
Filmada en Texas durante uno de los momentos más álgidos de la pandemia por COVID-19; trabajando con un crew reducido y un elenco integrado en su mayoría por actores no profesionales, el realizador Sean Baker (Tangerine: chicas fabulosas, El Proyecto Florida) regresa con un nuevo filme donde nuevamente, se enfoca en personajes marginales y sus historias.
Red Rocket sigue los pasos de Mikey Davies (Simon Rex), un actor quien hizo carrera en la industria del cine porno (con el nombre artístico Mikey Saber), el cual ha caído en desgracia y por ello decide volver a su ciudad texana natal, de donde se fue 17 años atrás, buscando materializar sus sueños de grandeza y éxito.
Al regresar a su poblado de origen, Davies se reencuentra con su exesposa Lexi Davies (Bree Elrod) y su otrora suegra Lil (Brenda Deiss), y ruega a ambas lo dejen quedarse en su casa por un tiempo en lo que logra establecerse. A regañadientes, ambas aceptan, pero le instan a conseguir un trabajo pronto, y a colaborar en el hogar no solo monetariamente, sino también realizando algunas tareas domésticas.
Mikey comienza a buscar empleo formal en diversos lugares, pero su falta de experiencia aunada a su pasado en la industria del entretenimiento para adultos no le facilitan el conseguir uno. Ello lo orilla a acercarse a Leondria (Judy Hill), una distribuidora de mariguana a quien le pide que lo empleé como vendedor de dicha droga. Ella desconfía, pero al ver que Davies da buenos resultados, lo deja continuar vendiendo y le sigue proveyendo mercancía.
El personaje parece alcanzar cierta estabilidad: gana buen dinero, su relación con Lexi (sobre todo en el terreno sexual) comienza a mejorar, e incluso establece una buena amistad con su vecino Lonnie (Ethan Darbone) un joven el cual se hace pasar por veterano para ganarse un dinero extra. Pero dicha estabilidad comienza a resquebrajarse con la aparición de Raylee Strawberry (Suzanna Son), una suerte de encantadora Lolita que trabaja en un expendio de donas; con quien Mikey comienza a salir. En en la mente de este último, empieza a tomar forma una idea para “volver a la cima” con la ayuda de Raylee. Pero un inesperado accidente hará tambalearse dichos planes.
Todo esto teniendo de trasfondo a este Estados Unidos alejado de la opulencia y el glamour; empobrecido económica y moralmente hablando; de paisajes colmados de humildes y ruinosas casas, muy cercanas a fábricas y refinerías; donde escuchar simulacros de alertas de desastre es cosa de todos los días, y en donde sus habitantes viven envueltos en un tedio tan sofocante como el calor de la zona, y donde pasan su tiempo sentados frente al televisor viendo noticias, programas policíacos y reality shows, o escuchando los discursos de Donald Trump quien vanamente les promete devolverle la grandeza a su nación.
Y es en esos Estados Unidos, donde personajes como Mikey Davies intentan cristalizar su muy personal versión del sueño americano. No importando que para conseguirlo deban mentir, engañar y manipular. Mikey no tiene empacho en ello, al ser un tipo amoral, egoísta y bravucón, pero quien, paradójicamente, resulta también encantador.
En ese sentido, buena parte de la efectividad de Red Rocket reside en el carisma con que el actor, VJ de MTV y rapero, Simon Rex, dota a su personaje quien, acorde a las líneas argumentales establecidas por el propio Baker y su guionista de cabecera Chris Bergoch, crea a una especie de antihéroe vividor, granuja y abusivo el cual comete acciones éticamente cuestionables o de plano vistas como reprobables -e incluso abominables- por un sector de la audiencia. Pero a la vez es gracioso y adorable, y es fácil desarrollar cierta comprensión y simpatía por él.
Y eso es algo que el director logra explotar adecuadamente en esta un tanto arriesgada propuesta cinematográfica, al fomentar cierta ambivalencia en Mikey la cual termina favoreciéndole, haciendo germinar en el espectador sentimientos encontrados hacia dicho personaje hasta que, en determinado punto, se cuestione seriamente si en realidad desea que Davies se salga o no con la suya, en un apoteósico desenlace el cual además, bordea lo trágico y lo humorístico.
Así, el cineasta consigue una comedia con tintes dramáticos y matices incendiarios, hermana espiritual de Tangerine: chicas fabulosas. Una cinta la cual con pericia evita caer en el regodeo o la mirada sensacionalista sobre la miseria en que los personajes se encuentran sumergidos, y también se abstiene de emitir cualquier juicio moral sobre el proceder de sus personajes. Sencillamente, nos cuenta la –en el fondo melancólica- historia de un nacido para perder quien intenta cambiar su suerte y fantasea con alcanzar sus onanistas sueños de triunfo y grandeza, pero – tal como deja entrever la escena final de la película- solo está aferrándose profunda y desesperadamente a un imposible e irreal espejismo de felicidad. O como se dice por aquí, a meros sueños guajiros.
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