En una de las escenas de Bardo (o falsa crónica de unas cuantas verdades), Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho), un personaje que representa las vivencias emocionales de Alejandro González Iñárritu, discute sobre la idea de regresar a México luego de una exitosa trayectoria como periodista y documentalista argumentando que para amar más al país es necesario salir de él.
Este sábado el cineasta presenta su filme por primera vez en México luego de haber competido en la Mostra de Venecia por el León de Oro. Lo hace como la película de apertura de la edición 20 del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), previo a la proyección el cineasta nos habló de Bardo su regreso al cine mexicano con un filme tan autocrítico y tan complejo como no se ha visto en tierras aztecas.
“La película habla de ese reencuentro y desencuentro, entre el personaje Silverio Gama, que al regresar a su país se encuentra con ese viejo nuevo amigo, de algo que dejó que ya no es, de alguien que la gente cree que aún es pero él ya tampoco lo es. Toda la ilusión lleva a una decepción y al mismo tiempo hay una excitación sobre un reencuentro y las contradicciones y las paradojas, nos reencontramos a viejos amigos que ya no son pero son otra cosa y hay algo hermoso en eso y algo también retador”, explicó el cineasta.
“Yo siempre he dicho que no hay nadie más mexicano, que el mexicano que deja al país, te haces más mexicano en el momento en el que dejas al país, ¿por qué?, porque cuando dejas tu país se te acumulan las ausencias. De alguna forma la presencia de tu país se hace mucho más poderosa a través de esa ausencia, de todo lo que añoras. Y la nostalgia y la melancolía es una trampa y el humor es su remedio”, añadió.
El filme es una experiencia épica y visualmente envolvente que contrasta con el viaje personal de Silverio (Daniel Giménez Cacho), un renombrado periodista y documentalista mexicano que vive en Los Ángeles. Luego de recibir un prestigioso premio internacional, Silverio se ve obligado a regresar a México, sin saber que este viaje lo llevará a una experiencia existencial. Un viaje en el que sus miedos y recuerdos acechan constantemente el presente, llenando su vida de una sensación de desconcierto y asombro.
“Esta película la abordé desde la melancolía y el humor, no desde la tristeza sino desde todo lo que conlleva a ese absurdo. Cómo nos vamos nosotros hacia esas memorias que van cambiando conforme pasa el tiempo: nosotros cambiamos físicamente, mentalmente, ideológicamente y esas memorias se transforman respecto al punto de vista que tenemos de ellas y nuestras necesidades de ese momento. Fue muy bello por ese lado, a nivel emocional”, expresó el cineasta.
“Hay algo incondicional que para mí, volver a trabajar con un equipo mexicano, en las calles en México con todo el reto que existe, yo también me tuve que readaptar, esa readaptación fue parte de lo que yo estaba viviendo, fue una experiencia meta, el que de pronto, el mismo tema de la película yo lo estaba viviendo al mismo que el personaje de Silvero lo estaba viendo, era como un espejo en un espejo y me estaba formando muy bien si había concebido muy bien la película, y creo sí lo hice, pero fue muy enriquecedor e interesante”, agregó.
El filme es un ejercicio cinematográfico arriesgado desde la escritura. Una historia en la que Iñárritu reinterpreta sus propias incertidumbres para ahondar con originalidad en la forma en que las ha asimilado desde el arraigo histórico en temas de identidad, hasta los dolores más personales.
“Tuve la forma, la visión y el coraje de poder expresar lo que siento y lo que pienso sobre todo, tener una posición sobre ello y tener el valor de expresar mis ideas y con la vulnerabilidad de las ideas, muchas de ellas que ya he dejado de tener y que aún no tengo respuesta y que estoy buscando. Ese es el Bardo en el que estoy”, dijo.
“Desprenderme de esa certeza creativa o esa posición ideológica y artística, tener esa duda y expresar esa duda fue parte del proceso. Esa fue la parte que me retó y la parte divertida, la parte de ese espacio creativo que me pregunta dónde estoy. Es ese espacio creativo, que es incierto, el que he encontrado hoy mucho más rico, porque tiene el espacio de darle lugar a lo que voy a llegar a hacer después. Si me mantengo en una sólida idea de ‘quién soy’ y ‘qué debo de decir’, ‘cómo son las cosas’ y ‘este es mi cine’, no sé”, continuó.
