Escenario

Odesza y su exultante presentación en México, creatividad más allá del "beat"

Harrison Mills y Clayton Knight, aka Odesza, se presentaron en el Palacio de los Deportes con muchos invitados, mucha música y una pasarela de recursos que parecía inagotable 

The Last Goodbye tour

Música, láser, fuego (pirotécnico también), beats acústicos, voz y performance se conjugaron en la presentación de Odesza en el Palacio de los Deportes.

Música, láser, fuego (pirotécnico también), beats acústicos, voz y performance se conjugaron en la presentación de Odesza en el Palacio de los Deportes.

Cortesía OCESA: Pablo Deyta

Y se me encomendó la misión de cubrir el “Odeszafest”, una fiesta sui géneris llena de música, bebidas de colores y “juventud en éxtasis”, como las buenas fiestas son. Fue un encuentro que conmemoró el regreso de Harrison Mills y Clayton Knight a nuestro país en un espectáculo audiovisual redondo, portentoso y de momentos muy creativos en una escena musical –electrónica– que puede repetirse endogámicamente con el empleo de recursos de lugar común.

Pero la dupla llamada Odesza es algo más, ahí donde se asoma la convención musical de la electrónica de masas aparecieron sorpresas. Eso me quedó claro la noche del jueves en el Palacio de los Deportes, tras una tarde-velada donde los de Seattle convocaron a QRTR & OLAN, Tokimonsta, The Midnight y Bob Moses, en lo que se sintió un mini festival.

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A los ritmos electrónicos de QRTR & OLAN y Tokimonsta se sumaron las guitarras y el pop-rock de The Midnight y Bob Moses, que confirió matices musicales a la noche, la cual abrió escenario a Odesza tres mil 600 segundos antes de la media noche.

Tras su presentación en el festival de la cerveza, que hace actos de ilusionismo con sus maquinaciones boleteras, en 2018, Mills y Clayton regresaron a nuestro país con su espectáculo-gira-show “The last goodbye”, homólogo de su más reciente álbum. Un concierto a veces teatral, a veces performance, difícil de clasificar, pero que a la vez abreva de diversas incursiones y estimulaciones visuales y auditivas. Por momentos sentí como si se tratara de un espectáculo que funde el EDC y el Mutek, donde la música electrónica de masas encuentra un punto medio con el arte visual y sonoro, eso me pareció fascinante.

PASARELA DE RECURSOS

Dividido en dos plataformas escalonadas de manera semicircular, su escenario me recordó el video de “Around the world”, de Daft Punk, sin embargo, aquí no desfilaron calaveras, bañistas ni robots, sino otro tipo de cadetes musicales. Sintetizadores, teclados, toms y demás artificios fueron el punto de partida del flujo de electrones musicales, en tanto el acto se sincronizaba con los visuales futuristas, cyberpunks o de hadas rosas que reflejaban el humor volátil de las piezas encadenadas unas a otras de manera improbable.

Recurso utilizado antes, pero ahora en una versión 2.0, la banda de guerra de la banda enmarcó el beat acústico de la noche.

Recurso utilizado antes, pero ahora en una versión 2.0, la banda de guerra de la banda enmarcó el beat acústico de la noche.

Cortesía OCESA: Pablo Deyta

Entre pirotecnia visual y musical y pirotecnia-pirotecnia que regresaría de vez en vez al escenario, también fulguraron las llamas como si se tratara de KISS o alguna otra banda de rock-metal.

Mills y Knight se movían con soltura aeróbica sobre sus plataformas, desde donde juegan y se divierten, desde donde también fabrican beats acústicos a través de los toms, al igual que la pasarela de músicos que comenzaron un espléndido desfile de sonidos. Flanqueados de un trombonista y un trompetista comenzaron a jugar con los beats acústicos, una tendencia cada vez más empleada en las grabaciones y actos en vivo electrónicos que confieren un halo de “materialidad” más allá de la programación de secuencias.

El dúo de Seattle tuvo además diversos invitados en las vocales.

El dúo de Seattle tuvo además diversos invitados en las vocales.

Cortesía OCESA: Pablo Deyta

Así, entre el espacio de ambas plataformas apareció la “banda de guerra” que le dio otro marco a la noche. Sincronizados en sus movimientos, tambores y uniforme hicieron reverberar más el sonido de las secuencias y programaciones. Ahí, el concierto-espectáculo-show se convirtió en otra cosa alejada de la convencionalidad para asomar mayor creatividad.

A esta pasarela inagotable de recursos escénicos se sumaron las voces que musicalizan y acompañan en esta gira. A ratos épico, a ratos cursi, los ánimos electrónicos y canciones podían contrastar de una canción a otra; a una “balada” le podía seguir una más oscura y exigente, pasar de la música festiva a otra más introspectiva: ahí donde estaban a punto de consumar y cumplir con la convención la rompen.

A veces profunda, a veces superficial; a veces reflexiva, a veces meramente recreativa, se trató de una experiencia interesantísima la cual nos recuerda que, donde la homogeneidad de la cultura se puede ensimismar en la industria musical, hay artistas que pueden navegar las diferentes aguas y proporcionarnos una novedad creativa. Aun así, y sin clavarse tanto, fue sin duda una fiesta divertida y prominente.

Harrison Mills recordó que tardaron cinco años en regresar a la Ciudad de México, pero que deberían de realizar esta fiesta cada año. No es mala idea, si ya varios lo hacen por qué no hacer un “Odeszafest” más seguido.

*X(Twitter): @huitzilacsoryu

Harrison Mills y Clayton Knight encabezan el proyecto musical.

Harrison Mills y Clayton Knight encabezan el proyecto musical.

Cortesía OCESA: Pablo Deyta