Escenario

“Vivimos en un país donde al sistema no le gusta que se le observe”: José Pablo Escamilla

ENTREVISTA. El cineasta habló del filme Mostro, que toca el tema de las desapariciones forzadas y la violencia ejercida por el capitalismo hacia el obrero

La ventana rota
Fotograma del filme que ha estado en festivales internacionales como Locarno, Guadalajara y Black Canvas. Fotograma del filme que ha estado en festivales internacionales como Locarno, Guadalajara y Black Canvas. (CORTESIA)

Dentro del marco del Festival Black Canvas las propuestas de nuevos directores llaman la atención para dar un vistazo no solo al cine contemporáneo sino a la visión del mundo y nuestras realidades de una manera original, propositiva y reflexiva.

Entre estos realizadores visionarios se encuentra José Pablo Escamilla, miembro del Colectivo Colmena, quien este año presentó su primer largometraje llamado Mostro, cuya historia sigue a una pareja de jóvenes obreros en una zona industrial del Estado de México. Su amistad se interrumpe cuando ella desaparece frente a él, lo que orilla a que confronte a un sistema que poco a poco lo devora.

En Crónica Escenario hablamos con Escamilla acerca de este proyecto, que además tuvo paso por Locarno y el recién terminado Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG): “Llevamos mucho tiempo trabajando en colectividad con el objetivo común de hacer películas que provoquen la reflexión y dialoguen con el momento histórico que vivimos que además vengan con una propuesta formal interesante”, expresó.

“Sabemos que hacemos cine independiente que cuestiona la forma en que se realiza y se exhibe una película. De alguna forma, nos gusta ser radicales y ofrecer en nuestro lenguaje algo que resulte de todo ese proceso de los temas que queremos tocar, en este caso la desaparición forzada”, añadió inicialmente el director acerca de la realización de este filme, mismo que se sale de las convenciones narrativas que vemos usualmente en historias para jóvenes.

“Queríamos hacer una película de adolescentes que se saliera un poco de las visiones hollywoodenses que nos han enseñado que tienen que ir, a pesar de todas las cosas y obstáculos que se les presentan, siempre para adelante y consiguen todo. Buscamos inclinarnos por una película muy real, que reflexionara desde ese punto y que hiciera que el espectador empatizara con el protagonista que, de repente, se queda sin herramientas para combatir a ese gran monstruo al que hace alusión el título”, continuó José Pablo. 

Para el director y guionista, Mostro es el reflejo de un sistema que acaba por tener varios significados. “El título se deriva de la investigación concienzuda y profunda sobre la desaparición forzada. Nos dimos cuenta también que hay que hablar de la gente que manufactura y trabaja los productos que usamos todos los días. Queríamos representar cómo estos chicos, como la base del sistema social, sostienen la carga de los estilos de vida de la gente de una sociedad capitalista y cómo están vulnerabilizados no sólo por un fallido sistema de seguridad, civil y social sino también en lo laboral y lo humano”, expresó.

Hablar desde esta perspectiva juvenil era algo que siempre interesó a Escamilla, metiendo al espectador en la piel de los protagonistas y la esperanza de crecer que se va diluyendo conforme pasa el tiempo. “Los personajes están en esa época en que la luz que tienen en la mirada se va apagando, esa esperanza que se extingue en la juventud que nos parece un problema importante para hablar y reflexionar”, dijo.

“La cinta está pensada para que el espectador se sienta como Lucas, con ese final abierto en que no se resuelve nada para transmitir esa ansiedad y perturbación que siente, para que así, la próxima vez que alguien se desapareciera tuviera la empatía suficiente para tomar cartas en el asunto”, aseveró.

Uno de los puntos más destacados es la presentación de Alexandra Victal, artista que realiza su primer protagónico y se convierte en una pieza fundamental de Mostro. “Es una actriz natural, no profesional pero sumamente intuitiva. Fue muy generosa con nosotros en el proceso que tuvimos de apropiación del personaje y su arte. Ella no había actuado en su vida”, explicó.

“La primera toma que hicimos a su lado fue el plano secuencia donde caminan por el puente peatonal y ya traía al personaje, le dio una naturalidad que no pasa desapercibida y que le da tanta energía a la química entre los dos protagonistas que, cuando desaparece, te quedas con la sensación de extrañarla y preguntándote qué fue lo que le sucedió. Es una parte muy importante de la película, se vuelve entrañable y después deja un vacío enorme. Y si bien ella quiere irse, se va pero paradójicamente no de la forma que hubiese querido”, agregó. 

Otra parte fundamental es el contexto donde se lleva a cabo la narrativa, para lo que José Pablo encontró el lugar perfecto en Lerma, Estado de México. “Es la espina dorsal de la industria en el país. Hay muchas empresas manufactureras que nos permitían tener un curioso contacto entre el mundo industrial y natural que nos importaba captar. Además de que es un entorno que me es muy familiar pues crecí ahí, incluso me tocó trabajar en fábricas en verano. También, según la investigación que hicimos nos dimos cuenta que la clase obrera es la que es más vulnerable a las desapariciones forzadas”, declaró.

En conjunto a estas ideas de la desaparición forzada y un sistema roto, también existe una crítica a la violencia ejercida por el capitalismo hacia el obrero. Al respecto, el realizador nos platicó: “La abstracción del trabajo obrero era otra de las cosas que quería captar pero a través de mis personajes y cómo sus actos comienzan siendo un escape de su realidad y se va convirtiendo en una persecución del subconsciente que se convierte en algo casi de terror psicológico pero capitalista, donde la fuente del mismo viene del monstruo del capitalismo y la violencia sistemática por parte del Estado contra los obreros”, comentó.