“Ese espacio me gusta porque me da cabida a encontrar otras cosas, como retarme a mí mismo, y burlarme de mí mismo y cuestionarme a mí mismo. Esta película es el reflejo de ese estado creativo que yo mismo cuestiono sobre mi narrativa. Y ese es el estado en el que estoy (...) Eso es lo bello, porque el espacio no tiene límites. De aquí a una estrella hay mucho espacio, pero luego cuando nos solidíficamos y estamos pegados con las ideas no hay espacio para nada y la definición de la locura es eso, la falta de espacio”, complementó esa idea.
Desde muchos ángulos el filme brilla por jugar con contradicciones desde el discurso pasando de los temas serios al humor absurdo utilizando la fantasía como su principal puente de conexión con el espectador: “Lo que yo celebro es la contradicción de que nuestra vida está todo el tiempo navegando entre lo sublime y lo ridículo, entre lo absurdo y lo esencial, desde ahí quise hacer esta película de que hay momentos y heridas tan personales en los que la belleza tiene el origen en las heridas y es el refugio donde vamos para crecer, para entendernos pero que, al compartirlas, se iluminan”, expresó.
“Decía Leonard Cohen en una canción que en todo hay una grieta pero es una grieta donde entra la luz. Esta película es eso, entra la luz por esa grieta y hay una gran cantidad de grietas como la invasión americana o la conquista, pero hay una luz en eso de la que podemos aprender a reírnos de nosotros”, añadió.
En otro momento de la charla, el realizador dio a conocer una serie de referencias que se vuelven una guía intelectual para apreciar de mejor forma su obra: “(Juan) Rulfo o las reflexiones y las poesías de Octavio Paz para mí fueron importantes, nadie ha descrito más la esencia del mexicano como él en El laberinto de la soledad; está Jorge Luis Borges en cosas como El Aleph o toda su literatura, sí hay un homenaje a la argentinidad, como Julio Cortazar, nada más hace falta platicar del cuento de El ajolote, que en el filme está en ese momento en que se asoma a ver la pecera y en ese momento Cortazar describe que él se convierte en el ajolote, yo pensaba en ese momento eso pero no lo hice, pero vaya, de pronto te das cuenta que todas tus referencias de literatura se empiezan a representar de alguna manera y uno dice ‘claro, esto viene de ahí’, no es racional pero está lleno de cosas. Y claro que también está García Márquez”, destacó.
“Lo que quiero decir es que el realismo mágico para mí es una literatura metafísica. Hemos estado muy acostumbrados a fragmentar el tiempo y el espacio en la literatura y navegamos fácilmente. Tengo la idea de que los mexicanos podrán entender muy bien esta película, porque somo eso, es un paseo por la conciencia, la literatura se presta para romper con las tradiciones”, señaló.
“De cineastas te puedo decir de (Luis) Buñuel o (Alejandro) Jodorowsky pero también te puedo hablar de otros como Roy Andersson o (Federico) Fellini, evidentemente… o (Jean-Luc) Godard. Hay mucho de todos estos cineastas que de alguna forma nos han enseñado algo importante”, añadió.
Finalmente, el oscarizado realizador mexicano reflexionó sobre la capacidad del arte para enfrentar la realidad:
“Yo empecé en Amores perros en donde estaba capturando e interesado en la realidad, hoy no hay nada que menos me interese que la realidad. Porque a mi edad ya me di cuenta que la realidad no existe solo es la que yo construyo en mi cabeza, es la que yo quiero ver, es lo que yo pienso de la realidad, eso para mí es importante porque es la forma en la que yo la afronto y la vivo, y eso no quiere decir negar la realidad, sino aceptar que no es sólamente mi percepción, mi limitadísimo sistema nervioso y estado de ánimo va a dictar algo que es mucho más complejo”, dijo.
“Lo que quiero decir, es que ese espacio del que estaba yo hablando, donde te dejas ir y eres mucho más rico. Esta película me permite a mí ir más allá de esa realidad, no solo es la realidad que temo o la realidad que imagino, sino la que fantaseo y necesito para sobrevivir. Y el arte creo que tiene fundamentos muy importantes. El arte nos permite imaginarnos el mundo que no tenemos porque nuestro mundo no es perfecto, puede ser una mierda, pero el arte nos permite, la poesía, la música, la literatura, nos permite construir ese mundo que necesitamos y ese es el que me interesa a mí”, agregó.
“Y eso creo que es importante porque hoy tenemos la oportunidad de no solamente estar todo el día reflejándose en ese dolor y hacer una especie de ciclo infinito de la oscuridad que estamos viviendo sino también salir de ella a través del arte y la imaginación, es importante atrevernos a hacerlo aunque nos digan ‘cómo te atreves a decir algo con esta realidad’, es porque el arte se trata de la posibilidad de que el espíritu crezca más allá de la realidad y dictamine la realidad que viene”, concluyó.
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