Escenario

‘Samsara’, de Lois Patiño, llega al festival de Karlovy Vary con su “experiencia etérea”

ENTREVISTA. El filme participa en el tradicional festival checo en la categoría Horizontes, una selección de las producciones contemporáneas más destacadas del momento

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Fotograma de 'Samsara'.

Fotograma de 'Samsara'.

ESPECIAL

Tras ganar el premio del Jurado en Berlín en febrero pasado, Samsara, una película “para ver con los ojos cerrados”, del español Lois Patiño, se proyecta tres veces en la 57 edición del Festival de Cine de Karlovy Vary (KVIFF) en la República Checa.

Se trata de una reflexión sobre diferentes concepciones de la muerte a través de una “experiencia etérea”, que convierte el cine en un espacio de meditación colectiva, explicó el cineasta a EFE.

El filme participa en el tradicional festival checo en la categoría Horizontes, una selección de las producciones contemporáneas más destacadas del momento.

Estaba explorando la idea de lo invisible y cómo el cine podía representarlo. Ahí se me ocurrió la idea de hacer una película para ver con los ojos cerrados”, dijo Patiño en una entrevista telemática.

Después, el gallego dio con el libro El Bardo thodol (Tibetano de los Muertos) y le pareció “un vínculo muy fértil” para hacer una película así.

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En la primera parte del filme se explora el imaginario budista a través un monje adolescente de Laos, y se narra cómo allí se imaginan la muerte, los mitos y las leyendas.

A continuación, la película se traslada a Zanzíbar, una isla de Tanzania, donde la religión mayoritaria es la musulmana, pero también convive con las tradiciones masai.

Allí se centra en un grupo de mujeres que trabaja en una granja de algas y la imagen pasa a ser más “táctil”, cuenta el director.

Muestra manos trabajando e incluso se posiciona en los ojos de una cabra, el animal en el que el espectador se reencarna en la película, para también “romper la perspectiva antropocéntrica del cine”.

“Esto genera un nuevo contraste con la cultura de cada espectador. Se forma un triángulo que permite que esta concepción sobre cierta espiritualidad y sobre la muerte se eleve”, dijo Patiño.

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Entre estas dos partes, el espectador debe cerrar los ojos durante 15 minutos para comprender lo que el Bardo thodol cuenta sobre el período de transición, desde que una persona muere hasta que se reencarna, o el “estado intermedio”.

“Al cerrar los ojos, la imagen se multiplica. Ya no hay una única imagen para todos, sino que la memoria involuntaria de cada espectador hace despertar distintas imágenes en ellos”, señaló el director.

Es entonces cuando los párpados actúan de “pantallas retroiluminadas”, explicó Patiño, pues se siente la luz que se emite en la pantalla; a veces es un flash, a veces una subida o bajada de intensidad lumínica, a veces un parpadeo más rápido o más lento.

Luego, la atención se centra en la experiencia sonora, que se vuelve “muy evocadora” y representa lo que una persona escucha una vez está en el limbo.

Patiño ya había tratado este concepto de lo intangible en sus producciones anteriores.

En su primer largometraje, Costa da morte, rodado únicamente con planos paisajísticos en los que la persona está en la lejanía, exploró la experiencia cinematográfica que esa gran distancia suscita en el espectador.