Escenario

‘No son horas de olvidar’, una mirada a la pérdida de la identidad y a la crueldad del Alzhéimer

CORTE Y QUEDA. El cineasta David Castañón Medina hace un repaso en la vida de Jorge y Juana y ese temor de que ella lo olvide, no solamente por la enfermedad sino por la llegada de la dictadura chilena

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Fotograma del filme

Fotograma del filme

Especial

Ausencia quiere decir olvido…”. Esas poderosas palabras dan inicio a un poema bastante emotivo que sirve como introducción a esta obra documental que habla acerca de la memoria, el amor y la pérdida de los recuerdos llamada No son horas de Olvidar, David Castañón Medina hace un repaso en la vida de Jorge y Juana y ese temor de que ella lo olvide. Sin embargo, el relato no va solamente de la enfermedad mental tan cruel que es el Alzhéimer sino también de la pérdida de la identidad, una que perdió con la llegada de la dictadura chilena. Por ello, Jorge indaga en las honduras de la memoria, esa que los ha mantenido juntos y ha forjado tantos recuerdos que están a punto de irse para siempre.

El director, a través de materiales de archivo, textos y testimonios de la familia cercana a Juana, busca aclarar esa bruma que se cierne en los pensamientos, memorias y experiencias de vida que se confunden en su mente. Por ello, es la voz de Jorge y su presencia, la que ocasiona que su amada regrese por momentos a su presente, su relación con el mundo y, sobre todo, a su identidad.

No son horas de olvidar también juega con esas dos visiones de la memoria y su importancia en el ser humano. Primero, se empeña en mantener el recuerdo de ese doloroso exilio derivado de la dictadura de Pinochet. Jorge y Juanita son de origen chileno, pero migraron a México en esos oscuros tiempos, lo que habla también de cierta alienación común, del dolor de ser un extranjero sin realmente serlo.

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A través de la lente de Castañón Medina podemos ver a Juana y Jorge siendo opuestos. Él siendo la persona que está lleno de esos recuerdos, memorias, como una gran biblioteca de momentos mientras que ella va perdiendo esa lucidez, esa chispa que la hace ser quien es, borrando su experiencia de vida y todos aquellos instantes, ya fueran amargos o bellos, que ha enfrentado.

El documental entonces es una dolorosa reflexión acerca del amor y el no dejar ir lo que nos hace ser quienes somos. Mientras más pasa el tiempo, Jorge se va percatado de la necesidad que él tiene de no perder lo que queda de ese espíritu de Juana. Ya sea con conversaciones, bailes o sus escritos, el espectador también se percata de que este relato no es de uno, sino de dos. Sin Juana, no hay Jorge y viceversa. Pero el soltar nunca es fácil, mucho menos cuando está fuera de nuestras manos.

Resulta interesante ver cómo el director utiliza estos elementos del archivo familiar como el recurso narrativo de imágenes mentales que no necesariamente cuentan la historia de ninguno de los dos. Simplemente aparecen, son esos flashazos en los que la memoria aparece, ofreciéndonos esos fragmentos de lo que recordamos. Es el intento de mostrar la experiencia de una mente fragmentada, en este caso la de Juana.

‘No son horas de olvidar’, la fragilidad y dualidad de la memoria

Otro aspecto interesante es esa dualidad que muestra un juego de participación directa por parte de David y la familia de Juana, quienes están conscientes de la presencia de la cámara en todo momento. Sin embargo, parece que Juana nunca se percata de que la están grabando. Son esos momentos de autenticidad acerca de su olvido, sus cambios, sus expresiones, que dan un aire de naturalidad amorosa al tratamiento de los temas que el proyecto intenta abordar.

Son esos matices que capta la cámara, creando casi un testimonio que se equipara a todos esos videos en VHS del acervo fílmico de la familia, los que son más duros de enfrentar. Ver el amor de ambos convertirse en algo conflictivo debido a la condición de Juana es algo desgarrador. El deterioro paulatino no físico sino mental es una parte que, para todos, resulta fuerte de asimilar, porque ¿qué somos nosotros sino el conjunto de lo que hemos hechos, de nuestros actos y recuerdos?

Así, esta ópera prima se convierte en un combate en contra del olvido que tiene una metamorfosis interesante hacia un poema de amor para la memoria de una pareja y la exploración de la misma que busca materializar aquello que queda de cada uno, eso que se queda en los residuos de la memoria y que trasciende más allá de la ausencia. A final de cuentas, la memoria es un cimiento fundamental para saber quiénes somos.