Escenario

“Mi objetivo es crear una grieta en el cráneo del espectador; que se involucren en sus conflictos es lo que todo artista busca”: Paul Schrader

COBERTURA. El legendario cineasta, guionista detrás de Taxi driver, La última tentación de Cristo o Toro salvaje, comparte con Crónica Escenario detalles de su más reciente filme El contador de cartas que estrenó en México>

El actor Danny DeVito en la alfombra roja
Paul Schrader ha destacado en festivales importantes como director de cine en los últimos años con First reformed y El contador de cartas. Paul Schrader ha destacado en festivales importantes como director de cine en los últimos años con First reformed y El contador de cartas. (ESPECIAL)

“Lo único que me prohíbo es ser aburrido”, respondía hace seis años el cineasta Paul Schrader, especialmente reconocido por su trabajo como guionista (basta recordar Taxi driver, 1976), cuando se le preguntó si él mismo se pone límites: “Vivimos en un mundo en el que puedes hacer prácticamente lo que quieras en una película”, añadió.

Esa filosofía le ha permitido navegar con gran libertad en la industria del cine y en los últimos años la ha transformado en una serie de títulos imprescindibles como First reformed (El reverendo, 2017) y ahora The card counter (El contador de cartas, 2021), ésta última que llegó a las salas de cine mexicanas el pasado jueves.

Y es que el estreno de este filme nos permite indagar en la importancia fílmica que tiene la obra de Paul Schrader, pues a lo largo de cinco décadas ha urdido en historias de hombres solitarios y angustiados atrapados en sí mismos, anhelando el amor y la conexión, preocupados por la venganza y la redención, y a menudo a merced de sus propios impulsos conflictivos. Desde Taxi driver a El contador de cartas, las fuerzas internas y externas desembocan en un estallido de violencia. Tanto Travis Bickle como William Tell se encuentran desgarrados entre reinos dispares, desesperados por encontrar la paz en un mundo caótico.

“A lo largo de los años he desarrollado mi propio género de películas, y normalmente se trata de un hombre solo en una habitación con una máscara, y la máscara es su ocupación”, dijo el cineasta Paul Schrader, en declaraciones concedidas de forma exclusiva a Crónica Escenario, a propósito del estreno de su filme.

“Puede ser un taxista, un traficante de drogas, un gigoló, un reverendo, y tomo ese personaje y lo pongo al lado de un problema mayor, personal o social, como la crisis medioambiental en First Reformed”, comentó. En The Card Counter, su personaje central de William Tell está solo en su habitación con una máscara puesta, “la de un jugador de póquer profesional, que resulta ser un antiguo torturador del gobierno de Estados Unidos. Es un nexo entre las Series Mundiales de Póquer y Abu Ghraib”, dijo.  

UNA HISTORIA QUE NACE DE LA CULPA

En El contador de cartas, William Tell (Oscar Isaac) es un ex-militar con un problema de ludopatía. A Tell solamente le interesa jugar a las cartas. Su espartana existencia en el casino es interrumpida cuando su camino se cruza con Cirk (Tye Sheridan), un joven que busca ayuda para poder llevar a cabo su plan para vengarse de un coronel militar, quien es también un viejo enemigo de Tell. Con el respaldo financiero de La Linda (Tiffany Haddish), Tell lleva a Cirk en un camino de casino a casino hasta que el raro trío se centra en ganar el World Series de poker en Las Vegas. Pero mantener a Cirk en el buen camino demuestra ser imposible, empujando a Tell hacia la oscuridad de su pasado.

Esta historia nació en la mente de Schrader mientras buscaba financiación para un western que tenía pensado escribir para Willem Dafoe y Ethan Hawke, sin embargo, en el enramaje del desarrollo de sus temas más comunes como la culpa, penitencia y ajuste de cuentas moral surgió la semilla de El contador de cartas a partir de preguntas: “No una culpa general, como la cristiana, sino un tipo de culpa más específica. ¿Qué pasa si alguien ha hecho algo que no puede perdonarse a sí mismo? Ha estado en la cárcel, y aunque la sociedad le haya perdonado, él no se ha perdonado a sí mismo. Hizo algo terrible y ahora vive en una especie de purgatorio. ¿Cómo puede superarlo?”, se preguntó.

