Escenario

‘Semana Santa en Acapulco (Via Crucis nacional)’: Una serie de eventos desafortunados

ESPECIAL QUINTA PARTE. La investigadora de cine mexicano Daniela Muñoz comparte su investigación de seis películas en torno a la Semana Santa en la filmografía nacional, la tercera, el filme de Luis Alcoriza de 1981

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Imagen del filme.

Imagen del filme.

Especial

He elegido este último título en la inteligencia de presentar una cinta que, si bien encuentra derrotero argumental en los días de la Semana Mayor, su premisa fundamental no versa en torno a la conmemoración de la Cuaresma, sino que se centra en una historia que relata una larga cauda de eventos desafortunados sufridos por un entusiasta grupo de viajeros nacionales que, tras trabajar arduamente todo el año, buscan vacacionar en un destino turístico internacional de gran envergadura como es Acapulco.

Sin embargo, más pronto que tarde el grupo conformado por Silverio o ‘Chato’ (David Reynoso), Chabela (Lucha Villa), Benito (Luis Manuel Pelayo), Yolis (Tere Velázquez) y Goyito (Gabriel González) comprobarán que el bello puerto no es como lo pintan, y lo que esperaban que fuera una vacación de ensueño, se convierte justamente, en un via crucis.

Rodada en 1979 y estrenada un par de años después, Luis Alcoriza buscó en esta farsa populachera seguir la línea argumental satírica de la exitosísima Mecánica Nacional (1971) aunque con variantes. Si bien Semana Santa en Acapulco presenta algunos buenos momentos (sobre todo aquellos con los que cualquier mexicano que haya vacacionado con poco presupuesto en su propio país, puede empatizar), la trama resulta por demás formuláica y peca de didactismo.

Se busca exaltar la crítica social con tintes tragicómicos, quedado la historia reducida a una viñeta sensiblera que presenta la triste realidad que es el enaltecimiento del turismo internacional frente al nacional en los destinos de playa, donde el extranjero posee medios económicos de sobra para disfrutar de un esparcimiento vacacional pleno y poblado de los beneficios que provee el dinero, frente a los siempre ajustados medios con que cuenta el vacacionista nacional, quien debe ahorrar y calcular los recursos con que cuenta para lograr pasar un descanso medianamente de calidad sin morir en el intento.

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La trama es así: Chato y Chabela son marido y mujer, y son dueños de la tintorería El desmanchón, donde trabajan arduamente. Tienen un hijo, Goyito, quien tiene cerca de 8 años. Chabela tiene una hermana, Yolis, de la cual está perdidamente prendado (que no enamorado) el mejor amigo de Chato, Benito, que es un sujeto concupiscente en extremo, cuya finalidad en las vacaciones será llevar, por cualquier medio, a Yolis a la cama.

Los cinco salen juntos hacia Acapulco casi al mediodía de un sábado en la camioneta de la tintorería, con lo cual la carretera ya está repleta. Sufren un percance mecánico, y dado que no poseen seguro para llamar a un agente que los saque del atolladero, aciertan a pasar por ahí dos monjas y un cura que viajan hacia la ciudad de Taxco.

Contra todos los pronósticos, es una de las monjas quien ayuda a Chato a componer la camioneta, con lo que logran llegar al puerto, pero ya muy tarde. Es por ello que pierden su reservación de hotel y deben emprender un peregrinaje por encontrar dónde pasar la noche. Chato debe sobornar al administrador, quien les ofrece una habitación de servicio que deben pagar por adelantado y abandonar a la mañana siguiente.

Ellos la aceptan a regañadientes, pero es mejor alojarse ahí antes que dormir en la calle. Al día siguiente salen hacia la playa, que está abarrotada, y donde la mayoría de los bañistas son norteamericanos (y aunque sean de otra nacionalidad, los protagonistas de la historia siempre calificarán a todos de ‘gringos’).

Son estos quienes gozan de trato privilegiado, pagan en dólares y despilfarran a placer, mientras que los turistas nacionales, como el grupo de clase media baja que nos ocupa, tiene la situación en contra.

