
En las próximas semanas, Belfast (2021) dirigida por Kenneth Branagh, será una de las cintas protagonistas de los premios de la academia con un total de siete nominaciones, mostrando un grato y apasionado trabajo que elevó los estándares para los siguientes proyectos del también actor.
Es así como se ha estrenado en salas mexicanas Muerte en el Nilo (2022), una nueva adaptación cinematográfica de la novela homónima de Agatha Christie, y dirigida por el cineasta que en 2017 ya se había aventurado en el universo literario de la escritora británica con su filme Asesinato en el Expreso de Oriente (2017), la cual tuvo una aceptable recepción en taquilla y es la primera parte de la historia del detective Hércules Poirot.
Disfrutando de unas vacaciones en Egipto, el famoso detective Hércules Poirot (Kenneth Branagh) navegará a través del río Nilo, por invitación de su amigo Bouc (Tom Bateman), intentando descifrar un misterioso asesinato para desenmascarar al culpable a través de su aguda perspicacia y el certero análisis de su entorno.
La secuela de la historia de Christie adaptada al cine, reúne una constelación de nombres importantes en la industria fílmica, iniciando por el mismo Branagh, quien interpreta a Poirot, notándose una evidente comodidad con el personaje a quien le daría vida en 2017.
Por otro lado, Gal Gadot inunda la pantalla con su presencia, destacando por encima del desbordamiento de energía visual en el que intenta respaldarse el director.
Y es aquí donde volvemos a traer a la conversación la multinominada Belfast, y es debido a la desconcertante bipolaridad que ofrece el realizador entre cada trabajo. Por un lado, observamos una entrañable e interesante trama familiar envuelta en disputas religiosas e ideológicas; continuando con una propuesta de misterio que se queda a medio camino por una tensión construcción a través de la sobre dramatización.
Muerte en el Nilo transita por una serie de elementos estereotípicos de las historias de whodunnit (¿Quién lo ha hecho?), que ponen en evidencia las verdaderas intenciones de sus protagonistas, casi desde un inicio, restándole la posibilidad al espectador de debatir – internamente – sobre lo angustiante que puede resultar la figura anónima del culpable de un asesinato.
Y es que al recordar cintas recientes como Entre navajas y secretos (2019) nos damos cuenta que este tipo de películas pueden resultar refrescantes sin caer en lugares comunes como lo sucedido en este caso.
La primera parte nos lleva por un cúmulo de presentaciones vacías, envueltas en la parafernalia audiovisual que destacan al cast más que a sus personajes, lo que no nos permite empatizar con ninguno de sus protagonistas, dejando pasar la oportunidad de crear un entramado más complejo a través de miradas, elementos externos o el propio guion; este último siendo uno de sus puntos más endebles, ya que nos permite armar un rompecabezas que pretende ser de piezas infinitas, cuando termina siendo algo del tamaño de la palma de la mano.
A partir del crimen que desencadenará la intriga en pantalla, es cuando la cinta adquiere momentos de entretenimiento gratificantes, esto gracias al ritmo que la edición le brinda, además del dominio que Kenneth tiene como protagonista; la intermitencia del enramado rescata lo mínimo que la adaptación intenta lograr.
Aún con esta irregularidad narrativa, son algunos momentos de humor y tensión artificial los que sacan de terapia intensiva a la secuela de Asesinato en el Expreso de Oriente, convirtiéndola en una propuesta medianamente superior a su antecesora, pero que no termina de explotar a un elenco, en papel, importante.
¿Se convierte en un producto entretenido? Sin duda, algo que consumir con el propósito de pasar un tiempo agradable. Sin embargo, si se busca algo con la naturaleza que las novelas de Christie puede ofrecer, es probable que se necesite de mucha paciencia para llegar a los puntos de inflexión que ofrece la película.
Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .