Situémonos a 700km de la costa de México, en la isla Socorro, la última frontera de México con el Pacífico. En ese lugar existe una pequeña parte perteneciente a la tropa de la Armada de México (destacamento), cuya tarea es cuidar y proteger los confines del país. El lugar y quienes lo habitan en cumplimiento de su deber inspiraron a Mariana Flores Villalba (directora) para crear La frontera invisible, un filme que se sumerge en la cotidianidad del destacamento y la propia isla.
“Supe de isla Socorro y del destacamento en 2008 gracias a unas amigas biólogas, ellas hicieron una investigación sobre las ballenas en ese lugar y cuando regresaron me mostraron las fotografías de ese sitio fantástico y de los hombres que vivían ahí alejados de todo, desde ese momento, el concepto capturó mi atención; entre finales de 2008 y principios de 2009 visité el lugar, pasaron los años y seguía con la isla en mi mente, me intrigaba y no solo el lugar, también conocer más sobre las personas que viven ahí, quería conocer su sentir, su pensar y cómo perciben ese pequeño universo”, contó Flores en entrevista con Crónica Escenario.
La frontera invisible presenta una historia profunda, personal, íntima, nostálgica y melancólica envuelta en la belleza de la naturaleza y la pasión por el servicio a la patria. “Fue una experiencia sumamente interesante. Todo arrancó con el hecho de lograr filmar dentro de la base militar, porque a pesar de ser un lugar sencillo estructuralmente hablando, el hecho de contar con la base de la Secretaría de Marina involucró una serie de permisos, no solo para filmar sino para simplemente ingresar, sabíamos que era un gran reto”, detalló Carlos Hernández Vázquez, productor de la cinta.
“Otro ‘reto’ que me gustaría comentar y está muy ad hoc con la naturaleza, es el huracán que grabamos, fue durante el último viaje en el que tuvimos la suerte de grabar un huracán categoría uno, era peligroso pero salimos a documentarlo. En algún momento llegó una camioneta con oficiales que nos llevaron de regreso a la casa, pero fue impresionante presenciar la fuerza de la naturaleza, es brutal y cobra una dimensión distinta. También creo que puede ser un reflejo de las emociones humanas que podríamos tener al estar cuando tan lejos de los nuestros, porque podría ser un lugar tranquilo en el que parecería que no pasa nada pero aflora todo lo que traemos dentro”, agregó la directora.
El documental de carácter coral y lírico pretende abrir un abanico de las historias existentes en el México salvaje y profundo como el archipiélago de Revillagigedo. Distintas voces, cuentan relatos de la vida, la muerte, la familia, amores, infancia, soledad y desierto de una forma personal pues comparten las historias con el espectador a través una plática casual en la que parece que la cámara no está presente, sino más bien invitan a observar una conversación íntima entre ellos mismos, lo que permite mostrar las historias de una forma más orgánica.
“Precisamente la idea era lograr intimidad y crear un entorno seguro y libre para hablar, con el objetivo de llegar a lugares más profundos sin la cámara de frente, sino únicamente grabando la voz por momentos y acompañarla con las tomas de los paisajes naturales. Ese formato permitió que existiera más soltura y nos regalaran un diálogo más sabroso y por supuesto, mucho más profundo, además personalmente, me gusta mostrar un retrato más realista o lo más realista posible, porque una cámara siempre cambia las interacciones, así que la idea fue siempre trabajar bajo la idea poética de retratar el mundo de esas personas”, dijo Flores.
La idea que titula este apartado de la nota es justo una buena forma de describir, o intentar describir, al documental, las tomas de los paisajes como las olas del mar rompiendo sobre las olas, reinan a lo largo de la historia y son precisamente esos momentos de la naturaleza los que interrumpen el silencio que existe a lo largo del filme, esos y los propios de la cotidianidad del lugar como los himnos y las marchas de los soldados que voluntariamente cuidan aquella ‘frontera invisibles’ del país.
“El diseño sonoro lo hizo José Miguel Enríquez, trabajé con él desde mi tesis. Sabía que la película no tendría ningún sonido de fondo, a excepción de los provocados por la naturaleza, específicamente el mar que se escuchaba todo el tiempo, por todos lados, también el viento, los pájaros, los insectos, la idea era tener una sinfonía compuesta por elementos propios del paisaje y la isla, a la que también lo considero como un personaje dentro del documental”, explicó.
“Creo que el trabajo de sonido es increíble, sumamente conceptual y ayuda construir un mundo en el que los momentos musicales existen, porque existen en la realidad también, como la trompeta en forma de llamado, el karaoke, las coplas a capela que brindan y acompañan al todo que es el documental y el concepto que engloba”, agregó.
El martes de la semana pasada se vivió la presentación oficial del documental en el marco de la edición 38 del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG): “El trabajo de creación en los documentales no es fijo, cambia todo el tiempo, se construye a sí mismo y compone significados que se dan a notar al momento en el que se revisita lo filmado y creo que conforme pasa el tiempo, esos significados cambian, lo que siempre será fundamental es la intención de hacer un retrato íntimo y honesto de la gente que conocí”, concluyó la cineasta.
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