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El Grito

El pasado 15 de septiembre tuvo lugar la tradicional ceremonia del Grito de Independencia, el primero de la presidenta Sheinbaum. Como es usual, el rito estuvo cargado de simbolismo, pero esta vez enfocado en enfatizar el mensaje que la Presidenta comenzó a emitir en su toma de protesta, dirigido a las mujeres de México: llegamos todas.

Desde la escolta femenina que entregó la bandera, el vestido color violeta que lució la mandataria y los vivas dirigidos a Leona Vicario, a las heroínas anónimas y las mujeres indígenas, el mensaje de la ceremonia fue recibido por millones de mujeres con entusiasmo. Rápidamente, las redes se llenaron de comentarios manifestando la sensación de sentirse reflejadas, incluidas, emocionadas.

Claudia Sheinbaum dio su primer Grito de Independencia
Claudia Sheinbaum dio su primer Grito de Independencia

Efectivamente, resulta emocionante contemplar la manera en la que por primera vez suceden tantas cosas -aunque es verdad que Peña Nieto ya había recibido previamente la bandera de una escolta femenina, pero sin el mismo impacto- que apelan al reconocimiento del papel de las mujeres en la historia de México desde el supremo poder. Y es que la Presidenta ha encontrado en la presencia de mujeres en los ritos nacionalistas un mecanismo de legitimación política muy útil que resulta mucho más creíble en ella que en los anteriores presidentes, por obvias razones.

¿Pero qué hay de los logros reales? ¿Qué cosas han cambiado o mejorado en México para las mujeres desde que la primera presidenta ocupó el cargo? Una de las acciones más publicitadas es la creación de la Secretaría de las Mujeres, que sustituye al Instituto, con mayor jerarquía.

Sin embargo, el aumento presupuestal que se asignó a la Secretaría (2025) con respecto al del Instituto (2024) fue de 1.1% en términos reales y respecto del monto destinado al adelanto de las mujeres en 2025, que tuvo un aumento del 9% respecto del 2024. La gran mayoría de los recursos se han asignado a pensiones y apoyos directos de los programas del Bienestar, en vez de destinarse a combatir la desigualdad estructural y las violencias contra las mujeres.

Particularmente en cuanto al tema de violencia, uno de los problemas más graves que padecen las mujeres del país, el compromiso tampoco ha sido consistente en términos presupuestarios, pues en 2025 la partida destinada a los refugios para mujeres que viven violencia extrema se redujo en 4.3% y, peor aún, en el proyecto de egresos de la Federación 2026 el “Programa de apoyo a refugios especializados para mujeres víctimas de violencia de género, sus hijas e hijos” no está contemplado y en cambio se propone una fusión con la política para “Promover la atención y prevención de la violencia contra las mujeres”, que tiene más presupuesto, pero también muchos más temas que atender, sin que las reglas de operación y el monto específico dedicado para los refugios estén claros.

De esta manera, si bien las mujeres ocupan un lugar prioritario en el discurso político y en las grandes ceremonias públicas, como en el Grito de la Independencia, no se observan en términos de política pública cambios sustanciales, con un enfoque de género que permitan abordar los grandes problemas que afectan a las mujeres. Inclusive se profundizan las líneas abiertas por López Obrador que interpretaban la desigualdad siempre en términos socioeconómicos, relegando a las otras desigualdades propias de un sistema injusto estructuralmente hacia las mujeres que tiene su manifestación más dramática en la violencia de género. Así pues, vemos mujeres, pero no vemos políticas feministas, es decir, aquellas que buscan la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres.

Mariana Espeleta Olivera y María de la Concepción Sánchez Domínguez-Guilarte

*Por Concepción Sánchez Domínguez-Guillarte y Mariana Espeleta Olivera, académicas del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia del ITESO

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