Escenario

Emilio Maillé: “En las biografías que se hacen casi siempre se inventa todo y me pareció mejor inventar más todavía”

ENTREVISTA. El cineasta y su protagonista Mikaela Monet nos comparten más sobre el trabajo detrás de El sueño de ayer que retoma la figura de Dámaso Pérez Prado

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Rubén Albarrán, Emilio Maillé y Mikaela Monet en la presentación de la película hace unos meses en Morelia.

Rubén Albarrán, Emilio Maillé y Mikaela Monet en la presentación de la película hace unos meses en Morelia.

CORTESÍA

Después de su gran estreno en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), la cinta El sueño de ayer llegó al streaming gracias a la plataforma de Amazon Prime, pero también goza de un estreno limitado en pantallas de cine para todo aquel que guste experimentar este relato en gran formato. Con motivo de este estreno, en Crónica Escenario charlamos con su director y coguionista, Emilio Maillé, además de Mikaela Monet, que ahondaron en esta historia que trae de vuelta el mambo con todo y Dámaso Pérez Prado.

Emilio, haces una cinta como homenaje a un ritmo que está desapareciendo, ¿qué te lleva a tratar de recuperar este sonido para las nuevas generaciones?

Emilio Maille: Yo siempre crecí con ese tipo de música, hay pocos músicos de un talento de esa época comparable al de Pérez Prado. La idea era utilizar esa música y transformarlas en un frenesí de una fantasía musical que no fuera su biografía, su vida es muy interesante pero yo quería contar una historia más libre, más poética, más loca. Esa fue la idea para tomar a Pérez Prado y convertirlo en un personaje de ficción. En las biografías que se hacen casi siempre se inventa todo y me pareció mejor inventar más todavía. El mundo que se presenta no es su mundo pero está muy inspirado en él.

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Si Pérez Prado viviera, ¿haría reggaetón? Esto porque en la cinta lo vemos al personaje ensimismado con este ritmo, diciendo que es música, es ritmo.

EM: Yo digo que no.

Mikaela Monet: Yo creo que haría un género nuevo, combinando el reggaetón y el mambo.

EM: Él era un muy buen músico, algo hubiera hecho. Yo creo que le hubiera gustado echarse su bailoteo.

MM: Sí hubiera perreado.

EM: Es música, es ritmo. Esta película trata de un Pérez Prado que regresa de la muerte a la actualidad, que está buscando al amor de su vida, interpretado por Mikaela, y en su mente confusa, que es la de un muerto que viene a una ciudad que ya no reconoce y la música está en los lugares donde cree que la va a encontrar, por eso hay una presencia musical muy importante. Yo no soy tan crítico con el reggaetón, creo hay cosas buenas como en todo, también hay mambos malos, sí, el reggaetón sufre muchos ataques hoy en día, pero sería interesante saber por qué mueve a tanta gente, porque lo bailan. Hay algo que transmite y creo ese es uno de sus éxitos. Eso mueve las tripas y es la fuerza de la música.

Si te molestara no tendría esa presencia que tiene en la película.

EM: Claro que no me molesta.

Mikaela, dos personajes parecidos físicamente, obviamente, pero con muchas sutilezas que les hacen ser completamente diferentes, ¿cómo fue para ti experimentar con Magdalena y con el otro personaje en la actualidad, que te permite otro tipo de expresión corporal?

MM: Para mí es un reto, es mi primera película, Emilio me dio la oportunidad de meter algo de mí en los personajes. A Magdalena le dejo meter ese aspecto tropical, es un personaje muy sensible, que trae amor y amabilidad a su entorno, muy apegada a la naturaleza, pero que también se hace respetar. Esa es la fuerza de Magdalena, una mujer hecha y derecha, con mucha sensibilidad. Con el personaje de Lucía, el de la actualidad, me relaciono mucho porque hubo una época en la que era muy cerrada con mis emociones, no era muy abierta a ser vulnerable y yo creo ella es así y al final se abre, supera sus miedos, en la cinta ella es ornitofóbica, como yo, y cuando me pusieron la guacamaya encima fue una representación total mía y del personaje. 

EM: Hay algo que es importante agregar, hizo dos personajes que son muy ella. Son aspectos de ella que fuimos sacando para las dos, como el acento, ella habla como habla en su vida diaria porque los acentos son música también, matiza y quitarle el sabor a los acentos a mí no me gusta. Fue muy bonito que ella tuviera que enfrentarse a estos dos personajes que no son tan diferentes entre sí pero que tienen sus lados opuestos. 

El filme debutó en el festival de Morelia.

El filme debutó en el festival de Morelia.

CORTESÍA

La secuencia que tiene lugar en Chapultepec con ese tema, con el baile, con la cuestión onírica es muy importante. ¿Cómo fue plantearte esta escena en particular?

EM: La escribí desde el principio pero aterrizarla fue un gran trabajo. Fuimos varios sábados e íbamos a ensayar Rubén Albarrán, Mikaela y yo, y ahí se fue transformando. Al inicio la queríamos resolver de una forma más compleja técnicamente, pero me di cuenta que la fuerza de la escena venía del baile, al principio Pérez Prado la iba a ver bailar a ella y él se quedaba atrás. En uno de los ensayos no fue Rubén y yo me puse a bailar y de ahí surgió que bailaran los dos. El día de la grabación nos cayó un aguacero espectacular, pero es una escena musical muy poderosa.

Para muchos fue una decisión muy arriesgada el tener a Rubén. ¿Cómo llegaste a él para este personaje, del que vemos mucho de Rubén en él, pero vemos más del Pérez Prado que existe en el imaginario colectivo?

EM: No fue tan complicado, lo que nos tomó tiempo, unas cuatro reuniones que tuvimos él y yo, fue conocernos, porque no nos conocíamos. Nunca tuve la inquietud, al igual que con Mikaela, de que no hubieran actuado antes. Ella es intérprete, canta, está acostumbrada a bailar, a estar frente a un público, y Rubén también, se la saben a ese nivel. Yo quería eso porque se mueven de otra manera. El trabajo fue para la cámara, cuando haces un videoclip juegas más viéndola y aquí era ignorarla, no llevó mucho para que fuera algo fluido, con Rubén fue inmediato y me dije “esos son”.

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Llegando al final de la película vemos los clips de varias películas con la imagen de Dámaso, donde lo vemos a él en lugar de ver alguna recreación, lo que hace que la ficción cobre más profundidad, ¿por qué decidiste eso?

EM: Ya que estamos en un mundo onírico donde nos hemos permitido casi todo por lo que hacer falsas imágenes de archivo con el rostro de Rubén era caer en lo que no queríamos, y ya que estábamos en un viaje de una libertad absoluta me pareció más bonito que fuera él viendo a Pérez Prado y diciendo “yo soy él”. Hay un juego de imágenes que, si lo rechazas, a esa altura, es porque no entraste al juego de la película. Me pareció más interesante resolverlo de esa manera.

Una película que rompe con cosas hemos visto en el cine mexicano, que se atreve a jugar, a experimentar tanto en la narrativa como en lo visual, ¿cómo te sientes viendo el producto ya en pantalla, terminado?

EM: Evidentemente no tiene que ver con un cine social, ya lo he explorado antes, pero esta película yo quería que fuera algo de gozo, hay mucha música en la película y quería que fuera un elemento muy importante. Tiene una especie de inocencia muy curiosa, tal vez se podría haber abordado de una forma más dramática, pero era una historia que tenía que contarse así, con ese ritmo frenético donde pasa una cosa y otra. Las películas son muy orgánicas y hacen lo que quieren. Es la película que desde un inicio queríamos hacer.

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