La película Soy Frankelda, dirigida por los hermanos Ambriz, se convertirá en la cinta inaugural del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. No sólo es una propuesta visualmente poderosa, también marca un hito: es el primer largometraje de stop motion producido en México.

La historia sigue a Frankelda, una decidida escritora mexicana del siglo XIX que viaja a su subconsciente para enfrentarse a los monstruos sobre los que ha escrito. Guiada por un príncipe atormentado, deberá restablecer el equilibrio entre ficción y realidad.
En entrevista, los hermanos Ambriz compartieron que su pasión por contar historias nació en la infancia: “niños a los que les gustaba jugar muchísimo”, así se describen. “Jamás nos encantó estar todo el día en la escuela sentados y callados. La parte más divertida del día era hacer historias bastante complejas con nuestros juguetes, teatro en casa, películas en casa. El juego nunca se detuvo”.

Esa energía lúdica es la que, dicen, dio origen al personaje: “Nosotros como autores somos Frankelda y justo queremos que todo México sea Frankelda”.
Aunque la película es una expansión del universo creado en la serie Los Sustos Ocultos de Frankelda, los directores aseguran que puede disfrutarse de manera independiente: “Pensamos toda la película para alguien que no ha tenido oportunidad de ver la serie. Pero claro que si ya vieron la serie la pueden disfrutar todavía más, y hay varias recompensas para los fans. Además, creo que incluso si ves primero la película y después la serie estaría perfecto”.
Sobre su elección del stop motion como técnica, aseguran que es puro asombro: “Es magia, es esta idea de que los juguetes salgan a jugar. Eso es el stop motion”. Reconocen que se trata de un proceso costoso, laborioso y colectivo, pero también accesible: “Aunque también se pueden hacer cosas padrísimas con plastilina, con cartón, nosotros lo hemos hecho”.

Una de las grandes sorpresas de la película serán los números musicales. “Nos gusta mucho el teatro musical”, confiesan, al tiempo que celebran su amor por los monstruos sensibles: “Nos encantan los monstruos que aman, que sufren, que sienten, no sólo aquellos que asustan. Por eso el hecho de tener monstruos que cantan y bailan es una de nuestras fantasías cinematográficas principales”. Eso sí, aclaran que la película no es un musical: “Me atrevo a decir que tenemos números que se podrían comparar con Los Miserables”.
Como suele ocurrir en el stop motion, el guión pasó por diversas reescrituras. El proceso es minucioso: a veces, se invierten días de trabajo para obtener apenas un minuto de animación. A pesar de los cambios, los directores afirman que la esencia de la historia se ha mantenido intacta.
Uno de los temas centrales de Soy Frankelda es la invisibilización de las mujeres en el mundo del arte y la literatura. A la pregunta de si la protagonista —una mujer escritora de terror del siglo XIX— podría tener un destino distinto en 2025, los directores respondieron con sinceridad: “Es lamentable, pero lo cierto es que el mundo del arte sigue siendo así, con trabas y demás. De hecho, muchos de los diálogos que le dicen los monstruos a Frankelda son diálogos de productores que nos dijeron a nosotros, incluso siendo hombres”. Añadieron: “Es triste que cuando alguien nuevo llega, en lugar de ayudar, tratan de frenar, y nosotros queremos hacer lo contrario, demostrar que sí se pueden hacer las cosas, que sí se puede hacer una película mexicana de stop motion”.

La propuesta detrás de Frankelda no sólo busca romper esquemas, también quiere abrir camino a nuevas voces y formatos: “Sí se pueden contar historias arriesgadas de fantasía épica y que hay gente en México que ama esto. Este tipo de cine no es un riesgo, es una oportunidad, es el futuro”.
Finalmente, hicieron un llamado a crear más con las manos y menos con pantallas: “Queremos que todo el mundo haga más stop motion. Es lo contrario a la inteligencia artificial. Es estar cosiendo, pintando caritas, moviendo marionetas”. Y concluyen con una invitación creativa: “Puedes agarrar tus juguetes, un cacho de plastilina y ponerte a contar una historia. No necesitas el último programa ni la última tecnología. Puedes crear poemas visuales impresionantes”.