Así como ha escrito personajes icónicos como Travis Bickle en Taxi Driver; Julian Kaye en American Gigolo o el reverendo Ernst Toller en First Reformed, William Tell encontró espacio en su universo: “Para El contador de cartas, tenía que encontrar una profesión para alguien que está esperando y que vive una especie de inexistencia. El juego me pareció el medio perfecto”, destacó.

Mientras veía programas de póquer en la televisión y pensaba en las motivaciones psicológicas de la gente que juega a las máquinas tragaperras, Schrader empezó a imaginar la vida cotidiana de los jugadores: una monótona inexistencia en la que pueden pasar horas sin que ocurra gran cosa. “Eso es lo que hace Tell: existe en este limbo, viajando de casino en casino, jugando a las cartas, esperando que pase algo”, dice Schrader. “Con el póquer, puedes jugar durante días antes de que llegue esa mano mágica. Cada pocas semanas, más o menos, puede ocurrir algo bueno, pero sobre todo es un juego de espera”.

Con ese punto de partida Schrader creo el pasado de William Tell como una indagación curiosa a través de la oscuridad que posiblemente habría vivido como soldado de guerra en Irak. “Me pregunté qué podría haber hecho en su vida que fuera tan atroz que simplemente no pudiera superar sus crímenes. Incluso los asesinos en serie pueden perdonarse a sí mismos, pero ¿y si hubiera hecho algo que estigmatizara a su propio país? Fue entonces cuando empecé a pensar en la tortura en la prisión de Abu Ghraib, un tipo de fechoría que perjudicó no sólo a los cautivos árabes y a sus torturadores estadounidenses, sino a toda una nación y a la cultura militar que la permitió”, expresó.

“NO IMPORTA LO QUE PIENSEN DE MÍ SINO LO QUE HAGAN”

Para poder trasladarlo a la pantalla fue necesario contar con un cómplice de la imagen como Alexander Dynan, en la que significó su tercera colaboración, tras el chillón thriller policíaco Dog Eat Dog y el discreto estudio de carácter First Reformed. Esta vez Dynan tuvo que capturar el monótono pero colorido mundo de los casinos interestatales, que están un paso por debajo de la tradicional vulgaridad de Las Vegas, así como los monótonos confines de la prisión de Guillermo Tell en Leavenworth, y sus desgarradoras experiencias como torturador en Abu Ghraib.

“No se puede hacer mucho con el mundo de los casinos interestatales y costeros, es simplemente espantoso. Es como estar atrapado en el baño de Trump. Tienes esa chabacanería, y tienes que contraponerla a la austeridad de los flashbacks. Nuestra paleta estaba limitada desde el principio porque no vas a reinventar el casino, ni la celda de la prisión”, explicó.

El equipo de diseño sí recreó Abu Ghraib para las secuencias de tortura. Para estos flashbacks, Schrader indicó en el guion que quería que las escenas de pesadilla se sintieran como una realidad virtual inmersiva, un efecto en la película que se siente como si se descendiera de primera mano a un paisaje infernal a lo Hieronymus Bosch. Dynan empleó la tecnología de realidad virtual para presentar una versión aplanada y equirrectangular de la imagen estándar, haciendo que el espectador tenga la sensación de estar recorriendo los sucios pasillos de la famosa prisión y observando -si no participando- en atroces actos de tortura. Toda una hazaña tecnológica y creativa.

Finalmente, cabe decir que The card counter, que se rodó en Mississippi a principios de 2020, antes de que Covid-19 detuviera la producción en marzo, simboliza para Schrader una forma de mantenerse fiel a sus objetivos como artista por más de medio siglo: “Nunca me han interesado las familias felices ni los ‘felices para siempre’”, su preocupación siempre ha sido la soledad y el aislamiento de los hombres solitarios.

