En la literatura latinoamericana escrita por mujeres se ha consolidado una tendencia que parece, más que temática, sintomática: el cuerpo de la madre —real o simbólico— se ha convertido en el campo de batalla donde se libran muchas de las preguntas más urgentes del presente. Ya no se escribe desde el deber ser, sino desde la herida, desde el miedo, desde la duda, desde el deseo. La maternidad aparece una y otra vez como una figura fracturada, tensionada, atravesada por el contexto y por las emociones más oscuras. Y aunque este fenómeno podría leerse como una “epidemia” temática, lo cierto es que no hay uniformidad en las narrativas. Las madres literarias actuales no se parecen entre sí: algunas son protectoras al límite de la paranoia, otras son ausentes, otras están en duelo, otras simplemente no querían serlo.
Esta ola de maternidades desmitificadas se inscribe en un proceso más amplio: la desarticulación del arquetipo materno como figura sacra. Las autoras contemporáneas han bajado a la madre del pedestal y la han devuelto a su condición humana: vulnerable, fallida, compleja. A continuación, hacemos un recorrido por algunas de las obras más representativas que han abordado este tema desde ángulos tan diversos como estremecedores.
La azotea de Fernanda Trías
En esta novela, publicada originalmente en 2001, Fernanda Trías construye una atmósfera claustrofóbica y asfixiante que refleja el estado emocional de su protagonista. La historia gira en torno a una mujer que vive encerrada en un apartamento junto a su padre enfermo y su pequeña hija. Esta madre, lejos de ser protectora en el sentido convencional, es posesiva, obsesiva y profundamente temerosa del mundo exterior. Ha decidido aislarse por completo, convencida de que ese encierro es la única forma de proteger a su hija de los peligros del mundo.
Pero más allá del encierro físico, lo que se revela es el encierro mental: esta madre está atrapada en sus propias inseguridades y traumas. Su forma de amar es controladora y absorbente. Trías, con una prosa contenida pero incisiva, nos obliga a cuestionar el límite entre el cuidado y la violencia, entre el amor y la anulación. La maternidad, aquí, se presenta como una pulsión tan poderosa que puede convertirse en cárcel.
Casas vacías de Brenda Navarro
Publicada en 2019, esta novela es quizás uno de los retratos más impactantes y crudos de la maternidad en la literatura contemporánea. Brenda Navarro alterna las voces de dos mujeres: una madre cuyo hijo ha sido secuestrado en un parque, y otra mujer —también madre— que toma al niño como propio. La primera narra desde el dolor inconmensurable de la pérdida; la segunda desde la desesperación, la pobreza y la imposibilidad de aceptar su maternidad no deseada.
La estructura de la novela permite ver el contraste entre dos maternidades que se cruzan: una marcada por el deseo profundo de ser madre y otra por el rechazo visceral hacia esa experiencia. En ambos casos, la maternidad está atravesada por el sufrimiento, pero también por la lucidez. Navarro nos confronta con la maternidad como mandato, como imposición, como frustración y como abismo. No hay respuestas fáciles en esta novela; solo un retrato honesto de la ambigüedad emocional.
Notas al pie de una ballena de Ave Barrera
En esta novela, publicada en 2021, Ave Barrera construye un relato íntimo y reflexivo sobre la muerte, la pérdida y el vínculo entre madres e hijas. La protagonista, una mujer joven, regresa a la casa familiar tras la muerte de su madre, una figura distante y silenciosa con la que jamás logró establecer una conexión real. La casa, cargada de objetos, recuerdos y silencios, se convierte en una especie de ballena que la engulle y la obliga a revisitar su infancia, sus resentimientos y sus propias heridas.
A través de una narrativa fragmentada y poética, Barrera muestra el duelo no como un proceso lineal, sino como una experiencia que desata memorias inconclusas. La maternidad, en este caso, aparece como una ausencia, como una presencia fantasmal que marcó la vida de la protagonista precisamente por no haber estado del todo. La novela es un canto melancólico a lo que no se dijo, a lo que no se entendió, a lo que no fue.
Corazón del daño de María Negroni
Más que una novela, este texto se presenta como una especie de diario lírico, de monólogo interior desgarrado en el que María Negroni —poeta argentina de largo aliento— reflexiona sobre su relación con su madre y, por extensión, sobre su propia identidad. A lo largo de las páginas, Negroni disecciona con precisión quirúrgica las tensiones de una relación materno-filial compleja: la exigencia, el juicio, el amor envenenado, el deseo de agradar y la necesidad de alejarse.
Es un texto profundamente emocional pero también filosófico, que piensa la maternidad como un núcleo que puede dañar tanto como formar. “¿Quién no ha sido herido por su madre?”, parece preguntarse la autora. Y en esa pregunta resuena un eco generacional: el daño materno como origen de todas las preguntas identitarias. No hay narrativa lineal, pero sí un hilo afectivo que nos arrastra sin remedio.
Lo que no tiene nombre de Piedad Bonet
Este libro es un testimonio. La poeta y narradora colombiana Piedad Bonet narra en primera persona el suicidio de su hijo Daniel, un joven brillante y sensible diagnosticado con esquizofrenia. La narración no busca la autocompasión ni el sensacionalismo, sino que se propone como un acto de memoria y comprensión. Bonet escribe desde el duelo más crudo, desde la pérdida que no tiene explicación ni consuelo.
La maternidad aquí se expresa en su forma más dolorosa: la de sobrevivir a un hijo. La autora intenta responder preguntas imposibles: ¿cómo se sigue después de eso?, ¿cómo se convive con la culpa?, ¿qué significa ser madre cuando el hijo ya no está? Es un libro necesario, valiente, conmovedor, que desarma el mito del amor incondicional para mostrar que, incluso cuando se ama con todo, no siempre se puede salvar.
A flor de piel de Nora Muñiz
En esta novela, Nora Muñiz retrata la historia de una madre soltera que debe cuidar de su hija, una niña con una enfermedad que compromete su piel de forma extrema. El dolor físico, el sufrimiento constante y la atención médica permanente convierten la maternidad en una experiencia de desgaste emocional y físico.
La protagonista no tiene todas las respuestas, duda, se equivoca, se agota. Pero sigue. No hay épica ni heroicidad, sino una humanidad palpable. La maternidad aparece aquí como una rutina marcada por la incertidumbre, donde el amor convive con el miedo y la impotencia. Es una novela que no romantiza el sufrimiento, pero tampoco lo explota; simplemente lo muestra, sin filtros.
Cada una de estas obras rompe con la representación tradicional de la madre como figura idealizada y nos recuerda que ser madre no es garantía de plenitud ni de sentido. La literatura escrita por mujeres ha permitido —y sigue permitiendo— narrar otras formas de maternar, desde la honestidad brutal y la complejidad emocional. Porque no todas las mujeres quieren ser madres. Y porque las que lo son, también necesitan que se escuche su verdad: cruda, diversa, imperfecta.