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En los restaurantes y bares los precios son muy altos; por medio de sobornos viajeros con más recursos obtienen habitaciones previamente reservadas por turistas nacionales que pagaron un adelanto; para lograr acceder a un lugar de moda, siempre hay que pagar una ‘mordida’, el soborno es la moneda de cambio del lugar para ahorrar tiempo y obtener las mejores oportunidades; la miseria se palpa en los niños y jóvenes que tienen que cantar y hacer cabriolas ridículas para entretener extranjeros a cambio de unas cuantas monedas.

En medio de este panorama, el grupo en cuestión sufre todas y cada una de las situaciones antedichas. Tras una mañana entera consumida en buscar restaurante que sirva desayunos y almuerzos, se topan con una pareja de turistas nacionales por medio de quienes logran entrara a un restaurante y lograr comer algo, aunque los precios resultan exorbitantes, y Chato y Benito no logran entender cómo todos los costos están exhibidos en dólares.

Chato utiliza esta larga escena como palestra de pseudoanálisis filosófico de tintes populacheros que encuentra su epítome analítico en los lejanos tiempos de la Conquista, de donde según el personaje interpretado por Reynoso, nacen todos nuestros complejos y nuestras taras como sociedad.

El resultado del análisis es una acre lamentación de las vejaciones sufridas por el sufrido pueblo mexicano que, en la época en que la película tiene lugar (1979), se traducen en una crónica falta de empatía, de solidaridad, de apoyo mutuo entre ciudadanos. Sobra decir que el análisis se queda corto, y lejos de ser propositivo, se abisma en inanes clamores que no encuentran interlocutor y que no ofrecen una solución real al problema.

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En fin, que tras lograr librar el segundo día divirtiéndose hasta donde sus recursos lo permiten, los protagonistas nuevamente no tienen donde pasar la noche; buscan dormir en la playa, pero los desalojan dado que es privada y está prohibido pernoctar ahí.

Alguien les comunica que un billar cercano renta las mesas de pool y de carambola por la noche como camas, y resulta proverbial la escena donde los cinco, que duermen juntos en una mesa, deben cambiar de posición al unísono para no cansar el cuerpo de un solo lado.

A la mañana siguiente después de almorzar, mientras Benito y Yolis pasan el día en la playa, un amigo de él les presta su habitación para poder tener relaciones sexuales, pero para desgracia de él, Yolis se intoxicará con camarones y será imperativo llevarla a la Cruz Roja). Por su parte, Chato y Chabela se dan a la tarea de buscar un habitación donde quedarse esa noche; la encuentran en un hotel cercano donde Chato manosea a una recamarera, con lo que su mujer se molesta sobremanera y le reclama su actitud. Se reconcilian y hacen el amor.

Nadie advierte la falta de Goyito, quien al verse solo en la playa cree que lo han abandonado. Inopinadamente hace cabriolas frente a un grupo de gringos quienes le dan dinero creyendo que es un huérfano, y después se unirá a un cantante de ranchero quien también le permitirá colectar.

Tras despertar, Chabela y Chato advierten que el niño no está; Benito pide a Chato que lo acompañe en la camioneta a llevar a Yolis a la Cruz Roja, mientras que Chabela deambula por la paya para buscar al niño, sin éxito. Su periplo se torna en franca desesperación cuando a la medianoche sigue sin encontrar a su hijo. 

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La situación se torna francamente inverosímil, pues Chabela se une a un grupo de hippies gringos que beben y fuman marihuana en plena playa, secuencia que además se antoja gratuita y no apoya en nada a la trama. Ella se emborracha y tras cantar con voz ahogada de tristeza, la policía llega al advertir el desorden, y detiene a quienes no logran correr del lugar a tiempo.

Llevan a Chabela a la delegación donde se encuentra con Chato, quien ha golpeado un auto deportivo con su camioneta trasladando a Yolis a la Cruz, y tras pagar su propia multa, debe pagar también la de su mujer. Ambos dan parte a las autoridades de la desaparición de su hijo, y salen del Ministerio Público para ir a un restaurante a cenar algo; se sorprenden gratamente de encontrar a su hijo comiendo y bebiendo en el mismo sitio con todas las propinas que ganó cantando.

