaban sus tierras, sembraban la milpa, llovía, pasaban tres, cuatro meses, empezaban a cosechar hasta que terminaba la temporada y esa era la manera no solo que se comprendía el paso del tiempo en el lugar, sino que se entendía la idea de vida. Pero ahora tú vas y todo el verano alrededor del pueblo está sembrado de maíz; sin embargo, todo este maíz tiene etiquetas de compañías trasnacionales como Monsanto, entonces no solamente es difícil subsistir sembrando, sino que ahora las tierras ya ni siquiera son de la gente y esto se aplica de manera idéntica al tequila y es por eso que me interesa el tema.

Hablando de las empresas trasnacionales, como telón de fondo se encuentra el cómo estas compañías cooptan todo a su alrededor y trastocan entornos y comunidades. Sin embargo, la película nunca opta por la denuncia, ni se vuelve un panfleto, sino es algo mucho más sutil. ¿Cómo fuiste abordando el tema?

JPG: Yo creo que lo omnipresente no necesita rostro. La presencia de estas corporaciones es más sentida en estos pueblos. Yo volví a Atotonilco y de repente me di cuenta de que en un valle había una fábrica que es casi del mismo tamaño del pueblo y esto pasa con el maíz, el tequila y todo lo demás. Entonces por eso decidimos no subrayarlo, porque es una presencia que está ahí todo el tiempo y que todos saben de ella.

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