Escenario

‘Indiana Jones y el Dial del Destino’: Colgar el sombrero con dignidad

CORTE Y QUEDA. La despedida de Harrison Ford como el mítico arqueología aventurero no logra ser épica pero sí lo suficientemente eficiente para un buen adiós

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Fotograma de 'Indiana Jones y el dial del destino'.

Fotograma de 'Indiana Jones y el dial del destino'.

CORTESIA

En 1981 un legendario profesor de antropología con una vena fuerte para la aventura haría su primera aparición en el mundo del cine. Con su sombrero característico y ese inseparable látigo, Henry Jones Jr., mejor conocido como Indiana Jones, se presentaría con un filme llamado Los Cazadores del Arca Perdida, dirigido por Steven Spielberg y co creado por su gran amigo, George Lucas, encantando a propios y extraños, haciéndole ganar 4 Premios de la Academia.

42 años más tarde y después de tres secuelas en las que se ha enfrentado a nazis, cultos satánicos y militares rusos, el querido personaje encarnado por el carismático Harrison Ford encuentra en su quinta entrega un adiós más que digno en Indiana Jones y el Dial del Destino, dejando de lado a Spielberg para que James Mangold tome el relevo de esta última aventura del antropólogo más querido del mundo, que ahora se enfrentará al peor enemigo que ha tenido: el paso del tiempo.

1969. El profesor Jones (Ford) vive en un presente en el que no se siente cómodo. La antropología ya no es atractiva ante la carrera espacial mientras que su vida personal se ha caído a pedazos. En apariencia, Jones es un ser obsoleto en un mundo donde ha perdido toda motivación o razón de seguir, pasando a ser un viejo amargado y solitario. Pero el regreso de su ahijada, Helena Shaw (Phoebe Waller-Bridge) y la aparición de un malvado científico de su pasado (Mads Mikkelsen), harán que Indiana vuelva al ruedo para encontrar el objeto que ha esquivado las manos del aventurero: el Dial del Destino.

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Fotograma de 'Indiana Jones y el dial del destino'.

Una de las principales virtudes del filme radica en el carisma de Ford, que encarna a la perfección este héroe de mil batallas venido a menos. Ver a Indy admitir su vejez es tan digno como escuchar a Danny Glover en la saga de Arma Mortal comentar que está muy viejo para esas vainas. Esto hace que parte de la historia sea interesante al ver a alguien icónico tener aventuras y desventuras en un mundo que lo considera obsoleto. Mangold juega con esos factores al ponerlo a caballo contra el metro de Nueva York o verlo usar su látigo en un duelo de pistolas.

Además, Ford parece no tener problema alguno en hacerlo, pues parece que al ponerse el sombrero, inmediatamente se convierte en Indiana. A su lado está Phoebe Waller Bridge (Fleabag) encarnando a Helena, que resulta ser todo lo contrario a su querido padrino. Si bien en ella encontramos algunos ecos del personaje de Marion (Karen Allen), aquella primera amada de Jones, aquí su actitud independiente y desparpajada la hacen salirse del molde de ser una calca del protagonista, fallo que tuvo Shia Labeouf en El reino de la Calavera de Cristal. Ambos tienen una curiosa química en pantalla que funciona aunque no es brillante.

En cuanto al antagonista, la saga vuelve al villano clásico de Indiana Jones, un científico con raíces nazis llamado Volller que, debido al paso del tiempo, ahora está en el bando norteamericano pero solamente en bien de sus propios intereses. Fanático de las matemáticas y siempre estoico, no podía haber mejor elección que Mads Mikkelsen para ello con todo y sus aires genéricos. Asimismo, la nostalgia continúa al tener de regreso un par de personajes de la saga que ayudarán a Indy a encontrar esa reliquia que podría cambiar el destino de la raza humana, para bien o para mal.

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La historia de esta quinta entrega depende también de un factor importante llamado nostalgia. No sólo es ver a Ford y su carisma hacer malabares como antaño, sino que todo el relato tiene pequeños detalles que nos llevan al recuerdo de la trilogía original. Uno de esos factores es la fotografía de Phedon Papamichael, que logra captar visualmente esa sensación de los primeros filmes de Indy, dándoles cierto realismo que da cierto respeto por el legado de la franquicia y su personaje, algo que fue duramente criticado en la cinta anterior del héroe.

Pero al entrar en la cuestión de las aventuras y las secuencias de acción, queda claro que Mangold no es Spielberg. A pesar de lograr secuencias bien logradas como la inicial en un tren, y en algunos casos bastante destacadas como cierta persecución automovilística, se nota la ausencia en el ritmo del relato. Aunque este realizador sabe trabajar con franquicias para darles un buen cierre (Logan, 2017), en esta quinta entrega de la franquicia del bien amado aventurero antropólogo hay partes que se sienten forzadas o un tanto accidentadas. Incluso hay detalles en los efectos especiales que no le ayudan en absoluto, aunque cuando se trata de situaciones prácticas, sabe resolverlas.

Tal vez lo más polémico que tiene esta cinta es su desenlace, algo que seguramente dará de qué hablar no sólo por lo que implica el uso del Dial y sus consecuencias, sintiéndose como un giro que puede no ser tan apegado a lo que los fans de Indiana Jones están acostumbrados, atreviéndose a ir más lejos incluso que en la Calavera de Cristal. Y aunque Jones ha sobrevivido cultos satánicos, magia voodoo, ángeles iracundos liberados o poderes divinos curativos, sin duda este clímax los va a llevar a dar un salto en los límites de la credibilidad.

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A pesar de esos pequeños dilemas en el guión y sus tropezones en el ritmo, Indiana Jones y el Dial del Destino logra ser una aventura original que se aleja del vicio del fan service para entregar una cinta lo suficientemente eficiente para decir adiós a las aventuras y desventuras de este icónico héroe de acción sin llegar al nivel de su trilogía original, cerrando el arco del arqueólogo que ha dejado un importante legado, creando un personaje que forma parte de la cultura popular, demostrando que, a veces, envejecer y colgar el sombrero con todo y látigo puede ser el mejor acierto para recordar con dignidad a alguien como Henry Jones Jr.