Cabe decir que la trayectoria de Guillermo Tell no es menos abrasadora y existencial que la de la creciente locura de Travis Bickle en Taxi Driver o el silencioso desenredo del reverendo Toller en First Reformed, pero a medida que su personaje se desarrolla y transforma a lo largo de El contador de cartas, también lo hace el temor conflictivo y creciente del espectador, hasta que la película explota en un acto de violencia catártica.

“Mi objetivo es crear una grieta en el cráneo del espectador, abriendo una brecha entre lo que desean y esperan de mis personajes y lo que sienten después de pasar tiempo con ellos. ¿Cómo hacer ese ajuste? Depende de ellos, pero conseguir que el espectador se involucre en este tipo de conflicto es lo que todo artista busca. No es tan importante lo que mis espectadores piensen, sino que lo hagan”, concluyó.  

EL CAMINO DE PAUL SCHRADER

Schrader nació en 1946 en Grand Rapids, Michigan, en el seno de una estricta familia calvinista. Asegura que no vio una película hasta el final de su adolescencia. Tras asistir al Calvin College, donde estudió inglés y teología con la intención de convertirse en ministro, Schrader se trasladó a Los Ángeles a finales de los años 60 y estudió cine en la UCLA. Se convirtió en un protegido de la influyente crítica de cine Pauline Kael, del New Yorker, después de que sus críticas de cine en el Los Angeles Free Press empezaran a llamar la atención a nivel nacional. Kael le ayudó a conseguir un puesto de crítico en Seattle, pero Schrader se sintió atraído por el cine y rechazó el trabajo.

Uno de sus mentores por aquel entonces fue el diseñador y cineasta Charles Eames, que enseñó a Schrader una filosofía de alfabetización visual: La noción de que una imagen o un objeto pueden ser también una idea, y que las palabras no son la única forma de contar una historia. Comenzó a escribir guiones en la década de 1970, en los albores de la era del Nuevo Hollywood. Su primer guion producido fue The Yakuza (1974), un thriller policíaco neo-noir coescrito con su hermano Leonard Schrader y Robert Towne (Chinatown; Shampoo), y protagonizado por Robert Mitchum. Warner Brothers pagó una suma récord por el guion, lo que permitió a los Schrader entrar en la industria.

A medida que avanzaba la década, y el cine se convertía en el centro de la conversación cultural, cineastas como Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Terrence Malick se catapultaron a la fama y el prestigio internacionales. En 1976, el guion de Schrader para Taxi Driver, dirigido por Scorsese, le situó en el escalón más alto de los cineastas estadounidenses. En 1978, dirigió su primer largometraje, la película policíaca Blue Collar, basada en su propio guion sobre los miembros del sindicato que trabajan en la cadena de montaje en un enclave del Rust Belt. A finales de la década, el doble golpe de Toro salvaje y American Gigolo confirmaron la reputación de Schrader como “el filósofo de autor” más importante de Hollywood.

Otros personajes clásicos de Schrader que cobran vida en la página y en la pantalla, además de los ya mencionados en este texto son Julian Kay, el Gigoló Americano titular atrapado en las superficies de su baja existencia en Los Ángeles, que le hace incapaz de expresar el amor; Jake LaMotta, el volátil y tempestuoso boxeador en Toro Salvaje; Jesucristo, el mártir religioso por excelencia en la adaptación de Schrader de la novela de Nikos Kazantakis, La última tentación de Cristo; Yukio Mishima, el torturado escritor japonés cuyas frustraciones artísticas desembocaron en un suicidio que, bajo la magistral dirección de Schrader en Mishima: Una vida en cuatro capítulos, se convierte en una epifanía; Wade Whitehouse, el policía de New Hampshire en Affliction, interpretado por Nick Nolte en la mejor actuación de su carrera, que se enfrenta a su padre alcohólico y abusivo mientras investiga un crimen; y Patty Hearst, la heredera secuestrada convertida en atracadora de bancos, otra alma perdida reprimida y confinada que encuentra la liberación actuando de forma irracional y violenta. Sin duda, un abanico de personajes que agrietan cráneos.

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