“Creo que también, Lucas llega a un punto muy existencial en el que se cuestiona su importancia dentro del mismo sistema, convirtiéndose en algo muy absurdo y abstracto que engulle a la individualidad y que te quita la alegría de poder vivir en un lugar donde tengas la alegría de poder salir a la calle”, continuó.

“A eso le sumamos que la mayoría de los trabajadores son mujeres, madres solteras que tienen que estar 8 horas apartadas de sus familias, lo cual también es una forma de violencia. El sistema te cansa, te subyuga, no te permite ser revolucionario ni tener una actitud en contra del mismo por lo que cada acto de este tipo es una lucha que merece ser reconocida, por pequeña que sea”, complementó.

El estilo de guerrilla fue algo que marcó la grabación de esta ópera prima, una experiencia que dejó reflexiones interesantes para el director y su equipo. “Al final del rodaje, nos dimos cuenta de los riesgos que corrimos. A veces fuimos con miedo de lo que podía pasar pero recuerdo que al término de todo, volteé a ver al crew y los felicité a todos por vencer a un enemigo que éramos nosotros mismos así como nuestros prejuicios de lo que podríamos llegar a hacer”, recordó.

“De cierta manera, la cinta fue tan pequeña que pasábamos desapercibidos en el lugar. Lo hicimos todo de forma muy pequeña y es un tipo de cine que se viene haciendo desde la Nueva Ola Francesa o incluso más. Uno de nuestros mantras al filmar es la frase de Glauber Rocha de ir con una idea en la cabeza y una cámara en la mano sin necesitar más que eso”, afirmó. 

A pesar de la satisfacción final, José Pablo Escamilla confesó que hubo algunos momentos difíciles en la grabación. “Hubo problemas en el scouting, por ejemplo, donde tomamos fotos de lugares y la gente se molestaba. En una ocasión tuvimos un altercado con algunos individuos que nos pidieron que borráramos lo que acabábamos de hacer, por ejemplo. Otro día, durante la filmación del sonido llegó un comando armado de la Policía Estatal y nos abrieron el coche, nos preguntaban, nos filmaron, nos esculcaron todo y nos sentimos muy vulnerables”, comentó.

“Pero esos momentos reafirmaban tanto la manera de filmar como los lugares tan reales en los que andábamos. Sin duda, es una cinta muy de guerrilla que transporta al espectador de los festivales de cine para meterlos en la cabeza de este obrero y tuvieran esta reflexión del estilo de vida y cómo contribuyen a que sucedan estas historias de precariedad y tristeza”, añadió.

De alguna manera, la ópera prima de Escamilla podría considerarse un tanto revolucionaria o hasta contestataria. “Culturalmente hablando, sí. Es una película que se hizo fuera del formato cinematográfico de la industria. Había un guion pequeño, libertad de grabar cuando queríamos, en un proceso muy circular en el que poco a poco descubríamos la cinta. Eso normalmente no sucede en el cine de ficción y nos recordamos constantemente que queríamos tener todas esas incertidumbres. Además, claro que da miedo hacer este tipo de proyectos con estas formas y que toquen estos temas. Vivimos en un país donde al sistema no le gusta que se le observe. Y aunque tenemos el medio para ficcionalizar esta propuesta y volverla más sutil, siempre existe esa oscuridad de las entrañas del sistema que nos engullen”, expresó.

Aprovechando el tema de los “Mostros” que nos acechan, José Pablo no dudó en lanzar una crítica al sistema de exhibición nacional. “En este país está duramente cooptado por el cine hollywoodense que solo es una forma de escapar, como una especie de droga y adicción a las historias que se escapan de la realidad. Eso es toda una cuestión para los cineastas que queremos hacer películas con temas que nos parecen relevantes”, dijo.

“A veces, el cine comercial hace que crezca un callo alrededor del corazón que le permite sortear estas historias trágicas que reflejan nuestra realidad. Parece que estamos anestesiados por los medios ante estos relatos en los que buscamos generar empatía, dar a conocer las problemáticas y darles voz ante el espectador”, continuó.

También, hizo hincapié en la necesidad de los espacios culturales para la exhibición de este tipo de proyectos. “Me parece importante seguir generando público para estos proyectos. Tenemos pocos festivales, son insuficientes. Cuando fuimos a Suiza, la vida cultural es más asequible y en México es muy difícil. Debería haber un impulso a la cultura en cada alcaldía o encontrar maneras donde, a falta de oferta cultural, las ciudades se abran nuevos espacios como cineclubes porque la gente necesita otras cosas que no son lo mismo o que sean solo 4 historias y formas de ver todo. Queremos hacer cine que lleve a la reflexión de todo ello, es la manera de hacer cine y expandir las barreras del lenguaje que además confíen en el espectador”, destacó.

Concluyendo la charla, lo que Escamilla destaca más de su cinta es la posibilidad de que la gente pueda verla, creando reflexiones interesantes con un cine diferente que se apoya en el mensaje y las causas. “Ha sido enriquecedor ver que la gente conecte y le entienda a la cinta. Aunque luego nos tienen encerrados con un cine que no nos lleva a la reflexión de nuestras realidades”.

“Mostro y otras cintas son un reclamo, son protestas que sirven como punto de partida para hacer catarsis incluso del enojo. Provocan un cambio de actitud en la sociedad y el espectador, al ver que tan humana es esa relación con un objetivo de hacer cine más allá del dinero y del sistema que cree en el valor monetario. Tenemos que ser un registro de la realidad y de los problemas que levanten estas interrogantes en nosotros como cineastas y en la audiencia”, concluyó.

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