El Eco de un remoto pueblo mexicano resuena en la Berlinale de la mano de la realizadora salvadoreña Tatiana Huezo, que en su documental retrata a lo largo del ciclo de un año a “personajes femeninos reales” en los roles que les toca ocupar y también en su rebeldía.
En El Eco, un pueblo a más de 3.000 metros de altura en el estado de Puebla, no hay trabajo y sus habitantes viven de lo que siembran, de sus animales, “y son las mujeres las que se quedan al frente de la vida en este lugar”, explicó Huezo en entrevista con EFE.
En esta película “el peso está en las mujeres”, porque son ellas las que llevan la crianza de los niños, “las que llevan el peso y también el gozo de llevar la tierra, de llevar la sobrevivencia, de llevar la casa y llevar las familias adelante”.
Las mujeres “son las que tiran todo el tiempo de la carreta”, mientras los hombres generalmente “están ausentes”, salen a buscarse la vida, a trabajar para poder mandar dinero.
“Realmente me vuelca el alma y me vuelca el espíritu poder retratar a personajes femeninos reales”, mientras en el cine y en los medios “estamos acostumbrados a ver personajes femeninos muy estáticos, llenos de clichés, que cumplen una norma o que son objetos del deseo”, señaló Huezo.
En la comunidad de El Eco, los roles son muy conservadores y a los niños se les prepara para ocupar esos roles.
“El hombre trabaja, el hombre ve la tierra, el hombre ve los animales, el hombre nunca levanta un plato, el hombre no hace de comer, el hombre procrea. Las mujeres tiene hijos muy pronto, porque esa es su misión en la vida, y después cuidarlos y atender al hombre y no salir nunca fuera de la comunidad”, explicó.
Pero en esta comunidad también hay mujeres rebeldes, como Andrea, “un personaje que no es estático y que se rebela”, capaz de decirle a su compañero en este mundo de roles que no se cambian “ponte aquí en mis zapatos”, o Montse, una adolescente que “de alguna forma se sale de la regla, aunque no es la única”, y que por ejemplo es la única que monta a caballo en toda la comunidad y alrededores.
“Los campesinos tienen una fortaleza extraordinaria frente a la adversidad y Montse es eso”, resumió.
Explicó Huezo que esta película fue un reto particular, porque a diferencia de sus filmes anteriores, en este no había un guion ni una estructura dramática clara antes de ir a rodar.
“El reto enorme fue intentar atrapar momentos muy puros de la vida de estos niños y de estas familias, situaciones que pudieran surgir”, indicó.
La única estructura era “el cambio del paisaje drástico a lo largo de un año, que iba a enmarcar el crecimiento o algo que se transformara en estos personajes a lo largo de un año, y los ciclos de la vida, de la siembra, de los animales, de la escuela”.
“Fue un ejercicio de mirar, de estar muy cerca de ellos” para entender y coleccionar cosas y esperar a que sucedan.
Hasta dar con El Eco, la búsqueda fue muy larga y la estrategia era visitar escuelas rurales porque quería hacer una película sobre la infancia, sobre crecer, y en el campo mexicano los niños “se hacen mayores muy pronto” y “adquieren responsabilidades a muy temprana edad”.
A punto ya de tirar la toalla, El Eco, sólo por su nombre, ya le llamó la atención.
“El paisaje extraordinario de El Eco desde el primer momento visualmente ya me sedujo”, al igual que los rostros de los niños, con la piel envejecida por el durísimo sol y el clima extremo, “y con esos ojos tan profundos”, explicó.
Sobre El Eco una mujer mayor le contó “en un murmullo, como si se tratara de un secreto”, que lo que pasa en ese pueblo es que “cuando sopla el viento se lleva a pasear las palabras de la gente”.
Para Huezo, cuyo filme se proyecta en la sección Encounters y opta además al premio al mejor documental -un “honor enorme”, aseguró-, no hay mejor lugar para estrenar un documental que la Berlinale, por ser un festival que “le ha dado un lugar muy valioso” a este tipo de género.
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