No cabe duda que los años cincuenta representan el esplendor de la perla tapatía, una ciudad en crecimiento que ponía en un buen orden su urbanidad con la creación de grandes vialidades y la generación de infraestructura de primera, como lo fue en ese entonces Plaza del Sol.En esa década resplandeciente, también se generó una de las colonias, que ahora hablan por sí solas, Vallarta Poniente, uno de los triángulos que conforman las inmediaciones de la glorieta Minerva y la entrada de la ciudad. En donde las casas reflejan su funcionalidad, y la belleza de su arquitectura consiste en eso, su practicidad.Ahí, se levantó la Parroquia de San Pedro Apóstol, sobre la calle de Tapalpa entre San Juan de los Lagos y Barra de Navidad, un insigne recinto con aires de grandeza en el que se mezcla el regionalismo y la austeridad.Desde cualquier ángulo, su construcción refleja sencillez, pero también una fuerza expresiva, que se mezcla con la tranquilidad que se respira en sus inmediaciones. El templo cuenta con unas columnas cilíndricas delgadas, que sostienen los balcones y sus jardineras. Estos a su vez techan las terrazas que dan la bienvenida.
Pero además, la parroquia de San Pedro Apóstol, guarda en su interior, la imagen de San Charbel, religioso de origen libanes, quien dedico su vida al cristianismo viviendo “un calvario” como parte de su consagración, y que fue canonizado en 1977 como el primer santo líbano.cg
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