Chabela se queda con su hijo y con Yolis en la habitación de hotel, mientras que los varones salen a relajarse después de tan funestos acontecimientos. Entran a un bar donde el precio de la botella es exorbitante, alternan con dos mujeres que resultan ser ficheras y prostitutas, quienes los conducen a un hotel de poca monta después de cargarles el costo de sus tragos en el bar.

Al negarse ellos a pagar por un servicio que no solicitaron, el proxeneta que las regentea los amenaza con un arma blanca y tienen que entregarle el poco dinero que les queda. Duermen en la camioneta agotados y burlados, y a la mañana siguiente, que es momento de volver a la ciudad, mienten a Chabela y a Yolis, diciendo que los asaltaron la noche anterior.

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Una vez que las ‘vacaciones de terror’ han terminado, llegan a casa solo para descubrir que la tintorería ha sido robada. Buscan llamar a una patrulla que nunca aparece, y les dan aviso de que lo que deben hacer es ir a levantar un acta a la delegación. Chato, al escuchar ruidos en la azotea, piensa que los asaltantes deben seguir ahí; saca su pistola y sube, pero al no encontrar a nadie, se molesta sobremanera y lanza tres tiros al aire, lo que hace que de inmediato se presenten -ahora sí- tres patrullas, que desde abajo le apuntan como si fuera un criminal, y le ordenan que baje ipso facto para arrestarlo.

Hay que decir que queda aquí bastante eclipsado el humor negro antes habitual y abordado con maestría en las realizaciones de Luis Alcoriza. Las interpretaciones, sobre todo las de la pareja principal, pecan de sobreactuadas, confiriendo un dejo exageración a una trama que, contenida, pudo haber dado mejores resultados.

Sin embargo, no será difícil que el espectador logre empatizar e identificarse con las situaciones presentadas, sobre todo, aquellas en que la desesperación y la injusticia hace presa de los vacacionistas mexicanos.

Asimismo, en la actualidad las situaciones descritas en el filme han llegado a su extremo: El encarecimiento de los viajes de placer es por demás evidente, además de que el poder adquisitivo del turista nacional en s propio país, sigue en gran medida siendo superado por el del extranjero, hecho que en honor a la verdad, continúa siendo un despropósito total.

El dato: Alcoriza, que se volvió el crítico de las taras sociales mexicanas tanto en el espacio urbano como en el rural a través de un abordaje eminentemente fársico, inició su carrera en México como actor, y paradójicamente, interpretando un papel sumamente serio (por no decir doliente) que nada tendría que ver con los temas que se volvieron predilectos en su producción fílmica: Como ya apuntábamos en el primer especial, interpretó el papel de Jesucristo dos veces, hazaña que no volvería a repetir en adelante, mucho menos tratando temas tan incisivos y tragicómicos en sus realizaciones como director.

* Este texto está basado en el artículo 'Cinco cintas mexicanas para ver en Semana Santa' registrado en o SOGEM-INDAUTOR, 2024

Sobre Daniela Muñoz

Es graduada de la Licenciatura en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es Maestra en Ciencias Antropológicas y actualmente Doctorante en la misma especialidad por la propia ENAH, siendo sus líneas de investigación Teoría, critica y análisis cinematográfico del Cine mexicano, así como contenidos digitales y medios audiovisuales.

La investigadora de cine Daniela Muñoz.

La investigadora de cine Daniela Muñoz.

CORTESIA

Posee una Especialidad en Estudios de la Frontera México-Estados Unidos por el Colegio de la Frontera Norte (COLEF), especializándose en Narcocultura y contenidos simbólicos en la esfera mediática. Como Docente de Español como Segunda Lengua (ENALLT-CEPE, UNAM) ha podido desempeñarse como promotora de la cultura mexicana también fuera de nuestro país.

Colaboró en la muestra museográfica Heritage Middle East, realizada en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, en 2019. Ha sido profesora de Historia de Mexico, Contemporánea y Universal a nivel bachillerato, así como de Humanística, Relaciones Bilaterales y Cine Mexicano a nivel licenciatura. Colabora actualmente en diversos proyectos de gestión, promoción y difusión del Cine Mexicano en sus diversas épocas y géneros, impulsados por el STPC- Estudios Churubusco.