Escenario

“Ghostbusters: El Legado”, porque seguimos encontrando fantasmas en el camino

El filme de Jason Reitman estrena el próximo fin de semana luego de haber tenido una función especial en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia

Stranger Things Temporada 4
El filme es dirigido por Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman. El filme es dirigido por Jason Reitman, hijo de Ivan Reitman. (CORTESIA)

En 1984 el director Ivan Reitman tomó el guion de dos talentosos artistas, Dan Aykroyd y Harold Ramis, para desarrollar una comedia paranormal acerca de un trío de investigadores que, gracias a su conocimiento de estos temas, se dedicarían a atrapar espectros, llamándose a sí mismos los Cazafantasmas. Enfrentándose a un fenómeno enorme que llevaría a la ciudad de Nueva York al caos, este equipo inusual de héroes se ganó el corazón de los fans, consagrando a la cinta como una de las más populares de esa época.

Después de una secuela ya no tan buena, una serie animada de televisión, un videojuego que se calificaba como la ‘tercera parte’ de la saga creada en 1984 y de un intento de reinventarla pero ahora con mujeres como protagonistas, los intentos por hacer una historia digna de ser llevada a cine que además convenciera al cast original de volver parecían infructuosos. Pero llegó ni más ni menos que Jason Reitman, hijo del realizador de la película que dio inicio a todo, para captar la esencia de los Cazafantasmas y traerlos de vuelta con una adecuada carga de nostalgia en Ghostbusters: El Legado.

Acompañado en el guion por Gil Kenan, director de cintas como Ember: La Ciudad Perdida (2008) y ese fallido remake de Poltergeist (2015), ambos logran hacer un puente emotivo entre generaciones a pesar de las casi cuatro décadas de diferencia. Aquí, la historia se centra en una madre de familia, Callie (Carrie Coon) que se muda a un pequeño pueblo con sus dos hijos, Phoebe (Mckenna Grace) y Trevor (Finn Wolfhard). A la llegada a este lugar, poco a poco irán descubriendo algunas conexiones con los legendarios Cazafantasmas pero sobre todo acerca del legado que su misterioso abuelo les dejó en sus manos.

Desde el inicio, la vibra que rodea la cinta se siente fuera de esta época. Como si el pueblo, la vida misma y todo lo que la rodea estuviera estancado en otro tiempo, específicamente remitiendo a esas cintas de la década de los 80s de entretenimiento familiar que Spielberg hizo tan populares como director y productor (E.T. El Extraterrestre, Los Goonies) y que han sido tratadas de nuevo en cintas como Super 8 de JJ Abrams.

Ahí, vemos de repente clases donde se utilizan VHS, películas de culto de terror de esa década, cafeterías con aires clásicos e incluso la misma casa donde vive esta familia que curiosamente recuerda no sólo a las clásicas casonas encantadas sino que, estéticamente, rememora bastante a aquella casa embrujada de Gil Kenan en su estupenda ópera prima del 2006, Monster House: La Casa de los Sustos.

Aunado a este diseño de producción destacado, la vibra que el cast tiene hace que poco a poco vayas involucrándote con ellos debido a sus rasgos característicos que hacen guiños a los Cazafantasmas originales. La postura y el humor de Phoebe (Grace) recuerda a Egon, los aspectos conspiracionales y de creencias en lo paranormal del joven Podcast (Logan Kim) son similares a Ray, así como la galantería desintencionada y torpe de Trevor (Wolfhard) parece salida del ingenioso Peter Venkman.

La química entre ellos resulta también uno de los fuertes de la cinta, misma que se toma su tiempo en arrancar del todo pero que poco a poco va generando ese puente y emotividad necesarios que liga a esta versión sobre todo con la primer película gracias a ciertos guiños en la historia que hacen que el legado de la franquicia cobre vida, siendo Mckenna Grace la que se roba el show en la cinta al ver su desarrollo como personaje.

Los efectos especiales existen pero no caen en el exceso que tuvo la versión de Paul Feig de hace unos años, otorgando mucho más efectos prácticos que pantallas verdes. Esto, aunado a la música de Rob Simonsen, que juega y hace guiños a las partituras del compositor favorito de Spielberg, John Williams, le da un sentido de nostalgia pero a su vez de identidad propia a esta cinta que es capaz de crear una visión fresca sin dejar de respetar la esencia original.

Como toda cinta con este tipo de arraigo en la cultura popular, Reitman entrega un fan service nostálgico que garantiza al espectador gratas sorpresas más allá de que la trama no resulte tan cómica como la original, algo que se entiende ya que esta vez no estamos ante un grupo de adultos ingeniosos y un tanto irresponsables sino ante una nueva sangre en un relato que se centra en el valor de la familia, tema muy recurrente últimamente en los grandes estrenos de Hollywood.

Y es que, a final de cuentas, este enfoque no sólo es prioridad en el desarrollo de esta secuela sino también en el paso de estafeta de padre a hijo para continuar con una saga que parecía nunca volvería, recordándonos el significado de la palabra legado, ese que implica una forma de sucesión donde se deja algo para una o varias personas. Queda claro que Ivan Reitman cedió el mismo a buenas manos, las de su hijo, Jason, que vuelve a la vida después de la muerte a una franquicia rindiéndole tributo y llevándola por nuevos caminos en donde lo único que queda seguro es a quién debemos llamar si nos seguimos encontrando fantasmas en el camino. No olviden quedarse a ver los créditos ya que hay dos escenas más que valen la pena.

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